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Provincia de Cádiz

"Ella quiso matarme varias veces con un cuchillo; el maltratado era yo"

  • El hombre que mató a su exesposa en un asador de El Puerto asegura en el juicio que no recuerda nada del apuñalamiento, salvo que el día del crimen se alteró mucho al verla y perdió "todos los sentidos"

José Luis García Rodríguez, el hombre que en febrero de 2008 mató a su ex esposa en un asador freidor de El Puerto, dijo ayer en la Audiencia, en la primera sesión del juicio por el crimen, que no recuerda nada del apuñalamiento. Sólo que pasaba por la calle San Juan camino de su trabajo, vio a la mujer en el establecimiento, eso le alteró "muchísimo" y perdió "todos los sentidos". También recuerda que le dijo a ella algo así como que si no tenía bastante con el daño que les estaba haciendo. Fue luego, en la comisaría, donde le dijeron que estaba acusado de haber matado a su mujer, explicó el procesado, quien negó que en los meses previos maltratase a su esposa y aseguró en cambio que era al contrario: que ella quiso matarlo a él en varias ocasiones con un cuchillo de cocina, que él era víctima de constantes vejaciones y que, en fin, él era el maltratado y no ella.

El juicio, con jurado, arrancó ayer con ese testimonio que contradice los escritos de calificación de la Fiscalía y los de las acusaciones: la particular, que ejerce la familia de la fallecida, y la popular, que ejerce la Junta de Andalucía. La Fiscalía solicita 22 años de prisión para el procesado, a quien acusa de maltrato habitual y de asesinar a María Victoria Martínez, de 49 años de edad. La defensa, en línea con lo declarado ayer por el acusado, considera que el crimen fue un homicidio (menos penado que el asesinato) y que el procesado sufrió una alteración psíquica, que no fue consciente de lo que hacía. También sostiene que no hay testigo alguno de que él la maltratase a ella y sí hay, por el contrario, una sentencia que meses antes del crimen condenó a la fallecida por amenazas: por amenazar a su marido con un cuchillo.

"Llamé una vez a la Junta de Andalucía para contar lo que me pasaba, para pedir ayuda, y se rieron de mí", dijo ayer el acusado. "Me pasaron con dos números y dos mujeres se rieron de mí. Aquí, uno que dice que es un maltratado, decían". El procesado afirmó que jamás ofendió a su esposa ni la amenazó ni le hizo daño antes del crimen. Que ella sí ofendía a su familia, que lo insultaba y que lo provocaba para que él saltase y poder denunciarlo luego.

El acusado, nacido en 1952, llegó al juicio vestido con traje, con chaleco y corbata. Buena parte del tiempo que permaneció en la sala de vistas, sentado en una silla junto a su abogado, lo hizo echado hacia adelante, con la cabeza agachada. Sólo quiso responder a preguntas de la fiscal (la fiscal jefe, Ángeles Ayuso) y de su letrado. En algunos momentos de su declaración se mostró acongojado y parecía que contenía el llanto o lloraba.

Una amiga de la víctima que se encontraba con ella en el asador declaró que María Victoria le dijo que pensaba que el acusado acabaría matándola. La testigo, separada por un biombo de la vista del procesado, contó justo lo contrario de lo que había dicho él. Aseguró que la fallecida le comentó que su marido la insultaba de manera reiterada, que la perseguía.

El matrimonio se había separado poco antes del crimen. La testigo dijo que estaban en el asador sentadas, esperando un pedido, y que el acusado asomó la cabeza por la puerta, se retiró, entró, se fue directamente a la víctima, se puso delante de ella y le asestó varias puñaladas. Sin mediar palabra.

Un hombre que trabajaba junto al asador, un sanitario, explicó que oyó gritos, fue a ver qué sucedía y vio que el acusado estaba apuñalando a la mujer, ambos de pie, ella evitando las cuchilladas, braceando; dijo que agarró al hombre y lo echó al suelo; y que el dueño del asador se hizo cargo del acusado entonces y que él atendió a la víctima.

El dueño del asador relató en cambio que él estaba preparando un pedido de las dos mujeres en la cocina, oyó "chillidos", salió y vio que el acusado estaba "en lo alto de la mujer", ella sentada; creyó que intentaba robarle el bolso pero se acercó, tocó al hombre, éste se volvió y vio que tenía una navaja en una mano; el hombre le "bailó" el cuchillo; de modo que retrocedió, volvió a la cocina a por un palo que tiene allí "por cosas que puedan pasar" y regresó; la mujer estaba en el suelo y en ese momento llegó el sanitario, agarró por detrás al acusado y lo sacó a la calle; él atendió entonces a la mujer pero la vio muy mal y llamó al sanitario y lo relevó sujetando al procesado. "Déjame verla", le dijo el acusado. Pero él no lo dejó.

El testigo recordó al poco, a preguntas de la acusación particular, un diálogo entre la víctima y el acusado: "¿Por qué me haces esto?", dijo ella. "Me estás haciendo la vida imposible", dijo él.

Una vecina del acusado y la víctima declaró que la fallecida tardó "muchísimo" en contar lo que le sucedía en su casa. Hubo una época, explicó, en que ambas iban por la calle y parecía que huían de algo: que María Victoria caminaba asustada. Luego empezó a contar. La testigo vino a relatar que su vecina se refugiaba a veces en su casa, que le contaba que él la insultaba, que lo hacía de modo que no se notaba y que cuando eso ocurría, ella a veces saltaba, reaccionaba, y entonces ella parecía la nerviosa, la violenta.

El testimonio de esta testigo no se oía bien desde los asientos del público. En realidad, ni bien ni mal: no se oía. En un momento de la declaración, el magistrado que preside el tribunal pidió a la testigo que alzase la voz, que quizá los miembros del jurado no la oyesen bien. El jurado está en el estrado, cerca de los testigos. El magistrado probablemente era consciente de que desde mucho más atrás era imposible seguir el interrogatorio. No hay megafonía.

Un hijo del procesado y de la víctima que residía con ellos declaró que previamente al apuñalamiento vio discusiones entre sus padres y vio también en ellas "tanto de uno como de otro". No obstante, sostuvo que nunca oyó insultos soeces de ninguno. También que nunca hubo en su casa un candado en el frigorífico ni que faltase agua caliente.

El día del crimen, el acusado recibió la orden judicial de que debía abandonar la vivienda familiar, dejársela a su exesposa. Su hijo dijo ayer que ante esa circunstancia, su padre "un poco mosqueado sí que estaba".

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