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medio ambiente | parques naturales

Cómo no vender a pedazos el paraíso

  • El ecoturismo y la agroganadería ecológica se muestran más que nunca como el camino a seguir

  • Un tercio de la provincia de Cádiz es espacio natural protegido, una posición de salida especialmente atractiva ante este escenario

Una de las vistas del Parque Natural Sierra de Grazalema.

Una de las vistas del Parque Natural Sierra de Grazalema. / D.C.

La filtración, lo que parece calar después de tantos años, es que los parques naturales son un escollo para el progreso:“Una creencia –apunta Juan Clavero desde Ecologistas en Acción– que no se atiene a la realidad, porque los parques naturales son realmente un activo, como podemos comprobar mediante cualquier comparativa entre localidades” .

Más de un tercio de la provincia de Cádiz es espacio protegido, con hasta seis parques naturales computando en sus límites (contando el del Entorno de Doñana): “Hay que entender que aquí tenemos algo completamente distinto al resto, ese es su enorme valor. Si lo masacras para meter un resort y un campo de golf, estás ofreciendo algo que puede encontrarse en cualquier otro sitio. En Grazalema hay más endemismos que en toda Alemania. Pero, cuidado: por querer que la gente visite el Museo del Prado, no vamos a construir apartamentos dentro”.

Como en tantas otras cosas, no sabemos si la cacareada transición ecológica –y con ella, el ecoturismo– tiene corazón de gatopardo, pero sí que sabemos que se transformará en una opción a subrayar: “Además, tras el Covid-19 va a haber una puesta en valor de las zonas rurales no masificadas”, apunta Clavero.

Cada uno de los espacios protegidos de la provincia cuenta, por supuesto, con sus retos. Si no se solucionan las condiciones que agudizan la seca en Los Alcornocales, el bosque desaparecerá para 2050. El Estrecho ha venido a lidiar con un efecto colateral de la globalización de los mercados y el cambio climático, el alga invasora. Los planes de urbanización del pinar que rodea la Breña supondrían “la asfixia del parque” y en el parque de la Sierra de Grazalema sería “de urgencia desclasificar todo lo urbanizable, entre otras muchas cosas, para mantener la imagen de los pueblos blancos”.

El ser un paraíso de descubrimiento tardío (en comparación con zonas como el Levante, por ejemplo) no ha impedido que lo vendiéramos a cachos. O lo intentáramos. A Juan Clavero le sigue sorprendiendo la proliferación de revisiones urbanísticas que vivió la zona de la sierra durante los años de la burbuja inmobiliaria, con PGOU que doblaban el tamaño de la población: “Urbanizaciones como las que se han hecho o proyectado en El Bosque, Ubrique, Benaocaz... y los únicos que nos oponíamos éramos nosotros. En 2012, el PSOE llegó a plasmar que los planes urbanísticos prevalecieran sobre los naturales, cosa que va en contra de la prioridad estatal –desarrolla Juan Clavero–. Y ahora se intenta, por un lado, amnistiar las urbanizaciones ilegales en espacios no protegidos y, por otra, que los suelos rurales no urbanizables puedan serlo si se presenta un plan. Como siempre, jugando al dinero fácil”.

Esta semana, la Junta anunciaba que invertirá 25,2 millones en activar los parques naturales

Hablando de dinero: el Gobierno andaluz dio a conocer esta semana que invertirá 25,2 millones de euros en reactivar los espacios naturales. “En el primer Plan de Desarrollo Sostenible de los Parques Naturales nosotros no sabemos qué se ha hecho –comenta Clavero–. Nuestro temor es que en España somos mucho de construir cosas, y después no sabemos gestionar”. Menciona muchos de los equipamientos que han cerrado: el Museo Etnológico de Benaocaz, el Centro de Interpretación del Pinsapo en Zahara, el del Hábitat Rural en Ubrique... Y hay posibilidades sin aprovechar, como una denominación de origen para el auténtico pescado de estero, o la observación reglada de migración de cetáceos, además de aves, en el Estrecho: “Es deseable un cambio de mentalidad también desde los ayuntamientos, que los proyectos vayan más allá de dar unas peonadas y sirvan para dinamizar la economía de forma permanente –continúa Juan Clavero– porque sí que hay gente emprendedora haciendo vino, conservas, turismo rural, dispuesta a hacer cosas nuevas... La Junta no se inventó lo de las fábricas de quesos”.

Lo agroalimentario tiene no sólo la atracción turística sino también el valor añadido de la relación con los recursos endógenos; el tema de la industria quesera en la Sierra es uno, como también la vinícola, común en la zona en los siglos XVIII y XIX, y arrasada por la filoxera: “De hecho, lo que eran cultivos tradicionales, como el vino y el aceite, son los que se han estado recuperando en plena crisis”, apunta.

La oportunidad que ha rebrotado, o se ha aprovechado, en el entorno de Grazalema, en Los Alcornocales se ha abandonado: la principal zona productora de Europa no cuenta con una sola industria manufacturera de corcho: “Todo se manda a Portugal o Cataluña para tratarse, y toda la ganadería se vende como industrial, mientras en otros sitios intentan vender la carne ecológica como venta directa”.

El gran reto es aprovechar el potencial que tenemos: algo que permitiría, además de conservar los bosques, cierto revulsivo económico –añade Clavero–. La agricultura y ganadería ecológicas son una gran opción para la Sierra: Europa exige que el 25%de su producción agraria sea ecológica. Aún tenemos la oportunidad de revitalizar el campo por lo  que es, por lo que nos puede dar”.

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