Cultura

Bailar con la ausencia

Lo duro no debe ser representar cuando un compañero ha hecho mutis por el foro de la vida 24 horas antes. Lo duro debe ser hacerlo con una obra donde un fantasma y la ausencia es la protagonista. Matilde, la mujer que amaron los dos protagonistas de Las apariencias engañan debió ser en la mente de los actores, personas antes que personajes, Juan Carlos Moretti. Cuando Walter Reyno baila con un traje que perteneció a ella sabemos con quién danza en soledad realmente. La decadencia también juega su papel en la trama, y ya sabemos que su sensación se acentúa cuando la muerte nos golpea de cerca. No es de extrañar que en tales circunstancias el aspecto fúnebre de la obra se acentuará frente a los más humanos. Y que Montevideo Teatro, escisión del legendario Circular de Montevideo, viejos conocidos del FIT, no lograse esta vez la sensación de optimismo frente a la desgracia que otros montajes anteriores causaban. Bastante tenían con salir a escena tocados del alma.

Es el esfuerzo de los actores, es encomiable en estas circunstancias. Ellos están por encima de un texto que es bastante limitado y que planteada la situación no avanza, dando vueltas en torno a su premisa única, y que lo confía todo a unos actores que no tenían lógicamente el día. Además, la obra tenía el mismo curioso problema de Erling, la primera aportación uruguaya de este FIT 2008: acababa bruscamente dejando al espectador fuera de juego. Pero no era noche de buscar las cosquillas, sino de admirar la profesionalidad de unos intérpretes que arrojaron por la borda su dolor y bailaron con la oscuridad del vacío que deja la ausencia. Sombrerazo.

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