Cultura

Extranjeras de sí mismas

Conocemos a Arístides Vargas por sus frecuentes venidas al FIT, que nos ha permitido saber de su teatro poético y riguroso. Unas obras donde dominan el exilio, la memoria, y en definitiva, la soledad de los seres humanos ante los mecanismos que ellos mismos levantan y que tienen una extraña capacidad de marginarnos de nosotros mismos. De ello habla Flores arrancadas de la niebla, que el grupo gaditano Albanta ha recuperado. Forma parte de una trilogía del exilio, cuyas otras entregas, salvo error de este crítico, se han podido ver en el FIT. Tal vez su condición de obra temprana la haga más suave que sus hermanas, mucho más sombrías. No es que sea una pieza sin aristas, pero el tono poético acaba imponiéndose al más dolorido.

Lo que si se mantiene es la capacidad metafórica de Vargas, pues sus dos únicas protagonistas son una abstracción. Se conocen en una estación de la que nunca se nos dice el nombre, y esperan trenes que nunca sabremos a donde van. No importa, pues su viaje no será físico, sino interno. Es curioso que la última obra de este creador, vista en la última edición del FIT, fuese una versión sui generis de La Odisea, obra donde lo que importa es el trayecto, no el resultado. Algo así pasa en Flores arrancadas a la niebla, que es una metáfora del exilio. Las dos mujeres que se encuentran acaban representando diversas situaciones propias de los que tienen que huir con lo puesto. Cruces de fronteras, donde se intenta dar coba a los guardianes, fragilidad, recuerdos que se meten en una maleta -marca de la casa Vargas- y un deambular tanto por la escena como por la vida sin rumbo fijo. El exilio es una categoría en si misma.

Hay una estimulante mezcla de humor y drama en esta historia que engloba muchas historias, en un equilibrio estimulante pero que deja claro la dureza de la situación. Albanta maneja estupendamente los diversos registros de Flores arrancadas a la niebla, consiguiendo que en escena se vea el todo homogéneo que en el fondo es la obra. Se pasa con naturalidad y sin fisuras de la risa al llanto. El grupo sigue fiel a su estilo, sobrio, con lo preciso en escena y muy ajustado al texto, pero que no excluye una firme dirección que no deja huecos en el desenvolvimiento de la trama. Y con la baza segura de Charo Sabio, como siempre soberbia en su personaje. Un nuevo entorchado en el currículum del grupo gaditano que esperemos se vea lo más posible, pues el trabajo lo merece.

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