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Cultura

Fito para escuchar, Fito para saltar

  • El grupo norteño entusiasma al público en la inauguración de los Conciertos para la Libertad El ambiente, que empezó tranquilo, termina en una explosión de música y baile

Se esperaba que fuera así, que el éxito fuera de este tamaño, aunque la noche empezó demasiado calmada. Estaba todo el aforo vendido. Fito Cabrales había logrado convocar a gente de toda la provincia, tres mil personas llegadas a la llamada de su música, ansiosas por asistir a uno de los grandes conciertos del año en la Bahía, de este año tan recortado en el aspecto musical, este año con cifra malapata que se vería por fin redimido, al menos por una noche, por el sonido acústico del de Guernica.

Y la noche se alió con el público, el viento no se fue del todo pero entró en ese modo 'levante en calma' que propicia las grandes y calurosas calmas, tal vez molestas para dormir pero ideales para escuchar música en un lugar tan expuesto como el Castillo de San Sebastián, acogedor como acostumbra extrañamente, en estas ocasiones musicales que en Cádiz han sido.

La gente podría haber optado por llegar con tiempo con la luz del atardecer, por hacer tranquilamente el paseo por el arrecife, el lento paso por tres puertas de piedra y la travesía de dos fortalezas históricas. Pero en Cádiz las cosas son como son, y el público llegó casi a lo justo y con cuentagotas. En nada se parecía aquello a un concierto de rock al uso: todo el mundo se fue sentando poco a poco, todo tan medido: 3.000 personas para 3.000 sillas ¡Incluso había acomodadoras! Los asientos numerados, el ambiente familiar, los asistentes comían patatas en sus sillas, y una larga cola ante la barra. Dos euros por caña, precio para empezar a ver, a escuchar, a sentir con algo fresco en el gaznate. Por momentos el Castillo parecía más un cine de verano que un auditorio musical.

"No queremos que el concierto comience hasta que esté todo el mundo sentado", decía la organización, y eso no ocurrió hasta las once de la noche, cuando Fito&Fitipaldis empezaron a desgranar su recital. 'Por la boca vive el pez' para comenzar la noche. Y luego Sobra la luz o Me equivocaría otra vez ... El público está tranquilo, tal vez demasiado. Algunos dicen: "A lo mejor se disfrutaría más de pie". Misterios de los conciertos. De todas formas, poco a poco la gente se va calentando. Algunos tal vez recuerden de pronto que esta gira de Fito estaba pensada para teatros.

Tal vez el artista se da cuenta, tal vez lo tenía programado así, pero a mitad del concierto suena El ojo que te mira y el aforo entero se levanta. Por fin la gente se encuentra con sus ganas de marcha, una pareja se anima a bailar en el pasillo y desde la barra llega la noticia más temida: cuando han sonado una quincena de canciones se ha acabado la cerveza. De pronto: ¿saben ustedes quién es 'El Cucharita'? Pues un amigo de Fito que maravilla al personal tocando la percusión... con dos cucharas,claro. Pero esto había sucedido con el noveno tema, cuando la temperatura empezó a subir.

A esa altura de la noche, San Sebastián ya es un verdadero escenario rock y todo el castillo comienza a saltar al ritmo de La casa por el tejado. Oé, oé, oé suena entre los muros y bajo el faro, el músico parece después de todo que ha cumplido con su papel de medium, y la gente estaba deseando que lo hiciera. Cuando la cosa se acerca a la hora y media de canciones se apagan las luces y el personal teme que se esté acabando. Los abucheos y los gritos de ¡otra, otra! se cambian por risas y los "era broma", puesto que en realidad el juego luminoso anunciaba una balada. Lo de la cerveza también era broma. Barriles de repuesto. Apoteosis final con Soldadito marinero, Antes de que cuente diez... brazos al aire y cámaras cumpliendo la misión para la que fueron hechas: inmortalizar este momento loco que lleva a las gaditanas a llamar guapo a Fito y a todos a delirar de nuevo con Soldadito marinero, entonada por un coro de 3.000 personas. Broche de oro a un conciertazo que se alargaba y se alargaba y parecía que iba a volver a empezar al filo de la una de la madrugada, porque Fito estaba tan a gusto como padres, madres y niños abrazados por una misma emoción y el mismo buen rollo. Torero y público salen por la puerta grande después de dos horas, dignas sucesoras de las que el año pasado hicieron vivir Calle 13 y Bunbury.

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