FIT | Ron Lalá crítica

Teatro, teatro

  • La compañía madrileña cierra el festival en el Teatro Falla con la obra 'Crimen y telón'

Una escena de 'Crimen y telón'.

Una escena de 'Crimen y telón'. / Gerardo Sanz/FIT

El Teatro ha muerto. Ha aparecido ahorcado en una vieja sala en desuso. Ninguna funciona desde que las autoridades prohibieron todas las artes y se confinó a los artistas en una cárcel de Marte. Los disidentes están seriamente en peligro. Los adictos a la cultura lo tienen duro para pegarse un chute de literatura, pintura o escultura. Hay traficantes que pasan libros o cuadros en sórdidos callejones. Es tremendamente peligroso. Es el futuro y solo existe Ciudad Tierra. Han desaparecido los países y únicamente pervive una sociedad uniforme obligada a divertirse y ser feliz bajo amenaza. Un “versoadicto”, que paga sus pecados pasados como amante de la poesía colaborando con el sistema, es el encargado de esclarecer la muerte del Teatro para poder cerrar definitivamente el caso. Comienza un viaje del que nadie saldrá indemne. El Teatro con mayúsculas está a punto de suceder.

Ron Lalá cerró el FIT 2018 con Crimen y telón, una propuesta sin resquicios en la que todos los elementos –texto, música, interpretación, luces, escenografía…– encajan perfectamente para dar forma a una representación en la que resplandece el teatro como arte total. La compañía asume el riesgo de poner en escena una obra reivindicativa que defiende la cultura y su importancia crucial para el desarrollo del ser humano. Lo hace sin afectación, con un inteligentísimo sentido del humor, apoyándose en un texto que se inspira en la mejor tradición del teatro clásico español, pero que no cae en la pedantería. El verso suena ligero en boca de unos actores bien entrenados, que disfrutan con lo que hacen. No hay solemnidad vacua, sí quiebros oportunísimos para bajar de la intensidad de algunos fragmentos al chiste oportuno y relajante. Ingeniosos los números musicales, ejecutados con gracia.

Nada sobra ni falta en esta propuesta crítica e irónica, que pone el acento en la necesidad de recuperar la cultura como pieza esencial. El brillante texto, que firma el joven poeta y dramaturgo Álvaro Tato, encaja perfectamente en el desarrollo de la acción. Nada es superfluo, no hay lucimiento. Nos enfrentamos a un drama bien engrasado, que se desliza precisamente de principio a final. Se cuenta con el público. Es parte importante de una ficción compartida, se le da su lugar. Todos somos cómplices de lo que está sucediendo entre las cuatro paredes del teatro, incluidos los técnicos y la regidora. Sobre ellos se pone el foco, toman la palabra.

Crimen y telón demuestra que el teatro continúa siendo un desafío imprescindible. Hay esperanza, no todo está perdido, no es necesario hacer concesiones para ganarse el favor del respetable. El Falla está lleno. El público entregado al juego que Ron Lalá le propone desde el primer momento. Todos aplauden en pie.

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