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¡Baila, Vincent, baila!

  • 'Pulp Fiction', de Quentin Tarantino, regresa a las salas de cine desde hoy y hasta el lunes

  • En la provincia, será repuesta en Cinesur Bahía de Cádiz y Odeón los Barrios

Jodidas hamburguesas y jodidos chiflados repartiendo tiros. Y Vincent Vega bailando. El camino del hombre recto (Ezequiel 25:17) en la boca gorda y psicópata de Jules Winnfield. Y Vincent Vega bailando. Los pies desnudos de la señora de Marsellus Wallace deslizándose por la pista. Y Vicent Vega bailando. Sí, cierto, Vicent Vega no cabe ni en los pantalones de Tony Manero ni en los de Danny Zucco. Sí, cierto, el descarado y orgulloso gran plagiador rapiñea la coreografía del Ocho y medio de Fellini. Sí, es cierto, la destartalada elegancia de Mia Wallace también tiene buena parte de culpa de que esta escena dé vueltas y vueltas en la cabeza. Pero, sobre todas las cosas, adoramos a Vicent Vega. Nos pasaríamos la vida viéndolo bailar. Con su cuerpo grande y bien adiestrado en los secretos del ritmo y la gracia. Sin que nada le sobre, sin que nada le falte. Baila, Vicent, baila. Y este fin de semana, en pantalla grande porque Pulp Fiction regresa a las salas de cine.

La distribuidora 39 Escalones lo ha vuelto hacer. Y si el pasado año nos procuró un verano de fantasía con la vuelta a las salas del clásico La historia interminable, desde hoy y hasta el lunes los cines se tiñen de rojo Tarantino para recibir a una de las películas imprescindibles de la filmografía del controvertido director que en este 2017 celebra sus 25 años en el oficio.

En la provincia de Cádiz, sólo dos cines, Cinesur Bahía de Cádiz, en la capital, y Odeón, en Los Barrios, han optado por recuperar esta cinta de 1994 donde el realizador que debutó con Reservoir Dogs quiso enfrentar su segundo largo inspirándose en el formato de aquellas revistas (pulp) de literatura barata y popular destinada a las masas de clase media y baja para realizar su propio retrato sin tiempo de las cañerías de Los Ángeles a través de una galería de personajes que se cruzan, sin cruzarse, relatando las historias de siempre contadas de otra manera. Una manera que conquistó al público de mediados de los 90 de forma tan definitiva, que no pocos cinéfilos reproducen el salmo de las narices que Jules recita (para desesperación de Vincent) cada vez que encañona a una víctima.

Femmes fatales que le harán caer en la tentación, la mujer del gran jefe, sin ir más lejos, atracadores de poca monta, estafadores... Los personajes habituales que deambulaban por las páginas de estas revistas que vivieron su época dorada en la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos se cuelan en el celuloide bien aliñadas, eso sí, con sus buenos chorreones de violencia y sarcasmo, convirtiendo esta literatura de usar y tirar en algo duradero en la pantalla.

En los diálogos llenos de vericuetos y trampas (con esos monólogos chispeantes que se convertirían en marca de la casa) y en la construcción de unos personajes altamente atractivos reside, en buena parte, el poder de esta película, inseparable ya, de la cultura pop contemporánea que gustó en colocar la cámara en el ojo de un espectador privilegiado que se mete dentro de la acción persiguiendo, acompañando e incluso alternando los puntos de vista de los protagonistas.

Con Pulp fiction, Tarantino apuntaló la fama y el respeto que había conseguido como director con Reservoir Dogs y, por supuesto, como guionista (logrando el Oscar junto a su amigo Roger Avary a Mejor Guión original), aspecto donde también se descubrió en su ópera prima permitiéndole vender guiones anteriores tales como Amor a quemarropa, que llevaría al cine Tony Scott en 1992, o Natural Born Killers, que sería el germen de Asesinos natos, que Oliver Stone reescribiría y dirigiría en 1993.

La estatuilla fue la única que consiguió el realizador de Tennessee de las siete a las que el filme optaba en la 67 edición de los Oscar. Sin embargo, distinciones no le faltaron a Pulp Fiction que se consagró ya en su estreno, el 21 de mayo de 1994 en el Festival de Cannes, consiguiendo la Palma de Oro que le concedió un jurado presidido por Clint Eastwood.

Fue el primer reconocimiento de una lista de más de cuarenta premios internacionales (Globo de Oro y el BAFTA al mejor guión original, entre otros) y, como el tiempo ha demostrado, de su mayor logro, conseguir colarse en la psique colectiva, en el imaginario de toda una generación que, al igual que este filme o otros como Trainspotting (Danny Boyle), fueron acusados de animar al consumo de drogas y de la banalización (de la estetización, sí, culpable) de la violencia. Y es que Pulp Fiction, como buen pulp, llegó a las masas y se convirtió en un producto ciertamente rentable (costó 8 millones de dólares, es decir, un proyecto independiente de bajo-medio presupuesto, y generó una recaudación mundial de más de 210 millones de dólares, estrenándose en más de 1.400 salas de cine).

Guión, decíamos, director, decíamos. Y actores, un desfile imponente: John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman, Bruce Willis, Tim Roth..., dando vida a sorprendentes peroratas sobre los modos de vida americanos y europeos, pasajes bíblicos, la historia tragicómica de un reloj que pasa de generación en generación, y callando lo que contiene el maletín... Y Vicent Vega bailando con Mia Wallace el You can never can tell de Chuck Berry, aunque nosotros, pobres espectadores, nos empeñemos en imitarlos cuando tenemos la suerte de que en una pista de baile suene el Misirlou de Dick Dale & His Del-Tones, que también forma parte de la magnífica banda sonora de un filme para volver a ver contigo, Vicent, bailando.

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