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Cultura

'Arlequino' y el teatro se estrenan en el Campo del Sur

  • A pesar de no llenar el aforo, el público se volcó con la compañía la Madriguera

No cabe ninguna duda de que Arlequino es gaditano. La obra que protagoniza huele a pescaíto frito y viento de levante. Natural de la Villa de Rota, Chanito, como es comúnmente conocido el fiel servidor Arlequino, es un buscavidas que se da a conocer al público entre enredos, situaciones cómicas, algunas dramáticas, y con la influencia del carnaval italiano y su paralelismo con la ciudad de Cádiz. Junto a él, el elenco lo completaban un conde amanerado, una mujer disfrazada de hombre, una doncella repipi y su interesado padre, un sevillano asesino y enamorado y una sirvienta dicharachera y descarada.

En la noche del jueves, el escenario del espacio Entrecatedrales se desvirgó en el arte del teatro con la actuación de la compañía La Madriguera y su obra Arlequino, servidor de dos amos. Seis actores, para siete personajes, desafiaron a la danza para abrir camino a un nuevo arte en el escenario del Campo del Sur. Y durante dos horas hicieron disfrutar al público de una agradable velada en la que las risas de los asistentes fueron constantes.

La anécdota de la noche la protagonizó Arlequino, interpretado por Álvaro Sánchez de Medina, quien al inicio de la obra sufrió un pequeño incidente con sus pantalones que le hicieron mostrarse, según sus propias palabras "tal y como soy". El incidente se tomó con humor y dio lugar a divertidas improvisaciones que provocaron las carcajadas del público. Tras cambiarse de pantalones porque le empezaba a "entrar fresquito", se dirigió al público de la primera fila, desde donde disfrutaba del espectáculo la alcaldesa Teófila Martínez, y, medio en broma, medio en serio, dejó caer que "algunas de esta fila se están riendo demasiado".

El espectáculo finalizó bien entrada la media noche, con el público en pie y la invitación a Antonio Martínez Ares, autor de la música y la letra de la obra -que disfrutó de la noche desde un discreto lugar entre el público-, a disfrutar de la ovación sobre el escenario junto al resto de los protagonistas.

A pesar de la belleza del enclave elegido, entre la Catedral, la Casa del Obispo y el mar de Cádiz, se pudieron observar dos pequeños inconvenientes que se hicieron patentes a lo largo de la velada. En primer lugar, la acusada humedad de la noche, que en ocasiones hizo a los actores perder el equilibrio sobre el escenario. Y en segundo lugar, el ruido de los coches y los viandantes de la zona impedían al público de la última fila escuchar los diálogos con claridad.

Vale que el recinto no consiguió llenar el aforo, pero el público se volcó con esta compañía roteña que ha conseguido traspasar fronteras llevando el arte de Cádiz hasta el otro lado del Atlántico.

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