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Creador universal

  • Paco se va en su plenitud, querido por todos e idolatrado como quintaesencia de la música flamenca sin fronteras.

Paco no era un guitarrista flamenco, tampoco de jazz. Paco no sólo era un músico excelente. Era todo esto junto y mucho más.Fuente y caudal, Paco fue el último creador universal que ha dado la música en este país. Por eso le adoraban los artistas, porque sólo los dioses tienen el don de crear y ésta fue su mayor aportación al flamenco y la cultura en general. Y no hablamos sólo de los flamencos que siguieron sus pasos conforme discurría por nuevos caminos. Al escucharlo por primera vez, Mark Knopfler reconoció que jamás podría seguir la estela del de Algeciras. Y también recordaba ayer todo el mundo que Keith Richards, de los Rolling Stones, espetó a su legión de aficionados: "Decís que yo soy leyenda, pero no tenéis ni idea. Leyenda sólo hay dos o tres guitarristas en el mundo, y por encima de ellos está Paco de Lucía".

Paco se ha ido en su plenitud, idolatrado como un genio de otra galaxia y querido por todos. Perfeccionista como nadie y con la presión añadida de tocar siempre desde lo más alto del pedestal, al de Lucía no le habría gustado mirarse al espejo y decirse: tú ya no vales pa esto. Fallar en una simple nota no lo habría llevado bien: "Cuando vea que no valgo, me retiraré", solía decir. El Príncipe de Asturias de las Artes se convirtió en el más grande desde la sencillez y la virtud que poseen los elegidos. Cuentan sus amigos que la muerte le visitó mientras jugaba con los pequeños de su familia en el paraíso particular que fundó en la playa donde le gustaba bucear en México. Fue un mazazo para el mundo del arte, pero quienes bien querían al discípulo de Sabicas y Niño Ricardo sintieron, junto al dolor y la rabia, el consuelo de que su duende se haya apagado siendo aún joven y cuando era considerado por todos como un creador musical estratosférico, insuperable.

Hay guitarristas muy buenos y algunos que son formidables, increíbles. Paco era el mejor no ya por ser único, fue el que mejor cantó con su guitarra y todo un genio de la técnica que siempre buscó innovar y sorprender al respetable desde su ángel y una evolución natural. Basta recordar que ya de vuelta de la catedral, coronado por la crítica y el público, cambió el elenco al completo por jóvenes talentos. Necesitaba savia nueva alrededor para demostrarse que no se había oxidado, y vaya si fue capaz de cambiar de registro. Esa personalidad tan arrolladora de la que carece la mayoría definió su trayectoria, ya que la música le daba la vida y le hacía sufrir al mismo tiempo, porque para él el arte no era una obra completa, era el matiz.

A muchos artistas les golpeó la noticia en el Festival de Jerez, y la mayoría sintió la impotencia de no poder llorar a su ídolo, pero coincidieron casi todos en que el mejor tributo que se le puede rendir a Paco es que la música no deje de sonar. También él siguió adelante con pérdidas tan importantes como la de su propia madre, que le impactó en plena grabación de Luzía, y a la que le dedicó una seguiriya directa al corazón: "Las cuerdas de mi guitarra están llorando, lloran por mi madre...". Su talla es única y especial porque antes de Paco, cuando el flamenco estaba en pañales musicalmente hablando y se expresaba casi siempre de manera salvaje, se tocaba de una manera totalmente distinta. Después de que Chiquito de Algeciras apareciera en escena, ya nada fue lo mismo. Su virtuosismo y su técnica sólo podían competir con su don para transmitir poniendo el acento en el momento más oportuno y punzante.

Paco conoció el flamenco nacido del hambre y la posguerra y junto a Camarón de la Isla lo sacaron de los cuartos, de las ventas y los tablaos de mala muerte hasta dignificarlo y proyectarlo al futuro por todo el mundo. Ambos cambiaron la historia del arte jondo en los 70 con nueve discos de lujo y Paco jamás llegó a entender que se confundiera al personal con La leyenda del tiempo, como si hubiese supuesto este disco el punto de inflexión para el resurgir del flamenco y no todo el trabajo que realizaron juntos.

A diferencia del cantaor de La Isla, que no fue del todo consciente de su grandeza y su carisma, Francisco Sánchez Gómez siempre supo que por sus manos, como le reconoció el doctor honoris causa por las universidades de Cádiz y de Boston, pasaba todo lo que podía parirse con una guitarra, desde el toque de acompañamiento al concierto más clásico pasando por su paso a dos con el jazz y ese himno de Andalucía que interpreta como una sola orquesta, por bulerías. Camarón también era un creador, pero nunca tuvo la intención de ser el mejor. Paco sí se exigió siempre a sí mismo mucho más, desde la humildad y preñado por una inquietud cultural con la que se nace. Por esta misma razón, porque era consciente de la responsabilidad que le acompañaba cuando tocaba en directo o componía nuevo disco, se rodeó de los mejores y se mantuvo al día de todas las tendencias.

La armónica, la flauta, el saxo, la batería, el cajón... Cuando incorporó la percusión al flamenco los puristas más miopes lo tacharon de loco. Pero estos apenas salían de Andalucía, mientras su flamenco abierto y mestizo giraba con su famoso Sextet por todo el mundo. Que las mejores guitarras del momento como las de Al Di Meola y McLaughlin se rindieran a sus encantos fue cuestión de tiempo, como también ocurriría con Carlos Santana y Chick Corea, al que idolatraba de verdad.

A Paco le gustaba vivir entre dos aguas, ese éxito fulgurante que lo catapultó a la fama y que nació de milagro. Le gustaba hacer bailar a los peces cuando tocaba en su Cádiz del alma para luego pescarlos en la otra orilla de El Charco, en Cancún, donde disfrutaba con los suyos como en ninguna otra parte del mundo. Reencarnó la condición de un líder revolucionario, sencillo y discreto; ese líder que abrió el flamenco a los mejores escenarios del mundo, incluidos los templos de la ópera, y que jamás te fallaba. Cuando no era una amigo el que proponía visitarle, estaba pendiente de que otro le mandara un disco para oír su opinión. Casi nunca se negó.

Su secreto era tocar con sencillez y limpieza traspasando los sentidos sin que casi nadie se diese cuenta de que estaba ante la quintaesencia de la música sin fronteras. Él jamás llegó a creérselo del todo: "Me he pasado la vida pensando que no sabía tocar". Y lo único que le pedía a la vida era "salud para criar a los dos niños y una vejez digna, sin que me duelan los huesos". El destino caprichoso no le concedió este último deseo.

Artista de artistas, nadie quería perderse sus conciertos. En el último que ofreció en Jerez coincidieron Poveda, Sara Baras, Ruibal, Moraíto... Joaquín Grilo, que giró con él siete años, pasó a saludarlo y comentó a su regreso del camerino que Paco no acudiría a la fiesta en su honor. Pese a que transmitió como siempre, era muy detallista y no terminó contento del todo. Tampoco la noche y la juerga le atraían ya en exceso. ¿Pero y qué más daba? Artistas y amigos le cantaron y bailaron hasta el amanecer. Como si fuera un faraón en vida, un faraón humilde, a Paco lo adoraban sin necesidad de que estuviese presente. Y puesto que a él lo que más le reconfortaba era que un artista le dijera "ole", seguro que descansará en paz en ese viaje que todos emprenderemos algún día.

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