Mapa de Músicas

Enciclopedista involuntario

  • Sin proponérselo, su obra grabada conforma un compendio global del toque. Y del cante.

NO puede entenderse la dimensión de Francisco Sánchez Gómez, Paco de Lucía, sin comprender el papel que su padre, Antonio Sánchez Pecino, jugó en la forja del más grande guitarrista flamenco desde Sabicas.

Ante cualquier reconocimiento -y los tuvo de talla- siempre recordaba a su padre, el hombre que le puso una guitarra entre las manos y lo disciplinó, no sin sacrificios, para que se expresara con ella como nadie.

Supo Antonio pronto, aunque hizo grandes músicos también a sus hijos Ramón y Pepe, que Paco era un superdotado. Quizás no llegó a vislumbrar inmediatamente que en realidad forjaba el antes y el después del toque, y de su mano, del cante y de todo el flamenco.

La propia carrera artística de Paco de Lucía, encauzada por su padre desde chaval, demuestra el interés de su progenitor por preservarlo como lo que fue hasta que el martes en México, madrugada del miércoles en España, su corazón se paró: un genio sin igual.

Bajo la batuta de su padre, enérgica y exigente, Paco elaboró muy pronto y sin proponérselo una enciclopedia del toque flamenco. Y también del cante, gracias a su mágico encuentro en Jerez -dónde si no- con Camarón de la Isla, y la relación artística que de aquella noche de fiesta jerezana surgió y que se hizo posible también bajo la guía de la estricta búsqueda de la excelencia que Sánchez Pecino les impuso a los dos durante más de un decenio, de los últimos 60 a los extertores de los 70.

Los primeros discos en solitario de Paco -o con su hermano Ramón de Algeciras- repasan el toque de todos y cada uno de los palos, con una profundidad y un conocimiento increíbles para un joven de apenas veinte años. El compendio no deja rincón del flamenco sin mostrar, y no sólo los palos clásicos o los más propios de la Baja Andalucía en la que se crió. No falta de nada.

Y sus discos como solista empezaron a jalonarse con los de su "colaboración especial" con Camarón, otra muestra del interés del padre por preservar a Paco de ser sólo un guitarrista que acompañase a un cantaor, por virtuosos que fueran ambos.

Los nueve primeros long play de José Monge Cruz, Camarón de la Isla, producidos por Sánchez Pecino y "con la colaboración especial de Paco de Lucía" son una academia del flamenco, un compendio global de un arte que, siendo muy jóvenes, dominaban como nunca antes nadie lo hizo, un arte que transformaron definitivamente hasta hacerlo universal, acercándolo a un público alejado del cante de cuarto y venta.

Con motivo de la serie Citas con Camarón de fondo, que publiqué en Diario de Cádiz en 1999, Paco, en unas de las primeras ocasiones que hablaba en público de su relación con el de la Isla tras la muerte de éste y los desencuentros con la familia del cantaor, confesaba: "Cuando grababa con él, lo dejaba todo. Me inspiraba. Era mi héroe". Es un pensamiento que fue una constante, porque consideraba al cantaor desparecido en 1992 como su inspiración permanente: "Él está en mi cabeza", dijo.

Aunque no participó en La leyenda del tiempo, el disco con el que la revolución que promulgaban ambos cruzó el Rubicón -precisamente por respeto a su padre, según reconoció el productor del disco Ricardo Pachón en la misma serie-, el flamenco de nuestra era está fraguado en las manos y guitarra de Paco y en el oído perfecto y la garganta prodigiosa de Camarón.

Porque incluso después de hacer esa enciclopedia del toque y del cante, eclosionaron sus carreras, juntos y por separado, y la creación como los genios que fueron, atreviéndose a hacer lo que nadie antes hizo en torno al flamenco. Un arte que cambiaron para siempre y ya nunca será el mismo sin ellos.

De madrugada, en México, se fue Francisco Sánchez Gómez, de un infarto de miocardio, pero para siempre nos queda Paco de Lucía, su obra grabada. Como el 2 de julio de 1992 se fue José Monge Cruz, pero desde entonces nos queda la discografía que grabó Camarón, en su mayor parte con Paco.

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