Cultura

Gala derrocha modestia en la clausura del seminario de la Bonald

  • El escritor cordobés mantiene un peculiar diálogo sobre su prolífica obra con el director del Museo del Teatro de Almagro, Andrés Peláez, en el curso jerezano

"No sabía que hacía tanto calor en Jerez", comentó Antonio Gala a su llegada ayer a los Museos de la Atalaya. Acalorado por el bochorno y aunque poco caluroso con los periodistas, sí lo estuvo con el público, "por quien se debe escribir teatro", aseguró el autor. Deseando "deshacer este tingladillo (en referencia a la rueda de prensa previa al acto), Gala entró triunfante en la conferencia organizada por la Fundación Caballero Bonald, como acto de clausura de su IV Seminario Permanente, en el que el escritor cordobés estuvo acompañado por el director del Museo del Teatro de Almagro, Andrés Peláez, y el director del curso, Alberto Romero Ferrer.

Antonio Gala conquistó a los presentes con sus anécdotas y con un buen humor que nació en el momento en que cruzó la puerta hacia la sala de conferencias de los Museos. Antonio Gala mantuvo un interesante diálogo con Andrés Peláez, que hizo un inteligente repaso a la vida del autor de 'El pedestal (o pedernal, como reconoció que le han dicho alguna vez) de las estatuas', desde su nacimiento como hombre reconocido de las letras. Y esto fue en el teatro con su obra 'Los verdes campos del Edén', de la mano de José Luis Alonso, en 1963. Un teatro al que muchos denominan realista, algo que él negó "porque este teatro nace como una reacción a cuestiones políticas. Este triunfo fue un poco ajeno a mi voluntad, y desde luego no hubiera escrito más teatro si no hubiera sido por Alonso".

Peláez le halagó y recordó, "aunque él es muy modesto y no quiere comentarlo", que Gala fue en su día uno de los pocos autores nuevos del teatro oficial. "Y es que hay que ser modesto con los que son más modestos que nosotros", apuntó Gala.

La llegada de la novela a la vida de Gala fue tardía. "Más bien diría que tardó mucho tiempo en llegar". Y lo hizo en 1990 con 'El manuscrito carmesí'. Desde entonces ha sido, en este aspecto, una carrera fructífera hasta la publicación de la última obra, 'El pedestal de las estatuas', que se enfrenta a la historia de España tuteándola. La baja del pedestal. "Y es que el teatro español no ayudó a que se conociera la historia de España. Sí lo hizo Shakespeare, que no le levantó la falta, se la bajó a la historia de su país", puso como ejemplo Gala. "Esta novela -añadió el autor- no es una novela histórica, es una historia novelesca porque se cuenta la historia como fue, que fue una novela".

Saltándose las prohibiciones de los Museos de la Atalaya, cigarro en mano, Antonio Gala continuó su conversación con Peláez, quien volvió de nuevo al teatro para hablar de la censura. La que, según él, sufrió el autor con la obra 'El sol en el hormiguero' (1966), a la que quitaron 18 folios. "Entonces me di cuenta de que el teatro era muy difícil porque había que contar con la complicidad del público, y es que el verdadero texto se hace para ellos. También me dijeron que si no apreciaba el olor de los retretes de un teatro es que no me gustaba el teatro", bromeó. Ese olor nauseabundo le hizo dudar de su afición, a pesar de todo, no se doblegó ante estas teorías.

Extremadamente modesto, según él, reconoce que ha escrito alguna vez entre lavadoras, en la azotea, "porque me relaja". Y de nuevo acalorado, aunque en la sala de conferencias dejó de sentir bochorno, dijo estar muy a gusto en Jerez, "como en mi casa", porque dice que sus mejores amigos están en esta tierra. "Lo soy mucho de Caballero Bonald, y a propósito, yo nunca dejaría que llamaran a mi Fundación la Gala, como aquí se utiliza con la Bonald, sería la Fundación", le puntualizó a la delegada de Cultura y Fiestas, María Dolores Barroso (refiriéndose a los periodistas presentes), que lo acompañó en la peculiar rueda de prensa junto a la gerente de los Museos, Ana Villalobos.

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