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Cultura

El Cádiz del XIX, desde el catalejo de sus visitantes

  • Soledad Porras presenta 'Viajeros italianos en España. Cádiz en los libros de viajes del siglo XIX'

"Descendí bajo cubierta para coger el catalejo y al subir vi Cádiz. La primera impresión que me causó fue la de dudar si se trataba o no de una ciudad; luego me eché a reír y después me volví hacia mis compañeros de viaje como pidiendo que me asegurasen que no me estaba equivocando. Cádiz parece una isla de yeso. Es una gran mancha blanca en medio del mar, sin un matiz oscuro, sin un punto negro, sin una sombra (...). Cádiz es la ciudad más blanca del mundo (...). Cádiz es uno de los más deliciosos caprichos humanos. No son solamente blancas las paredes externas de las casas, son también blancas las escaleras, los patios, las paredes de las tiendas, es también blanco el mármol, las columnas, blancos los rincones más recónditos de las casas más modestas y las calles más lejanas". Quien así describe la ciudad es Edmondo de Amicis, escritor italiano que arribó a Cádiz en barco desde Sevilla, a través del Guadalquivir, y cuyo testimonio se recoge, junto a la de otros viajeros italianos que llegaron a la ciudad en el siglo XIX, en el libro Viajeros italianos en España. Cádiz en los libros de viajes del siglo XIX, escrito por Soledad Porras Castro y editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, y que será presentado hoy en la Feria del Libro con la presencia de la autora y del director del departamento universitario, Gonzalo Butrón Prida.

Soledad Porras, sevillana de nacimiento, es profesora titular de Filología Italiana en la Universidad de Valladolid. Sus vínculos con Cádiz y su provincia se remontan a su infancia, cuando veraneaba con su familia en Sanlúcar o cuando visitaba a su abuela en Cádiz capital. Desde entonces, Soledad Porras ha visitado siempre la ciudad. Su acercamiento a los libros de viajes, su interés por la investigación y su profundo conocimiento de la lengua y la cultura italianas le llevó sumergirse en archivos y bibliotecas para descubrir cómo vieron Cádiz los viajeros italianos en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los periódicos -como Nazione de Florencia para el que trabajaba Amicis- aún se permitían el lujo de enviar a escritores y periodistas a otros países para escribir acerca de sus paisajes, sus gentes o sus costumbres.

Soledad Porras, única española que es miembro del Centro de Investigación sobre Literatura de Viaje de Turín, acudió para lograr datos para su investigación a las Bibliotecas de Roma y Turín, pero en Cádiz también buscó entre los papeles y manuscritos del Archivo Provincial, de la Biblioteca Municipal Celestino Mutis o de la Fundación Joly, cuyos fondos dejaron "sorprendida" a la investigadora. También indagó en las páginas de Diario de Cádiz, dondeencontró curiosas recomendaciones sobre libros de viajes. En general, Soledad Porras destaca la riqueza de los fondos bibliográficos de la ciudad, con una gran cantidad de documentos aún por consultar que abren un horizonte investigador del que ella misma no se quiere desligar: "Tengo pensado indagar más cosas sobre Cádiz, seguir investigando en un futuro".

De momento, los resultados de su trabajo sobre los viajeros italianos ya han tomado cuerpo de libro mediante la pulcra edición del Servicio de Publicaciones de la UCA, un volumen de 140 páginas que se acompaña de un CD con los textos originales en italiano que Soledad Porras ha traducido para la edición escrita.

Son las palabras de Antonio Conca (único viajero de los que aparecen en el libro que visitó la ciudad en el siglo XVIII), Adolfo Foresta, Luigi Serristori, Elena Mario, Gustavo Strafforello, Cesare Imperiales Di Sant'Angelo o el ya citado Edmondo de Amicis. Se trata de escritores, periodistas, científicos o viajeros sin más que llegaron a la ciudad o a su provincia atraídos en principio por su pertenencia a Andalucía y que se toparon en ella con más raíces italianas de las que esperaban, con muchos apellidos de compatriotas, con pujantes comerciantes genoveses y hasta con una capilla construida por estos mismos italianos en lo que fue la primera Catedral de la capital.

Los viajeros describieron paisajes, impresiones, personas, pero también dejaron constancia con gran precisión de la captura del atún en las almadrabas, del trabajo en las salinas, de la obtención de los vinos en Sanlúcar o Jerez, de las corridas de toros y de las peleas de gallos; y, sobre todo, de la luz, de la blancura, de las hechuras marítimas de un Cádiz que se empezaba a vislumbrar desde el catalejo y que se terminaba admirando por encima de muchas otras cosas.

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