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Cultura

Desconcertante homenaje a Vassallo en el Reina Sofía

El Festival Internacional de Música Manuel de Falla sobrevive contra viento y marea ofertando una programación que se mueve entre las agrupaciones más señeras y sorprendentes (Kronos Quartet) y la promoción de lo mejor que se pueda encontrar en nuestro propio ámbito geográfico, entreverado de músicos norte o centro europeos de más que aceptable calidad. No está mal, aunque no es suficiente; donde estamos y en la época que nos ha tocado vivir no debemos conformarnos; administraciones públicas y mecenas privados deben aportar (y apostar) más por elevar el decaído y mediocre ambiente cultural de este Cádiz que presume (craso error) precisamente de eso, de ciudad culta y educada. Claro que los gaditanos tenemos que responder asistiendo a las actividades, antigua costumbre perdida hace bastantes lustros.

El pasado lunes y con el título de Homenaje a Juan Luis Vassallo Parodi le tocó el turno al Cuarteto Instrumental de la Camerata del Gran Teatro Falla, bajo la dirección de José Luis López Aranda, acompañando a la soprano María Dolores Leal. En los atriles obras de Federico García Lorca, Federico Chueca, Manuel de Falla, José Serrano, Tomás Barrera y Rafael Calleja, Fernando Díaz Giles, Gerónimo Giménez, Ruperto Chapí y Federico Moreno Torroba. Quizá alguien tendría que haber explicado tal emparejamiento de escultor y músicos; la rotundidad formal sin concesiones, el arte en ocasiones duro, de agresivos trazos angulares cercano al carácter castellano, la figuración no académica, las formas estilizadas sin detalles anecdóticos, incluso la figuración expresionista que se acerca a los caminos del constructivismo y de la abstracción de nuestro Vassallo, no parecen tener mucho que ver con algunos (bastantes) de los compositores propuestos, que se mueven dentro de conceptos oficiales, decimonónicos y estereotipados, y con las obras interpretadas. Por cierto: el programa de mano una birria.

Frente al público, sentado en sillas, muchas de ellas desfondadas, que llenaba el patio del Centro, de mala acústica, con un frío glacial y con importantes corrientes de aire imposibles de cortar, dos violines, una viola, un violonchelo, un piano y una soprano, seis artistas que en pocos momentos sonaron empastados, "concertados", equilibrados, formando una sola unidad y, lo que es más grave, afinados. A un servidor le da mucha pena decirlo pero, a la vista de lo escuchado, no tenemos en Cádiz un cuarteto de cuerda: problemas de afinación, de equilibrios dinámicos, de entradas y terminaciones a tiempo, de sonidos chirriantes, de articulación, de timbres, etc.: decepcionante, tienen que trabajar más. La mayor parte de las interpretaciones lo fueron con todo el efectivo mencionado; ignoro de quien o quienes son los arreglos para esta formación, pero me parecieron grises, planos, apagados, sin sustancia apreciable, sin sentido de la medida e interpretados a mucho mayor volumen que la voz de la solista; o puede que fueran buenos arreglos mal tocados en un espacio con pésima acústica. Lo mejor de la noche vino de la mano de la soprano a solas con el piano; aquí si se vio a un estupendo músico pianista (ambas cosas), con un buen sonido, con finura tímbrica, expresivo y pendiente de María Dolores.

De tan mediocre sesión también podemos salvar a la soprano. María Dolores Leal tiene sus limitaciones, pero canta muy afinada (mucho más que las cuerdas), tiene buenos fiato y paso de voz, resuelve correctamente los trinos, las coloraturas y los filados, emisión y respiración no presentan adherencias, y posee un estupendo registro agudo, limpio y pleno, en el que se crece con autoridad; los matices expresivos los maneja con soltura y su dicción es adecuada.

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