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Provincia de Cádiz

La provincia se precipita hacia un envejecimiento acelerado

  • La Junta publica una curva demográfica que muestra la acusada disminución de natalidad, madres más mayores, menos inmigrantes, jóvenes que se van y más esperanza de vida

Todos los indicadores demográficos dinámicos de la provincia que el Instituto de Estadística y Cartografía de la Junta de Andalucía acaba de hacer públicos llevan a una misma conclusión: somos y seremos más viejos. Es un envejecimiento acelerado, una tormenta poblacional perfecta.

Las tablas que acompañan esta información son suficientemente ilustrativas acerca de una tendencia demográfica no por conocida menos preocupante. Vayamos por apartados.

La tasa bruta de natalidad, que se calcula dividiendo el número total de nacimientos al año por la población y multiplicando por mil da un índice en Cádiz de 9,5. En 1989 era 14,2. Son casi cinco puntos, una caída brusca contando con que el índice nacional es más bajo, 9,1, pero en 1989 era 10,5, es decir, una caída de punto y medio.

El indicador coyuntural de fecundidad, es decir, el número de hijos por mujer, está en 1,3. Hasta el año 1988, que fue superada por Almería, Cádiz siempre fue la provincia española peninsular que tenía el índice más alto. Ahora está por debajo de la media andaluza. Una de las causas se encuentra en que hace 30 años las mujeres tenían, de media, a su primer hijo a los 25 años y ahora el primer bebé llega rozando los 30, a los 29 años con seis meses. Hace treinta años este índice con s respecto a la media nacional era un año y medio antes. La diferencia actual es de sólo ocho meses. La media nacional es 30 años con cuatro meses.

La tasa de nupcialidad, que aunque no es determinante sí contribuye por estabilidad a la natalidad, se ha desplomado. En 1976 la provincia de Cádiz era el lugar de España donde más bodas había proporcionalmente con un índice de 7,8; ahora estamos por debajo de la media nacional con un índice de 3,3. Al año se casan 2.500 parejas menos que hace 30 años y, por supuesto, la ceremonia es distinta. Si en 1989 hubo 5.700 bodas por la iglesia, en 2014 no llegaron a las 2.000. Las bodas civiles, sin embargo, se han multiplicado. En 1989 fueron 959 y en 2014 por juzgados y ayuntamientos de la provincia pasaron casi 2.400 parejas. Y si en 1989 por este trance pasaban los chicos a los 26 años y las chicas a los 23, en 2014 el hombre acude madurito al matrimonio, con 32 añosy ocho meses, y la mujer recién cumplidos los 31. Es cierto que no a todas estas parejas hay que augurarles una vejez juntos. En Andalucía, en 1991, se separaron 3.600 parejas; en 2014 nada menos que 22.000, todo un motor económico para la abogacía de la región, contando con que más de 9.700 de ellos son divorcios mal avenidos.

No es de extrañar así que en 1991 once de cada cien hogares fueran unifamiliares y que ahora lo sean casi 21 de cada mil. Esto nos habla de la soledad y más si nos centramos en la edad, ya que el 28% de las gaditanas de más de 65 años vive sola y un 11% de los hombres en esa franja de edad. En 1991 lo hacia el 21% de las mujeres y el 7% de las hombres. Este dato hay que cruzarlo con la esperanza de vida. En 1996 un hombre que cumplia 65 años tenía de esperanza de vivir doce años más y la mujer quince. En la actualidad, el varón que alcance la edad de jubilación tendrá que vivir de media 17 años más y la mujer casi 21 años más. De hecho, al nacer en 1976 se daba una esperanza de vida al gaditano de 68 años y a la gaditana 75. Los bebés de ahora tienen una proyección de vida de 78 años si es varón y 83 si es chica. Estamos por debajo de la media nacional, donde la proyección de los varones roza los 80 años y eld e las mujeres supera los 85.

Aún así, todavía el crecimiento natural, es decir, más nacimientos que fallecimientos, se mantiene en positivo, aunque ya se ha bajado del índice dos (dos nacimientos más que fallecimientos por cada mil habitantes) cuando hace diez años, en 2006, estaba en 5,4. No estamos en los índices nacion ales, que con 0,8 se aproxima a lo que los expertos llamarían crecimiento negativo, es decir, decrecimiento.

Durante los años de bonanza la esperanza demográfica se encontraba en los movimientos migratorios. Venía nueva población. Cádiz, pese a ser entrada de Europa, nunca se caracterizó por tener un elevado número de población extranjera, pero desde 2012, cuando alcanzó su techo con un 4,12 por ciento, no ha parado de caer. En la actualidad se encuentra en un 3,5%. Nada que ver con otras provincias como Almería, donde se alcanza un 20% o Málaga, con un 15%. La media nacional es de un 10%. Por contra, los jóvenes se van, como demuestra este estudio. Un 26% de la población nacida en Cádiz se ha marchado, cuando hace veinte años era poco mmás de un 14%. En resumidas cuentas, la población autóctona que reside en la provincia es un 62%, si bien este es un índice que no se ha movido demasiado en las últimas décadas, habiéndose perdido dos puntos con respecto a veinte años atrás. Precisamente este índice tiene un componente inquietante porque lejos de ser pocos, son muchos. Es cierto que los jóvenes se van, pero no lo hacen los que tienen algo más dedad. En el resto de provincias españolas sólo vive un 54% de población autóctona y eso debido a que la mayor actividad económica atrae gente y, además, ha permitido volver a muchos. En 2013 esa media estaba en un 43%, que es más o menos donde aún se encuentra la media andaluza. Este índice que se mueve tanto en todas las provincias, en Cádiz permanece inmóvil. Lejos de suponer un rejuvenecimiento de la población, es todo lo contrario, un aanclaje y un punto más para ese envejecimiento porque los datos de la EPA no nos dicen que se queden por el hecho de contar con un trabajo fijo.

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