Cultura

Eros desencadenadoEl héroe trágico

Nikos Kazantzakis. Trad. Pedro Olalla. Acantilado. Barcelona, 2013. 80 páginas. 14 euros

Conocido por el gran público gracias a las adaptaciones cinematográficas de dos de sus novelas Alexis Zorbas (1946) y La última tentación de Cristo (1951), Nikos Kazantzakis fue uno de los grandes escritores griegos contemporáneos, tal vez el más difundido fuera de Grecia junto al inmenso Kavafis, cumbre del siglo XX en cualquier lengua. Hacía años, con todo, que sus obras no estaban disponibles en España, un país que el cretense visitó en varias ocasiones -antes, durante y después de la Guerra Civil- y al que dedicó no pocas páginas. Kazantzakis conocía bien la literatura española y de hecho tradujo a autores como Unamuno, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado, por lo que no extraña que su propia obra encontrara -aunque fuera en traducciones indirectas- buena acogida entre nosotros. En apenas unos meses, sin embargo, hemos podido acceder a dos novelas que sí han sido vertidas del griego: El capitán Mijalis (Cátedra, traducción de Carmen Vilela) y Lirio y serpiente (Acantilado, versión de Pedro Olalla). Si la primera -conocida hasta ahora por el subtítulo, Libertad o muerte, en la traducción (del francés) que hizo Rosa Chacel- es una de las novelas de madurez de Kazantzakis, Lirio y serpiente fue la obra con la que debutó (con el seudónimo de Karma Nirvami) el joven que por entonces (1906) cursaba en Atenas estudios de Derecho.

Inspirada en la relación que mantuvo con su profesora de inglés, la irlandesa Kathleen Forde, la ópera prima de Kazantzakis tiene la forma de un diario lírico que se atribuye a un amigo artista, "escrito de forma caótica sobre unas hojas sueltas con letra descuidada y febril". Se trata de una narración primeriza, muy alejada del patrón épico o reflexivo que adoptaría en sus obras posteriores, pero sobre su valor inaugural tiene la virtud de mostrar el talento del autor en estado puro, libre de toda contención y de la contradictoria amalgama de credos o ideologías que caracterizó sus novelas más celebradas. De inequívoca filiación simbolista, Lirio y serpiente se asemeja en realidad a un largo y arrebatado poema en prosa, repleto de pasajes turbadores u obsesivos que revelan una sensibilidad consagrada -esa es la palabra- a los temas habituales del imaginario tardorromántico: la belleza, el erotismo, la locura, la muerte.

Cualquier aficionado a Verne conoce la colección de Hetzel y las espléndidas ilustraciones de Riou y Montaut, donde cobraron vida sus personajes. En una de ellas, es Nemo quien contempla, sobre un acantilado submarino, junto a una erupción volcánica, las colosales ruinas de la Atlántida. Ese gesto del hombre superior, señero sobre una cima, que repitieron Friedrich y tantos otros, es el que resume, según sostiene Flahault en este penetrante ensayo, la condición prometeica del hombre moderno. Condición que presupone la inusitada soledad del genio (del hombre en general) y donde se formula el mundo, la sociedad, como un agregado dispar de objetos y lugares, dispuestos para el ávido predominio humano.

Desde el origen clásico de Prometeo a la tradición judeo-cristiana y el humanismo del XVI, lo que aduce Flahault es, en primer lugar, la modificación del contenido mítico de esta figura, así como su tardía equiparación con un héroe trágico, cuya hazaña civilizatoria, lejos de traerle la gloria, le proporcionará la incomprensión y el castigo. Esta lectura decimonónica del mito es la que convertirá al artista en un hombre superior y, en consecuencia, capacitado para acaudillar a una humanidad iletrada o estupefacta. De ahí, según Flahault, el éxito de Napoleón y la figura grandiosa e irredenta de Nemo, que ocupa la mitad de estas páginas. La otra figura, la escritora ruso-americana Ayn Rand, de gran influyo en la segunda mitad del XX norteamericano, completa el recorrido conceptual de un ensayo cuyo cometido es mostrar el contenido asocial, la desmesura y el vértigo que subyace a este aparente triunfo de la razón.

La razón "ecológica" que defiende aquí Flahault dista mucho del mero ecologismo al uso, hoy tan frecuente. Contra el impulso prometeico de triunfar y dominar sobre la naturaleza adversa (en la que se incluye al resto de los individuos), el autor propone recordar, como salvación última de la especie, el obvio carácter social, gregario, comunicativo, de la vieja civilidad humana.

François Flahault. Trad. Noemí Sobregués. Galaxia Gutenberg. Madrid, 2013. 208 páginas. 22 euros

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