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explotación sexual

Las ataduras de la trata: "¿Tienes hijos? Ellas también"

  • Desde la lucha contra el tráfico de mujeres, se alerta del férreo control de las mafias 

  • Nuevo Hogar Betania, en La Línea, ha vivido el secuestro de una menor 

Una de las mujeres que ejercen la prostitución en la zona baja de Algeciras.

Una de las mujeres que ejercen la prostitución en la zona baja de Algeciras. / Erasmo Fenoy

La prostitución, dice la Europol, es la segunda fuente de ingresos “ilícitos”, por detrás del narcotráfico, aportando anualmente a los tratantes 32.000 millones de euros. Que los beneficiarios sean definidos como tratantes no es casual: un mínimo de un 80% de las víctimas del sistema prostitucional lo conforman víctimas de trata. Y es un sistema que, apunta la periodista Mabel Lozano, autora de El proxeneta, no parece tener mala salud: “Desde que yo llevo investigando la trata, he visto cómo se incrementaba la demanda de sexo de pago entre los chicos más jóvenes. Los proxenetas –añade– han hecho algo que nosotros no hemos hecho: nos hemos quedado en el discurso de pobrecitas, qué pena, y no nos hemos dedicado a educar a ese joven demandante al que ellos llevan años agasajando con fiestas de fines de semana, barra libre, ofertas”.

La trata no se realiza sólo con fines de explotación sexual (incluye también la explotación laboral, mendicidad forzada, matrimonios concertados), pero es su principal sustrato. Dos de cada tres víctimas de trata de seres humanos son mujeres (entre un 15% y un 20%, niñas), afirma el Plan Integral contra la Trata de Mujeres y Niñas con fines de Explotación Sexual y, según datos europeos, la mayor parte de las víctimas registradas por trata (69%) lo fueron con fines de explotación sexual.

El sistema funciona así: a miles de kilómetros, piensas, o tu familia piensa, que debes ir al extranjero para ayudar a los tuyos. Quizá sepas, sepan, que eso incluye prostituirte. Quizá ya lo hayas hecho antes. O te hayan violado. Quizá no sea más horrible de lo que has vivido. O, no sé, te dicen que son sólo masajes. O sólo por un tiempo, un poco de tiempo, y después ya trabajarás limpiando casas, cuidando niños, en un salón de manicura. Viajas, miles de kilómetros. El tratante suele ser siempre un conocido: si confías en alguien, es en él. Al menos, claro está, hasta que durante el trayecto (durísimo si es desde el África subsahariana), te obligan a prostituirte, y/o te violan, y/o te apalizan, te embarazan (”será lo mejor para ti”), o te obligan a abortar.

Consigues cruzar. Cuando llegas, te enteras de que tu deuda no es la que te dijeron: ha ascendido a 40 o 50.000 euros. Tienes que pagarla vendiéndote, claro. Más lo que vas acumulando por manutención, ropa, gastos médicos. “Una vez dentro del sistema, la mujer víctima es una máquina de hacer dinero –explica Lozano–. Y le hechas dinero para mantenerla, claro. Aun así, el proxeneta sabe que es material fungible, su nivel máximo de aprovechamiento son tres años. Después, las venden a clubes de segunda o de tercera, o a la calle”.

Huelga decir que la deuda nunca se vence. Y, si se vence, o si la mujer escapa, hay otras formas de extorsionar. Las ataduras son muchas y, el cabo de salvación, muy débil. Eso lo sabe bien, tras muchos años trabajando con personas en riesgo de exclusión y, entre ellas, con mujeres víctimas de trata, Begoña Arana. La directora del Nuevo Hogar Betania, en La Línea, contabiliza unos 200 casos de trata a lo largo de los últimos nueve años. De estos casos, mujeres que hayan conseguido escapar totalmente a las redes de la mafia, y que actualmente disfruten de una vida completamente normalizada y estabilizada, rondarán la decena. “Puede parecer poco, pero nadie se imagina la de obstáculos con los que estas mujeres tienen que enfrentarse –explica–. Además, también he decir, que un sólo caso positivo tiene un extraordinario efecto de contagio, y por eso tratamos que se genere un vínculo de unión y familia entre ellas”.

De ser algo excepcional, la trata de menores ha empezado a aparecer en la provincia. Nuevo Hogar Betania da, desde hace dos años, atención específica

La labor de Begoña Arana (La Línea, 1985) ha sido reconocida este año con un Premio Princesa de Girona por su implicación social. Por otro lado, también el mes pasado, la Brigada de Extranjería y Fronteras (UCRIF) de la Comisaría de Algeciras recibía un Premio Menina contra la violencia de la mujer por su labor en la detección de menores y mujeres posibles víctimas de trata. Frontera Sur es una puerta que todos quieren pasar. Y, precisamente por esa condición de puerta, lo que quieren los que llegan es atravesarla, no quedarse: circunstancia que hace aún más complicada la labor de quienes trabajan con víctimas de trata. “Tras nueve años de experiencia, muy pocas quieren quedarse porque el aleccionamiento es muy grande –desarrolla Arana–. Lo programado es que lleguen a Cádiz, salten a Cataluña o País Vasco y, de ahí, a Europa: Italia, Bélgica, Francia. Las indicaciones que les dan los tratantes es que vayan rápidamente a otros lugares. A nivel de protección, nosotros los que hacemos es no sólo generar una alianza terapéutica, sino también de apego para brindar oportunidades y que vean un futuro estable en la provincia, tanto para ellas como para sus hijos. Para ello, también desarrollamos una parte formativa y laboral. Pero, por mucha experiencia que tengamos, cada caso es un mundo”.

Nuevo Hogar Betania recibe a mujeres víctimas de explotación sexual y trata en proceso de identificación o ya identificadas. La mayoría, porque formen parte de investigaciones ya abiertas en alguno de los grupos de Extranjería sobre la intermediación de mafias, tanto aquí como en otros países de Europa. Ofrecen protección y seguridad a la víctimas durante un tiempo indeterminado, sobre todo, en los casos con menores, que son –indica Arana– “especialmente difíciles”. Betania es el único recurso en la provincia que cuenta, desde hace dos años, con una atención especializada hacia menores víctimas de trata: al no tener 18 años, eran desviadas a centros de atención de su rango de edad, donde “ las fugas y captaciones son continuas”.

El Secretariado Diocesano de Migraciones destacaba recientemente que la trata de niñas era un problema en aumento: en los últimos años, habían pasado de no atender casos de menores a tener más de una decena en los últimos meses, en casos vinculados al trafico de carácter sexual, de órganos y matrimonios forzosos.

Según los datos correspondientes a los tres primeros trimestres de 2019, la UCRIF ha desarticulado a nivel nacional un total de 54 organizaciones criminales dedicadas a la trata de seres humanos. De ellas, 44 fueron dirigidas contra grupos dedicados a la trata y explotación sexual.En este ámbito, además, se realizaron 730 inspecciones administrativas, un 63% en clubes de alterne, donde de detectaron a 4303 personas en situación de riesgo.

“Cuando sale una noticia de víctimas de trata, es porque ya están abiertas las investigaciones, ya hay un trabajo hecho –explica Begoña Arana–. Pero hay muchísimas mujeres que están siendo víctimas de explotación sexual que ni siquiera han llegado a poder gritar ‘socorro’. A veces, incluso aunque haya una investigación abierta, judicialmente no llega a salir adelante.” Del mismo problema alerta Mabel Lozano, que ha llegado a toparse con jueces que no encontraban “ningún delito en alguien que obligaba a pagar una deuda por prostitución, al considerar que la actividad era algo voluntario”.

Mabel Lozano: "Hay veces que los jueces no ven delito en exigir un pago por deuda por prostitución al considerar que es voluntario"

De la dificultad de establecer un cómputo aproximado de las víctimas de trata da fe el propio informe del Plan Integral contra la Trata, ya que no hablamos de redes organizadas, sino de “estructuras delictivas complejas, ubicadas en diferentes países, lo que genera situaciones que se desarrollan en un contexto transnacional y en la absoluta clandestinidad”. A esto, hay que sumar la “vulnerabilidad de las víctimas, en su mayoría con una situación administrativa compleja, de desconfianza de hacia las autoridades y una gran reticencia a denunciar o colaborar”.

Más allá de la atención que puedan proporcionar en los recursos, Begoña Arana señala que intenta hacer un seguimiento, por toda la geografía española, de todos los casos que han tenido, “a través de recursos públicos y privados, y de diversas entidades”. Una vez que sale del país, eso sí, la localización se hace casi imposible.

“Lo primero con ellas es establecer una acogida técnica y luego empezar a mantener sesiones de relación de confianza. Como te decía, muchas veces, no creen lo que les dices, no creen que haya salida”, asegura. ¿Saben la dimensión del pozo en el que se meten? “Mmmm. Yo creo que sí. Culturalmente, lo tienen aprendido. Parece paradójico, pero es así”.

Y la fuerza de las mafias, recalca Begoña Arana, es tremenda: una simple llamada a su familia puede destrozar todo el proceso terapéutico. Los tentáculos de tratantes y explotadores son potentes: llaman al timbre de tu casa, pero también crecen en el interior de la víctimas y llegan a extenderse a lo largo de miles de kilómetros hasta el lugar de origen. Dejan cicatrices, visibles o invisibles, pero perennes. Pueden tener forma de comisión (la famosa deuda), de extorsión o de limbo legal (confiscando la documentación), de amenazas y secuestro. De hecho, hace unas semanas, en Nuevo Hogar Betania vivieron el secuestro de una menor: su mediador tenía indicaciones de la mafia. Terminaron encontrándola tras ocho de horas de búsqueda.

También se dan los raptos en origen: no hay asfixia más poderosa. “¿Tú tienes hijos? Pues ellas, también. Por mis hijos, a mí me podrían matar y asesinar y quemarme viva. En lugares como Colombia, como Paraguay, la vida no vale nada: si estas mujeres se salen de la casilla, se están jugando su vida y la de sus hijos. Pero los jueces no ven nada y lo desestiman. Ocurre y está ocurriendo en España”, explica Mabel Lozano.

En Nuevo Hogar Betania también vivieron el caso de un rapto en origen en Costa de Marfil: una llamada avisaba a la madre de que su hija de diez años no había vuelto del colegio. “Diecisiete horas seguidas al teléfono –cuenta la responsable–. La impotencia de la distancia, de no poder gestionar absolutamente nada. A la niña terminaron encontrándola, tres días después, con colaboración policial internacional, de policía española y francesa. No todo termina así, desde luego, pero nunca olvidaré cómo cantaban las dos cuando pudieron volver a hablar... He de decir que ella es una mujer que se ha recuperado totalmente, una de nuestras mediadoras, una persona maravillosa que ha hecho un trabajo terapéutico enorme”.

Arana cuenta que vivieron el caso de un rapto en origen de una niña de 10 años: "Nunca olvidaré cómo cantaban madre e hija al volver a hablar"

Los hijos son sin duda la mayor atadura, pero los explotadores guardan muchos ases en la manga, entre ellos, la brujería: “Es difícil acceder a ellas con un proceso terapéutico en condiciones –apunta Arana–. Pero para estas mujeres es real. Lo único que puedes hacer es hacerles dudar un poco del paradigma absoluto pero, a pesar de todo lo que intentes calar, que sepas que esa creencia va por delante”.

El tema de la trata (y de la prostitución) también funciona por modas. Hace unos años, el grueso de víctimas de trata lo conformaban las rumanas. Desde hace un par de años, Nigeria se ha convertido en el principal emisor aunque, según el último indicador de la UCRIF a nivel nacional, la mayor parte de víctimas este año eran chinas y colombianas.

Aun así, según la ONG Movimiento por la paz, hasta 2016 al menos, el porcentaje respecto a otras nacionalidades de mujeres nigerianas víctimas de trata era abrumador: un 65%.

“Ser de Nigeria –cuenta Begoña Arana– es un factor que dificulta aún más la normalización a nivel administrativo. Sin pasaporte ni documentación, el país no las reconoce como ciudadanas, lo que complica aún más el proceso de nacionalidad. Y la corrupción se maneja a todos los niveles”.

¿Qué poder se tiene ante unos tentáculos que se extienden a miles de kilómetros, que invaden a la persona? “Nosotros, como equipo, no tenemos ninguno. Pero, conforme aumenta la estancia, van sintiendo protección, seguridad, liberación, confianza en el proceso de madurez y daño: porque es una experiencia de la que nunca te recuperas”.

Es un trabajo como cualquier otro, contribuyo a su bienestar, ella está aquí porque quiere y le encanta follar. Lo importante del testimonio de ‘El músico’ es que no se realiza desde el lado de la víctima y va más allá de esas excusas –explica Lozano sobre las vivencias que recoge en El proxeneta–. Y revela una trama que señala una violencia estructural, con un gran entramado económico y apoyos brutales por parte de jueces, policías, abogados, médicos, periodistas, taxistas. Al fin y al cabo, los delincuentes se encuentran”.

Hemos de visibilizar la trata como una cuestión de violencia contra la mujer, tal y como hemos logrado hacer con la violencia de género, porque es una problemática a la que tenemos que hacer frente entre todos –añade Begoña Arana–. Hay que sensibilizarse, no ser otro obstáculo”.

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