Cultura

Baelo participa en un método para detectar terromotos en yacimientos

  • Se trata del primer sistema que permitirá descubrir sismos no catalogados y es presentado en las ruinas tarifeñas · El estudio lo han desarrollado arqueólogos españoles de un programa de la Unesco

Un equipo de arqueólogos españoles presentó ayer en el conjunto de Baelo Claudia la primera metodología para el estudio reglado de las deformaciones provocadas por terremotos en los yacimientos arqueológicos, durante el primer encuentro internacional de arqueosismología, que se celebra en las ruinas tarifeñas hasta el 13 de septiembre. Un equipo multidisciplinar del propio yacimiento ha participado en el pionero proyecto.

Se trata de la tabla metodológica bautizada como Earhquake Archaeological Effects (EAE), desarrollada por el equipo español del grupo de trabajo en arqueosismología y paleosismología del Programa Internacional de Geociencias (ICGP) de la Unesco. Según este método, un sismógrafo detecta un terremoto dos segundos después de que se inicie mientras un yacimiento arqueológico muestra un terremoto, del que no se tenía constancia en el catálogo sísmico, cientos o miles de años después, según informó el Instituto Geológico y Minero de España (IGME).

Con la nueva metodología se podrá conocer dónde se registró un movimiento sísmico y los expertos consideran que un yacimiento arqueológico ofrece grandes ventajas para saber cuándo se produjo, ya que hay abundante materia orgánica para datar, como una moneda, una cerámica o un vidrio. Además, la EAE permite identificar las deformaciones producidas por los terremotos, descartar otras causas de abandono o deterioro de poblaciones y podría servir para identificar, clasificar y medir las deformaciones en yacimientos.

"Lo importante es saber que se produjo un terremoto y si uno observa deformaciones sísmicas en un yacimiento está claro que el terremoto que las produjo fue destructivo independientemente de la cantidad de energía que se liberara", explicó el investigador del IGME, Miguel Ángel Rodríguez Pascua, al tiempo que añadió que esto es "lo más importante" que ofrece la metodología.

La diferencia entre sismología y paleosismología es que la primera estudia terremotos con técnicas instrumentales mientras que la segunda se ocupa de los terremotos ocurridos antes de las primeras crónicas históricas mediante la geología. Por su parte, la arqueosismología estudia los efectos de terremotos en yacimientos arqueológicos.

Según Rodríguez Pascua, el catálogo sísmico "todavía está cojo", ya que los tiempos de recurrencia y los periodos de retorno no se conocen con precisión porque "en el mejor de los casos, sólo se cuenta con 100 años de registro instrumental". En ese sentido, señaló que por ejemplo en Italia se podría llegar a 2.000 años de registro histórico, mientras que en España sería "complicado" remontarse más allá de la Reconquista por la pérdida de información con la destrucción de bibliotecas. Por tanto, a su juicio, los datos sísmicos del registro histórico español están "muy sesgados" porque en estos momentos no hay "ni idea" de dónde están las fallas "ni de que son capaces de provocar un terremoto", al haber poca información para periodos más amplios, de 5.000 o 10.000 años.

"Por eso la arqueología, la geología y la geofísica no pueden ser departamentos estancos sino sumamente permeables y esa es la clave del buen funcionamiento que se está produciendo en otros países como Estados Unidos", valoró.

A ese respecto, precisó que el Servicio Geológico de Estados Unidos sólo tardó dos años en cartografiar todas las fallas activas del estado de California tras el terremoto en San Francisco en 1906, por lo que hoy dispone on line de toda la información sobre fallas activas, deformaciones producidas en edificios y cada nuevo dato se incorpora en tiempo real.

En el desarrollo de la nueva metodología, coordinada por el IGME, participó, además de un equipo multidisciplinar de Baelo Claudia, otro en el yacimiento arqueológico de Tolmo de Minateda (Albacete), ambos liderados por el investigador de la Universidad de Salamanca Pablo Silva Barroso en colaboración con el CSIC y la UNED.

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