Cultura

Branagh devuelve un aire clásico al cine de agentes secretos

Drama/acción, EEUU, 2013, 105 min. Dirección: Kenneth Branagh. Guión: Adam Cozad, David Koepp. Fotografía: Haris Zambarloukos. Música: Patrick Doyle. Intérpretes: Chris Pine, Keira Knightley, Kevin Costner, Kenneth Branagh, Gemma Chan. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar, San fernando Plaza, Yelmo, Cinesa Los Barrios.

Decir de una película de Kenneth Branagh que su mayor virtud es la modestia con la que se pliega a las convenciones de género, mezclando un aire del cine de espías de los 60 o los 70 con los títulos de la intermitente saga de Jack Ryan y las inevitables aportaciones de la de Bourne, habría parecido una broma hace siete años. ¿El interesante y ampuloso realizador e intérprete shakespeariano obsesionado con Laurence Olivier puede ser modesto y plegarse a las convenciones de un género de acción borrándose tras un estilo tan anónimo como transparente? Pues sí. Porque a partir de Como gustéis (2007) la errática carrera de Branagh ha ido del remake inferior al original (La huella) a la neoépica de tebeo y musculada (Thor), como si estuviera empeñado en recuperar algunos de los peores errores de su pasado, cuando intentó demostrar que para él había vida fuera de Shakespeare: Morir todavía, Los amigos de Peter y Frankenstein de Mary Shelley habían dejado claro que ni el cine de género ni las superproducciones se le daban bien.

Como si se tratara de un desafío Branagh ha insistido hasta lograr, con esta Jack Ryan. Operación Sombra, hacer una buena serie B con un presupuesto de serie A; que recuerda a las viejas películas con Michael Caine, efectos de ojo de pez y música de John Barry. Para ello ha resucitado al personaje de Tom Clancy haciéndole interpretar una historia apócrifa, aprobada por el autor poco antes de su fallecimiento.

Hace 23 años que el agente Jack Ryan debutó en cine en La caza del octubre rojo con la cara de un Alec Baldwin devorado por el contrincante que interpretaba el gran Connery. Después reapareció en Juego de patriotas y Peligro inminente con la de Harrison Ford y por fin lo hizo en Pánico nuclear con la de Ben Affleck. Ahora lo hace con la de Chris Pine. Demasiado joven tal vez, aunque con posibilidades si la saga cobra nueva vida: tiene el rostro honrado del analista metódico a quien el sentido del deber empuja a peligrosas aventuras.

Branagh logra por fin parecer correcto y modesto tras la cámara y está estupendo ante ella, dando espesor dramático al personaje de un malo malísimo que, naturalmente, renuncia a las naves espaciales y las bombas atómicas del Dr. No o Ernst Stavro Blofeld para apuntarse al terrorismo financiero. Cosa de los tiempos. Kevin Costner, como el jefe duro pero también paternal, demuestra que no está acabado como actor. Keira Knightley hace, pese a la relevancia de su papel, de florero. O dicho de otra forma: interpreta su papel como si fuera un florero lleno de adornos (léase exageraciones interpretativas).

Branagh le da a su mejor película no shakespeariana un grato y confortable aire de cine de siempre, de honrada película de entretenimiento muy profesionalmente realizada que se ve con gusto otra vez si nos la tropezamos zapeando. Se agradece la contención de la cámara frente a los excesos de la saga Bourne. Aunque influida por ella, Branagh parece inspirarse más en sus connacionales Guy Hamilton o Terence Young (en cambio a su habitual y excelente colaborador musical Patrick Doyle parecen habérsele pegado más las malas maneras de Hans Zimmer que las buenas del John Barry que trabajó con esos realizadores). A lo mejor está logrando convertirse en un buen director de cine de género.

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