Jerez

El más triste fin de semana de San Miguel

  • El barrio sigue aún paralizado por uno de los sucesos más sangrientos de la historia reciente de Jerez Las víctimas continúan muy graves.

Alrededor de las cinco de la tarde de ayer, un cámara de televisión y una joven reportera se apostaban frente al edificio donde residía Yolanda, pisando los mismos adoquines sobre los que Alejo, de la familia conocida como 'Los Alejo' en Algar, había acabado con su propia vida el viernes al mediodía. Alina es una señora sobre la cincuentena procedente de Europa del Este que reside desde enero en un apartamento del número 8 de la calle Molino Del Viento, justo debajo del de Yolanda, la víctima del tiroteo del viernes junto a su madre, Pilar. "Llevaba ella viviendo dos semanas aquí, yo no la conocía", comentaba ayer la mujer en un precario castellano. "A su madre la vi una vez". Alina no estaba en casa y se llevó la sorpresa a su regreso. Permaneció estremecida a la entrada de su calle, a mitad de Zarza, desde las doce y media hasta las tres de la tarde, cuando los policías retiraron el cordón de seguridad impuesto para facilitar las labores de los servicios sanitarios, de los bomberos y de los forenses.

Yolanda encadenaba cuatro días de descanso en la gasolinera donde trabajaba, ubicada en la circunvalación Norte de la ciudad. En su lugar de trabajo señalaban que apenas habían tenido aún oportunidad de conocerla. "Llevaría lo más dos meses aquí, pero esto es su trabajo, tampoco podemos decir mucho más", comentaba ayer una compañera. Muchos campilleros se manifestaban reacios ante tanto ajetreo derivado del suceso, acaso uno de los más negros de la historia reciente de la ciudad. Salvo Alina, los vecinos del portal de Yolanda apenas querían pararse un segundo a mostrar su reacción. En el día de la resaca de este suceso de violencia de género que el barrio tardará en olvidar, San Miguel echó un cerrojo a los forasteros, como tratando de coger aliento tras el tenso viernes. "Yo no vi nada, para qué te voy a abrir", decía una vecina a escasas puertas del lugar del suceso. Fueron pocos los testigos que en el sábado fueron capaces de aportar algunos detalles más. En contra de lo que se dijo, las víctimas no estaban dentro del coche en el momento en el que recibieron los disparos. Los restos de la luna de un vehículo que aún quedaban ayer por la acero pertenecían al 4x4 de Alejo, pero la ruptura la produjo la Policía para poder trasladar el coche en la grúa.

Uno de los momentos más desagradables para los testigos fue cuando el coche transitó la calle conaún muchos restos del disparo con el que se sucidió el autor del tiroteo. "Fue una carnicería", musitaba alguien ayer por San Miguel. "Yo estaba en la ventana cuando él se metió el tiro, parece que lo estoy viendo todavía. Yo soy de las que no abre la puerta de su casa ni aunque esté pasando por mi puerta la Expiración", contaba ayer María, una septuagenaria que apenas pudo dormir la noche del viernes al sábado. "Lo hago con tratamiento, con pastillas, y estoy también con mi hijo aquí y me ayuda. Siento miedo, coraje, yo qué sé. Fue un cobarde, se suicidó porque no quiso hacerse cargo de lo que había hecho". El entierro de Alejo será hoy a las once de la mañana en su municipio, Algar. El cuerpo será velado hasta hoy por la mañana en Arcos. La familia del agresor se encuentra devastada por los hechos del viernes. El entorno ha redoblado esfuerzos para apoyar a uno de los hermanos del fallecido, que ha necesitado una atención psicológica más intensa.

Por su parte, Pilar y Yolanda, madre e hija de 64 y 33 años, continuaban a última hora de ayer en estado muy grave, la primera ingresada en el Puerta del Mar de Cádiz y la segunda en el hospital de Jerez. Ambas fueron intervenidas el viernes por la tarde, pero la madre volvió a ser operada esa misma noche por los cirujanos de Cádiz. Aun a la espera de cómo marche la evolución, fuentes sanitarias no se mostraban ayer muy optimistas sobre su recuperación.

Los últimos casos más graves de violencia de género sucedidos en Jerez son los asesinatos de Raquel Barrera, ocurrido en abril de 2014, y de Miriam Tamayo, en junio de 2013. Por la muerte de Barrera, su marido fue condenado hace menos de un mes y aún se encuentra a falta de que se dictamine el número de años que deberá pasar en prisión. La ex pareja de Miriam Tamayo también fue declarado culpable de asesinato, por el que cumple una sentencia de casi veinte años. La muerte de Barrera sucedió en un contexto socioeconómico superior a la media, mientras que Tamayo y su ex pareja eran ambos de familia humilde y trabajadora. "Esto puede pasar en cualquier lado. San Miguel es un barrio tranquilo. Si la chiquilla se hubiera ido a vivir a otra parte cuando llegó de Ubrique para trabajar, habría pasado en ese otro sitio", insistía ayer Julio, otro vecino de Molino del Viento que vive este fin de semana los días más tristes que, seguro, hacía tiempo, no conocía el barrio.

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