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Cine en la provincia de cádiz Estreno de 'Tetro'

Estrellas que llegan tarde y mal

  • La película de Coppola que consagra a Maribel Verdú se proyecta en Cádiz en un solo cine de la provincia y con retraso: capricho y arbitrariedad de las distribuidoras

Tarde y mal. Hay películas que llegan a Cádiz con escandalosa demora y en condiciones penosas, como si la cultura estuviese sólo al alcance de unos pocos o fuese un lujo, capricho más iva. El último ejemplo: Tetro, de un tal Francis Ford Coppola, la película que supone la consagración internacional de Maribel Verdú, flamante Premio Nacional de Cine. Parece que no basta con tales premisas. Tetro se ha estrenado en Cádiz con una semana de retraso, con respecto a otros rincones del país, y sólo se proyecta en Multicines el Palillero de Cádiz. Las distribuidoras así lo han querido. Será que el blanco y negro, que domina el filme cuando late el presente y pasa al color al echar la vista atrás, se considera ahora de arte y ensayo. Será que el punto dramático de la obra, localizada en Buenos Aires, no mola a los dictadores de los gustos cinéfilos. Será que las despiadadas críticas en Cannes, puñaladas a cara de perro, han influido lo suyo. Será que manda el parné sin más miramientos. Autores de similar renombre han padecido los mismos efectos devastadores. El documental de Martin Scorsese en torno a los Rolling Stones duró un par de días en un cine de Jerez, y nada más. Y la mágica Scoop de Woody Allen, con Scarlet Johansson de protagonista, apareció por estos lares con un mes de retraso y, del mismo modo, se tuvo que conformar con cines de reducidas hechuras y carteleras que apuestan por la decencia y la calidad. O algo así, que sobre Woodstock nada hay escrito, si acaso un festival de barro, paz y amor. En la mayoría de las ocasiones, como si el séptimo arte hubiese retrocedido en el tiempo, los aficionados se deben conformar con salas minoritarias o aguardar la publicación del correspondiente deuvedé, que por ventura ahora sale a la venta tres meses después del estreno. Como en el caso de los discos musicales, los largometrajes comerciales ven recortada o mutilada su vida pública, en estos tiempos de usar y tirar. Al top manta del tirón. Siempre nos quedará Alcances. Si Fernando Quiñones levantase la cabeza endiñaba una peli en versión original subtitulada sobre los mercachifles del celuloide y sus tácticas torpes y obtusas.

No obstante, algunos cines, mejor no mencionar nombres, aprovechan las estrategias malvadas de las distribuidoras para aplicar su particular autocensura o mostrar sus intenciones a las claras. Aún se recuerda el paso fugaz de Los lunes al sol por Cádiz, la capital del paro, Cádiz es Vigo con más sordos de Astilleros. La película, salvada también por El Palillero, fue tachada por diversos cines de postín, no fuera a contagiar de 'rojerío' al personal en pleno aznarismo.

La culpa no es del cha-cha-cha, ni siquiera del boogie, y tampoco de los empresarios de cines, que bastante tienen con pugnar contra el olvido que toca la puerta cada noche. La responsabilidad de que grandes películas sean sometidas al ostracismo se puede atribuir a las distribuidoras. Hoy por hoy, ni la crítica especializada ni el público ostentan el poder de opinión, ya no valen los gustos de las mayorías y minorías silenciosas. Las tendencias vienen ya marcadas, como las cartas del juego de naipes más tramposo. Basta con lanzar pocas copias al ya famélico mercado cinematográfico, que comienza a envidiar a lugares tan cutres como el youtube o las webs piratas, por no hablar de la caída en desgracia paulatina de los videoclubs, en competencia desleal con las telepizzas o las barracas de frutos secos. Cuentan los expertos en la materia que, salvo en el caso de grandes capitales, las distribuidoras son reacias a cuidar el producto, que practican la política del dinero fácil y la falta de respeto a la industria. Vamos, que no creen ni en sí mismos, pecado similar al exhibido por la industria discográfica. Eso sí, las distribuidoras se pasan por el arco del triunfo a grandes directores de todos los tiempos. Primero acabaron con los cines, ahora van a por el cine. Pronto, sólo pondrán teleseries.

Para más inri, la cinta de Coppola ofrece una sensacional pero desvirtuada Maribel Verdú, doblada y redoblada, viviendo sin vivir en ella. La escena nacional, entretanto, aplaude y reconoce por fin la trayectoria de la actriz, que no ha necesitado venderse a la Nba para alcanzar el prestigio, que no la fama. La fama se consigue ahora de cualquier manera.

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