Provincia de Cádiz

Los 'primeros de la fila' se rebelan contra el mito de la dislexia

  • Sus trabas específicas en el aprendizaje no implican un menor nivel de inteligencia "El desconocimiento del problema hace mucho daño", lamenta un afectado

Cuando Álvaro -nombre ficticio- se siente frustrado, toca el piano. Ya pasó el tiempo de las rígidas escalas y las piezas sencillas. Comenzó a pegar teclazos con 8 años. Alcanzado un buen nivel, prefiere improvisar. "Pienso la tonalidad y el compás, pero luego me dejo llevar". Además de su instrucción en piano en el conservatorio, estudia segundo de Bachillerato con media de 7,5 puntos sobre 10. Se expresa nervioso, rápido, repitiendo palabras tras sus enormes gafas de pasta, de verbo aleteante, sobre todo cuando reflexiona sobre sus experiencias. Genera impronta y reconforta verle resolver sus trabas orales tras adivinársele una profunda concentración de unos segundos.

Si desea referir una palabra concreta, disertará sosteniendo la oración como si tuviera un lapsus, con términos que semánticamente se asemejen. Quien conoce bien el diccionario y es precario en su habla, es de alguna forma un fino francotirador que apunta y dispara con éxito. Álvaro no. Álvaro dispara metralla y atina tras varios intentos. No es consciente, tras esas gafas y ese pelo castaño tirando a rubio, su cara larga y su nerviosa manera de apartar la mirada del interlocutor cuando se explica, que tiene más que un aire a Woody Allen. Álvaro es disléxico y de ahí sus pequeñas trabas al hablar, pero eso no lo cambia todo, porque sigue siendo un chaval normal.

La conversación pivota sobre un sentimiento: nóicartsurf. ¿No entienden? Lean otra vez. ¿No? Prueben a leer la palabra de nuevo -a estas alturas ya deberían conocer esta palabra-. ¿Tanteamos de nuevo? ¿No? Ahora inténtenlo de derecha a izquierda. Tómense su tiempo.

¿Ya?

La dislexia afecta a entre un 10 y un 15% de la población mundial y es detonante del 40% del fracaso escolar según los estudios más relevantes que se han realizado. A pesar de ello, existe un gran desconocimiento sobre este problema, tanto entre el personal docente como entre los padres. "La dislexia es un trastorno específico del aprendizaje de la lectura, de base neurológica, que afecta de manera persistente a la decodificación fonológica y/o al reconocimiento de palabras (uno o varios de los procesos que intervienen en la lectura no están funcionando correctamente) influyendo por tanto de modo notable en la exactitud, fluidez y velocidad lectoras", refleja un tríptico elaborado por la Junta de Andalucía para concienciar a la comunidad educativa sobre esta cuestión. No es sinónimo de nivel de inteligencia inferior, sino al contrario. Su nota de particularidad, lo que convierte a la dislexia en la dislexia, es que se da en personas con nivel de inteligencia normal o alta.

Álvaro recibió su diagnóstico en diciembre de 2014. Prefiere que no se conozca abiertamente su identidad porque la vida es larga y alguien podría poner su diagnóstico en su contra. Nunca le había quedado ninguna asignatura para el verano en la etapa primaria ni secundaria. Compensaba sus dificultades con más horas de estudio. En la prueba que reafirmaba su diagnóstico, quedó revelado que tenía el 10% de comprensión lectora esperado en un alumno de 4º de la ESO, por entonces, de un curso menos del que estudiaba. Fue el inicio del fin de su nóicartsurf -ahora sí que debería conocer esta palabra-. Llegaba una parte difícil y confiesa que se desanimó, pero encontró un porqué. "Entonces vi que no era más tonto, era diferente, tengo otra forma de aprender", explica.

Un día prepararon cómo se lo contarían al resto de la clase, con la que había tenido roces porque asiduamente rompía el ritmo académico, pidiendo que no borraran la pizarra una y otra vez o que el profesor repitiese el último concepto. El tutor de Álvaro puso a prueba la nóicartsurf de los compañeros. De buenas a primeras, les exigió que entendieran un texto escrito en portugués, idioma que todos desconocían pero que por ser similar al castellano es, tras un análisis bien reposado, parcialmente entendible. Es un nivel de dificultad equiparable al que experimenta un disléxico. Terminado el ejercicio, Álvaro se puso en pie y leyó una escueta pero intensa carta al resto de la clase. "Bueno, hoy quería compartir con ustedes una realidad que yo he descubierto en diciembre. Acabo de saber que soy disléxico", comenzaba. "Ahora entiendo muchas de las cosas que me pasan. Me cuesta entender lo que leo. No sigo el ritmo de la clase. Siempre termino el último. Me distraigo con facilidad. Me cuesta mucho escribir lo que sé o siento. Tengo que reforzar todo lo de clase muchas veces en casa. Soy extremadamente sensible. Tengo un gran sentido de la Justicia. Tengo gran facilidad para la música. Tengo mala memoria a corto plazo, por eso tengo que preparar los exámenes con bastante tiempo antes (sic). Se me queda mejor lo que veo o escucho. Me cuesta tener conversaciones fluidas y por eso me siento inseguro en grupo. No copio las tareas o apuntes completos por falta de tiempo".

Los colectivos y profesionales explican que una de las mayores barrera para los disléxicos se encuentra en el entorno, y por eso favorecen que se produzcan ejercicios empáticos que muestren las complicaciones que los afectados por dislexia encuentran en su día a día. "Uno de los problemas está en la formación del profesorado. Para empezar, hay que decir que no es una enfermedad, sino una condición neurobiológica, que no es lo mismo. Además, los disléxicos que no reciben un diagnóstico son continuamente reprendidos y acusados de vagos. Esto provoca problemas de autoestima y de socialización", destaca Jesús Gonzalo, especialista y presidente de Asandis (Asociación Andaluza de Dislexia), además de la Federación de asociaciones a nivel nacional (Fedis).

Desde el Servicio de Atención Psicopedagógica de la Universidad de Cádiz, Esperanza Marchena lleva años trabajando con alumnos de estudios superiores que requieren de especial atención. "La dislexia se suele detectar en los ciclos obligatorios, aunque a veces son los propios profesores universitarios los que se ponen en contacto con nosotros cuando alguna falta específica les llama la atención. En la mayoría de casos, ya llegan a nosotros diagnosticados, por lo que en el servicio nos ponemos en contacto con los profesores para que faciliten las herramientas de trabajo". Atrás quedan los años oscuros en los que dislexia era sinónimo de fracaso. El programa Séneca impulsado por la Junta de Andalucía elabora un fichero en el que los alumnos con dificultades de aprendizaje obtienen la posibilidad de que se les reconozcan sus problemas y obtengan ciertos privilegios.

"Nunca pediríamos que nos eliminen temario. Séneca es un avance porque sólo nos da mayor margen temporal para estudiar las materias, porque los profesores nos facilitan el temario con antelación. Son las llamadas adaptaciones curriculares no significativas", explica Lucía, madre de Álvaro, quien ayuda a su hijo a sacar adelante sus asignaturas y que está tratando de montar una asociación en Jerez para asesorar y a hacer frente común con otros padres de alumnos disléxicos. "A la hora de examinarse, los profesores le explican exactamente qué le están preguntando. Un enunciado confuso provoca que acabe contestando algo diferente. Además, realiza las pruebas en un papel A3, en el doble de un folio normal, porque de esta forma le resulta más fácil redactar sus respuestas".

Todos los casos de dislexia no son iguales. Algunos manifiestan sólo uno de los síntomas, por ejemplo, la disortografía, que es el propio de los disléxicos con faltas ortográficas. Otro vestigio es la discalculia, la incapacidad para comprender y desarrollar los principios matemáticos básicos. No hay grados de dislexia, sino aparición de uno o de todos los síntomas. "Si pidiéramos en Séneca que nos eliminasen las trabas de todas esas manifestaciones estaríamos haciendo trampas. Sólo necesitamos una especial consideración con los problemas de Álvaro", especifica Lucía. Su hijo lo explica con mayor sencillez. "¿Por qué va a examinarse un miope sin gafas? Estas ayudas son exactamente lo mismo". Las adaptaciones no significativas tienen especial relevancia en la prueba de acceso a la universidad. En momentos de gran estrés, una persona con dislexia multiplica sus frustraciones. Por eso, la Consejería de Educación contempla que se repita la mecánica del resto del curso y no les quiten las gafas. Álvaro será maestro. "Quiero ayudar a niños con mi problema, ser un ejemplo para ellos. Creo que puedo ayudar a que acabe el desconocimiento que tanto daño hace". Lucía deja escapar una sonrisa embobada cuando le escucha.

El diseñador catalán Javier Mariscal, creador de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona y autor de la novela gráfica llevada al cine por Fernando Trueba Chico & Rita también es disléxico. Se puede tocar techo en una disciplina a pesar de lo que cuente el mito. Porque el mismísimo Albert Einstein arrastraba este diagnóstico. El novelista Richard Ford asegura que no podría ser el mismo escritor de no estar marcado por la forma de experimentar que le permite el ser disléxico, pues como explicaba Álvaro en su carta, suelen ser personas más sensibles. La joven madrileña Luz Rello es una de las más importantes investigadoras sobre la dislexia y, adivinen, también es disléxica. Como dijo Mariscal en una entrevista concedida a este medio, "ser disléxico no es un don, pero tampoco hay que dramatizar. Colaboro con algunas asociaciones de dislexia y veo a padres muy angustiados. Les digo, en broma, pobres ustedes que no lo son. Ahora la dislexia se detecta antes y no se trata al disléxico como un incapaz. Yo lo pasé mal, pero me di cuenta de que no era tonto, que no se trataba de eso".

Para Álvaro, para Lucía, y para todo aquel que acabe de afrontar su diagnóstico debe ser igual. A pesar de lo que digan, no se trata de eso.

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