Cultura

Gallinas viejas hacen mal caldo

Comedia, EEUU, 2013, 90 min. Dirección y guión: Justin Zackham. Intérpretes: Robert De Niro, Katherine Heigl, Diane Keaton, Amanda Seyfried, Susan Sarandon, Robin Williams, Topher Grace. Fotografía: Jonathan Brown. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar en El Puerto, San Fernando Plaza, Yelmo en Jerez.

Lo único útil que se puede decir de esta grosera y elemental comedia, con algún pespunte de ingenio pero muchos más descosidos de humor grueso y previsible, es que sirve de espejo de lo que el mercado hace con los actores tras la desaparición del sistema de los estudios. Aquel duro universo los trataba como animales, si se quiere; pero de raza, caballos pura sangre que el estudio cuidaba/explotaba para ganar las carreras artísticas y comerciales. Ahora el mercado, a través de sus agentes o ellos mismos, los trata como mulos de carga. Ellos lo consienten, por necesidad o avaricia, y sus carreras conocen así patéticos desarrollos.

Diane Keaton nunca ha sido una gran actriz, pero Coppola y Allen la exprimieron cuanto pudieron; por eso no ha tenido un papel de relieve desde 1990 (Misterioso asesinato en Manhattan). Susan Sarandon, que sí es una buena actriz cuando le apetece, no tiene un buen papel secundario desde 2007 (El valle de Elah) y uno protagonista desde 1998 (Al caer el sol). En cuanto a Robert De Niro, el gran Robert De Niro, no interpreta como actor principal una película de su talla desde 1995 (Heat y Casino). Así están las cosas. Robin Williams, que tiene un papel secundario… Bueno, Robin Williams es Robin Williams y por lo menos se salva porque siempre se interpreta a sí mismo. De los actores jóvenes mejor no ocuparse.

Por eso se puede comprender que Keaton, Sarandon y De Niro formen el mustio trío humorístico de esta comedia sin gracia que trata -¡qué original!- de los líos que deben montar y las ficciones que deben interpretar unos padres separados -más la segunda pareja de él- que fingen seguir juntos o no existir para no romper la felicidad de una boda.

Lo peor no es que se trate de un remake de una película suiza que, a su vez, debe ser un refrito de cientos de comedias matrimoniales. Lo peor no es el humor chato, la grosería y lo previsible. Lo peor es que además se pretende ironizar sobre la religión, el amor en la edad madura (más bien pasadita), el matrimonio, la maternidad biológica, la adopción, la multiculturalidad, la intransigencia… De Historias de Filadelfia a esta película se podría seguir escribiendo la historia de la regresión del cine comercial y de la comedia americana. Un día de estos nos encontraremos la estatua de la Libertad enterrada en alguna playa. Y no seremos Charlton Heston, precisamente, sino quienes le persiguen.

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