Clara Janés. Escritora y traductora

"Arrastramos un tipo de memoria que no sabemos de dónde nos viene"

  • La autora catalana participó ayer en el ciclo Voces en el Museo, organizado por la Asociación Qultura y la Consejería de Cultura. "Con San Juan de la Cruz, me llegó esa sensación de ruptura de todo", afirma

Tal vez para ver mejor, Clara Janés (Barcelona, 1940) lleva al cuello el ojo de Isis. Y tal vez fue gracias a su mediación que dio con un poemario oculto de Rilke, con el hilo que une a ángeles y pastores a través de la culturas y los siglos o con el cosquilleo alerta de las primeras horas del día.

Clara Janés visitó ayer el Museo de Cádiz para hablar en torno al óleo de San Miguel de Lucas Jordán: "El arcángel es aquí una figura de gran belleza, envuelto en oro y en una gran serenidad -comenta la escritora-. Y en su expresión no hay nada de inquina, pero le está clavando al pastor su lanza".

La escena coincidía con el universo simbólico que Rilke había desarrollado en el libro Poemas a la noche. Un título que Clara Janés había encontrado en edición bilingüe en Italia "y que nunca se había traducido al español". "Cuál fue nuestra sorpresa -cuenta - al descubrir que eran poemas inspirados en España y escritos, los primeros de ellos, en Ronda".

Por lo que se observa en sus cartas, cuando Rilke llega a Toledo queda fascinado por los ángeles del Greco - "esos ángeles que recogen la sangre de la Crucifixión"- y por los pastores. "Y estos dos temas, de gran riqueza iconográfica, son los que plasma en sus poemas".

Y sí es larga, la tradición del ángel y el pastor, y potentísima su carga simbólica. En su charla -bajo el título El ángel terrible y el pastor: de los mitos sumerios a Rilke-, Clara Janés exploró el mito a lo largo de 34 imágenes. Si la figura del ángel -de origen zoroastrista- es antigua, la del pastor -de origen sumerio, ligada a los rituales de fertilidad y de renacimiento de la naturaleza- lo es aún más. "El dios hindú Krishna, además, fue también pastor y reverdecía el bosque -indica la ensayista-. La iconografía del pastor, con la oveja sobre los hombros, vamos a encontrarla incluso en los frisos egipcios, y en los griegos se desarrolla en Orfeo. El Cristo será, también, cordero y pastor al mismo tiempo, el que custodia y a quien llevan al sacrificio".

"En escritos de Hermes Trimegistro -continúa-, vemos que se le aparece un pastor que es también su custodio. Al llegar al misticismo, esta figura pasar a ser pastor y ángel a la vez. El Islam recoge esta leyenda y presenta al propio Hermes sumido en una noche oscura. Y el pastor es, a la vez, el ángel del filósofo, en una asociación que se remonta a Sócrates. En sus poemas, Rilke proyecta todo eso".

Así, en la iconografía terminamos encontrando, en realidad, dos ángeles: uno bello, sereno, implacable y austero (el arcángel) y otro, el pastor, que tutela y acompaña a entrar en el otro mundo.

"Heidegger decía que su filosofía era la expresión de lo que Rilke dijo en su poesía -completa Clara Janés-. Esto es muy interesente, porque el mismo Heidegger afirmaba que el hombre es el pastor del ser".

El hilo de Ariadna lleva, efectivamente, de las tablillas sumerias al pensamiento y la poética alemanes. "Si, como dicen, somos polvo de estrellas, no es extraño que al final lleguemos a las mismas conclusiones -reflexiona Clara Janés, casi sin querer-. Arrastramos con nosotros una memoria que no sabemos de dónde viene. Al fin y al cabo, los genes también son memoria".

"Leo bastante de física cuántica -dice, de repente, como si fuera normal entre nosotros, como si uno tuviera en la mesilla un tratado sobre la Teoría de las Cuerdas-. Y me fascina lo relativo a las micropartículas, esa idea de que, en realidad, somos fluctuaciones, de que no somos completos..."

Las lindes, las fronteras, el mundo que no es mundo. Clara Janés comenzó a escribir, dice, imitando a San Juan de la Cruz. "Vivía junto a un convento de clarisas -cuenta-, y me parecía que estaban en un estadio superior, en esa anulación del espacio y esa anulación del tiempo que suponía rezar a cualquier hora. Con San Juan de la Cruz, me llegaba esa misma sensación de ruptura de todo, de estar por encima de cualquier cosa".

Otro momento entre mundos es, precisamente, la amanecida. El instante que, al igual que María Zambrano, Clara Janés percibe como un tiempo de inspiración y de llamada, de rapto absoluto -"las columnas de la aurora", repite-. Precisamente, uno de sus últimos títulos, María Zambrano. De la sombra llameante (Siruela), es un acercamiento al pensamiento de la filósofa que acuñó el término 'razón poética'. "La sombra llameante -explica Janés- es el conocimiento que surge de la oscuridad, pues allí es donde mejor apreciamos la luz ... María Zambrano habla de un saber diferente, que no es racional, y que es místico. El poeta o incluso el escritor son capaces de captar ese conocimiento, que tal vez ni siquiera entienden demasiado. Se mueven por un sentido de transcendencia, de querer ir más allá".

"María Zambrano -continúa- creía en un conocimiento esotérico, más allá de la lógica, que era del que se nutría la poesía. La poesía, decía, es producto de la ebriedad, y sólo se embriaga quien está desesperado, y hace de la desesperación el motivo de su existencia".

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