Cultura

Entremans descubre a Entre Catedrales como escenario abierto al público

  • La compañía gallego cubana representó su montaje 'Ven' al mediodía de ayer en la plataforma ideada por Alberto Campo Baeza ante un buen número de gaditanos que disfrutaron del festival en la calle

El cielo pesa. Es una masa compacta, plomiza, que cae sobre nuestras cabezas que miran al mar, también apretado, encabritado, acerado. Es mediodía frente al Campo del Sur. Mediodía de un gris intenso tan acentuado que ilumina la pureza de las líneas del proyecto ideado por Campo Baeza. En el centro de la blanca plataforma se enredan dos cuerpos, otro buen puñado miramos, absortos, alrededor. Los bailarines de la compañía Entremans se separan  a la vez que se acercan. Nosotros, los otros, miramos a la vez que encontramos. Juntos, al mismo tiempo, descubrimos a Entre Catedrales como un espacio abierto al público perfecto para el Festival Cádiz en Danza.  

"Melan, melan, melancolía...", canta una voz sugerente, enlatada en un cedé. Alexis Fernández y Cateria Varela emprenden una danza que se antoja orgánica, terrenal pero con repuntes aéreos y livianos. "Melan, melan, melancolía...", suena. Y los cuerpos entran en una batalla enmarcada por otro cuadrilátero de cuerpos. Los nuestros. El mío, el de los alterna-tivos y el de los alterna-pijos que comparten suelo con niños que engullen patatas y gusanitos, con un perro que se despereza, con parejas maduras sentadas en los bancos, con un chico con camisa y con una chica con perlas, con señoras mayores, con el que pasaba por allí, con los de más allá, al fondo, en la muralla del Campo del Sur. Un espacio tramposo que, desde mi posición, crea la ilusión del mar como límite.

Los bailarines de la compañía cubano-gallega se persiguen, se buscan en la pieza Ven. "Ven tú, no, mejor ven tú", parecen decir con sus manos que, a veces, abrazan que, a veces, empujan, frente a frente, con sus pechos, volteados, con sus espaldas. Corretean, bailan, vuelan por la blanca escena de Entre Catedrales. Caterina, con sus vaqueros rotos y camiseta con motivos verdes, se encarama al torso de Alexis, en camisa . Él la toma en sus brazos, uno de ellos marcado por la bandera cubana, y la lanza, la sostiene en equilibrio perfecto, frenando cada pirueta, fijándola, como quien toma una fotografía.

Los niños de las chuches alucinan. Y la chica de las perlas. Alternativos y alternapijos  aplauden con ganas. Caterina sale de escena y se sienta en el suelo. Alexis, en solitario, se revuelca y baila en un solo hermoso donde parece sentirse cómodo.

La bailarina retorna, se encuentra con el intérprete. Y, de nuevo, sorprenden con otro paso a dos estremecedor. Caterina se convierte en una tabla de salvación, su cuerpo es suelo, es materia a la que asirse, por la que Alexis camina y baila. Por su pelo, por sus manos, por sus piernas. Salta sobre ella. Y no parece doler. Y no parece pesar. En contra del cielo, que sí pesa sobre nuestras cabezas que, desde Entre Catedrales, miran al mar y a Entremans.

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