Cultura

Buscando recovecos mentales

David Maldonado.

David Maldonado.

Meca, el centro artístico almeriense que dirige Fernando Barrionuevo vuelve a programar una nueva exposición itinerante con propuestas de una serie de artistas, de variadísima filiación estética y plástica, sobre un tema determinado. No es, ni mucho menos, una mala idea la de organizar exposiciones que den a conocer la realidad creativa de unos autores; sobre todo, en este tiempo de escasez expositiva, con salas cerradas y las galerías en claras situaciones de mínima actividad. Creemos, sin embargo, que en este caso, existe una insistencia demasiado acusada en comparecencias, con casi los mismos artistas, en espacios que repiten en muy corto espacio de tiempo. Algo que no repercute positivamente en una realidad que llega, incluso a abrumar o, por lo menos, a cansar. Esta exposición que se presenta en las estancias de la planta baja del Museo gaditano con muchos de los artistas organizados por Fernando Barrionuevo llega cuando no hace ni un año que se presentaba Nuevos nómadas en el mismo sitio y con parecida nómina de artistas. No es bueno ni para los comparecientes ni siquiera para la entidad que los presenta, en este caso la institución museística de Cádiz. No deja de ser una repetición de nombres y maneras que, como digo, hasta puede llegar a cansar.

Todo esto no es óbice para que nos encontremos con piezas de entidad, salidas del genio creador de artistas de cierta importancia que aportan entidad a cualquier exposición. De esta manera, la muestra que ha ocupado todo el verano en el Museo de la plaza de Mina nos sirve para reencontrarnos con la experiencia de treinta artistas cuya obra, en mayor o en menor medida, pretende realizar una reflexión sobre los procesos mentales de los humanos.

Entre todo lo que se presenta en el patio del museo gaditano destacamos la enigmática fotografía de Francisco Uceda; la sutileza plástica elevada a la máxima potencia de Paco Lagares; el buen acondicionamiento geométrico de Juan Morante; ese grafismo lineal que envuelve y convence de Carmen Guardia; la jugosa instalación de José Luis Lozano; el misterioso relato de una formas que generan emoción de Yolanda Relinque; la bien compuesta realidad mediata de Paco Sanguino; los bellos gestos mágicos de Carmen Sicre; las apasionantes caras de Tomás Cordero; el relato diseccionado del cuerpo de Sara Sarabia; el sabio misterio de Ming Yi Chou; los buenos criterios espaciales en la instalación de Javier Flores; los gestos metafóricos de la gran fotografía de Mar Garrido; el abstracto compartimentado de Lucía Romero; el simbolismo mágico de Fernando Baños; la expectación que crea la obra de Mariló Entrambasaguas; el bello y pasional tratamiento de la cerámica de Mercedes Lirola; así como la buena oferta -pero pésimamente colocada en la exposición- de Pablo Foruria.

Estamos ante una nueva exposición coral en la que los treinta artistas desarrollan un concepto, interpretan una idea bajo la forma plástica de una personal estética que, a veces, la propia realidad artística del autor queda muy por encima del planteamiento conceptual que anima el grueso de la exposición y para el que han sido convocados.

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