Relato de un hundimiento

"Todo es una mierda, hemos llegado al límite"

  • Así fueron los últimos meses de Nueva Rumasa, una desesperada huida a ninguna parte para salvar el patrimonio familiar mientras el holding se despeñaba.

"Creo que todo esto que hacemos no sirve de nada, simplemente todo es una mierda (…) creo que hemos llegado al límite". Este correo electrónico, incluido en el informe realizado por la brigada central de la Policía Judicial dedicada a la investigación de blanqueo de capitales, fue enviado por Javier Ruiz-Mateos a su hermano Alfonso el 27 de septiembre de 2010, con Nueva Rumasa en caída libre, incapaz de atender los miles de pagarés emitidos y con sus empresas a punto de colapsarse. Respondía Javier a una comunicación de su hermano en la que enumeraba las dificultades de liquidez y que terminaba, exasperado, con "y todavía quedan 40.000 euros de la nómina del mes pasado...".

Javier, dos días después, comprueba que su predicción es correcta: han llegado al límite. Enrique Guitart, directivo del holding, informa que "hoy vencen unos pagarés que disteis -se refiere a la bodega Garvey- a Dhul hace meses". El problema no era Dhul; el problema era que, a su vez, Dhul había endosado esos pagarés a un proveedor estratégico, Envel, encargado de suministrar los envases de los flanes. Y si no había envases, no había flanes. Y si no se pagaban los pagarés, no había envases. Alfonso objeta que "es más importante el alcohol que necesitamos para suministrar a (la cadena de supermercados) Dia". "Pues hoy se para Dhul", escribe desolado Javier. Y Dhul se paró. No había llegado octubre de 2010.

A partir de ese momento, los seis hijos del fundador de Rumasa, expropiada en 1983 y renacida de sus cenizas a través de compra de empresas en crisis, comprenden que hay que avisar a "papá" y emprender una carrera desesperada para salvar el patrimonio familiar. Se están arruinando. Porque la empresa no tiene salvación: "Ya no sé qué cojones hacer. -exclama Alfonso, encargado de las bodegas-. El viernes no nos cortaron la luz por cinco minutos, hoy el teléfono...".

A José María Ruiz-Mateos Jiménez de Tejada, fundador de Rumasa, se le informa de lo genérico, pero no de los detalles. Cuando las cosas se empiezan a poner feas, Pablo, otro de los hijos, diseña una estrategia judicial que, a la larga, será la que se lleve a cabo: "Papá decidía y accedíamos porque él nos lo pedía. Incluso hablábamos de que papá, aunque se acogiese al derecho a no declarar, presentase un escrito como éste: 'Quiero dejar por escrito que soy yo el que ideó lanzar las emisiones de pagarés y el que decidía y ordenaba y, por tanto, único responsable de las ejecuciones realizadas, incluso llegando a rechazar advertencias de mis hijos en reiteradas cartas". Porque lo que fue pan para hoy, los pagarés emitidos por Nueva Rumasa, con mucho éxito en su inicio, están siendo hambre para mañana. No hay forma de devolverlos. Pablo, tras una emisión en la primavera de 2009 en la que han captado más de cuatro millones de euros que será muy difícil de devolver al interés que ofertan, ya se lo ha dicho a su padre, que quiere seguir con la estrategia: "Querido padre... me gustaría recalcar que no considero prudente seguir emitiendo pagarés (...), deberíamos centrarnos en reestructurar las compañías y cerrar alguna de las operaciones de venta que tenemos pendientes que nos puedan aportar liquidez y dejar de lanzar más emisiones, ya que personalmente lo considero excesivamente arriesgado". Nada de eso sucedió y no había vuelta atrás.

Por entonces, el saldo de Bardajera, la firma que se encargaba de la tesorería de Nueva Rumasa, tenía un desfase de un millón cien mil euros, sólo una parte para una compañía con deuda de más de 300 millones. Bardajera, a cuyo frente estaba un sobrino de José María Ruiz-Mateos, Zoilo Pazos, sacaba dinero de las empresas del holding, que funcionaban como una caja única, trasvasando dinero de una empresa quebrada a otra. Un correo enviado en abril de 2011, dos meses antes de acudir al concurso de acreedores, desde Bardajera, explica el funcionamiento de las cosas: "Hay una factura de Nueva Rumasa por valor de 600.000 euros en concepto de publicidad que Cavas Hill -empresa de Nueva Rumasa- debe a Nueva Rumasa (…), te agradecería si pudiera buscarse una solución y si no al menos tener una carta en la que de alguna manera los apoderados de Cavas Hill quedemos eximidos de responsabilidades por este concepto". En Nueva Rumasa todo el mundo se pertrecha, a finales de 2010, sobre lo que están seguros que va a pasar.

Los hermanos se encuentran desorientados. Javier propone: "No quiero ser pesado, pero debemos buscar la vía de poder darnos de alta en alguna compañía para asegurar algún sueldo. Debéis poner el suficiente para pagar la hipoteca y el sueldo de un mes. No nos queda tiempo". Javier es el que se dedica a estas cosas, a las finanzas. Zoilo, el mayor, le contesta que él contaba con que le pusiera en Cacaolat y, más adelante, le detalla que pensaba pedir 15.000 euros netos mensuales. "Eso es un huevo, 25.000 brutos. De todas formas, se pone y a ver qué pasa", dice Javier.

Por entonces, la mayor parte de las empresas están en concurso de acreedores y cuentan con administradores que tienen que dar el visto bueno. Javier, que estaba "por una miseria" dentro de la plantilla de Hibramer, dedicado a piensos, no está teniendo mucha suerte con sus negociaciones para elevarse el sueldo. En Hibramer se encontró con que los administradores se fueron directos al Banco de España. "Qué hijos de puta", se lamenta. "Qué odio nos tienen", dice Alfonso, buscando alguna explicación. Aun así, Alfonso va a intentar el plan B de Garvey. Javier le tiene que enviar el DNI escaneado, la tarjeta de la Seguridad Social y el número de cuenta corriente: "Tiene que ser ya. Como nos comuniquen el auto no vamos a poder hacerlo". Javier está sobrepasado. Le dice a su hermano que ahora se lo envía todo, pero que qué pasa "si tengo alta en dos empresas. Joder, qué lío, tronco. A ver si va ser peor, tío". Alfonso le tranquiliza: "No pasa nada, Javier, yo me di de alta en cuatro".

En pleno proceso de desmoronamiento se encuentran con que personas muy cercanas a la antigua Rumasa que compraron pagarés piensan demandarles. Alfonso no se lo puede creer. "Lo último, esto ya es el descojone, nos van a poner una demanda porque han perdido su dinero...". Zoilo, el hermano mayor, alucina y pregunta, como supone, si esos 'benefactores' han adquirido esos pagarés con "dinero B". Alfonso contesta que sí: 120.000 euros.

Al tiempo, los hermanos se mueven para conservar sus viviendas, la mayoría a nombre de una sociedad, Wario, que es la que permitió movimientos a través de las empresas del grupo. Así, por otro correo, podemos saber que la casa de Alfonso, en Aravaca, fue salvada por la empresa Dhul a través de una ampliación de capital. Un ampliación de capital para pagar la hipoteca de una casa particular. Es un nudo de empresas (Dhul, Watrio, Galardonada...) para evitar una ejecución de hipoteca con un importe de 318.000 euros. El propio Pablo indica a Alfonso que "este asunto está bastante feo pues tiene carices penales bastante claros para todos los intervinientes en la escritura". En un documento Excel que la policía halla en uno de los ordenadores se observa que casi todos los hermanos han actuado de forma parecida y hay una serie de indicaciones para no perder la casa: "Cambiar de administradores nombrando a las esposas, venta de acciones propiedad de Wario, hacer contratos de alquiler; importe: mil euros aprox."

A los Ruiz-Mateos les está costando escapar de los bancos para conservar sus casas. A Alfonso se le ha ido una cuota de la hipoteca y se lamenta. Javier, el hermano que trata con los bancos, le informa: "Joder, por una cuota, las estamos pagando todas tarde, pero es que los ingresos son ridículos".

Un año después de aquella sentencia de Javier -"todo es una mierda"- los hijos de Ruiz-Mateos se han entregado a un personaje oscuro, Ángel Cabo, actualmente en prisión por el caso Marsans, un valenciano experto en vaciar empresas en quiebra para driblar acreedores. Cabo hace, por ejemplo, como que compra buena parte de Nueva Rumasa, como hizo en Marsans, y lo que hace realmente es repartirse los restos del naufragio con los antiguos propietarios. No mueve ni un dedo, desde luego, por salvar las empresas. Personaje de otra época, al patriarca Ruiz-Mateos, desde su casa de Somosaguas, ya muy mermado por su edad, no le hace ni pizca de gracia este personaje que han buscado sus hijos para evitar la ruina. Dos meses después de haber vendido el holding descubre el modo de operar de Cabo. A Ruiz-Mateos padre le parece que lo que está haciendo Cabo es, simplemente, 'limpiarles'. Tiene una acalorada conversación con Cabo y, días después, Cabo se pone exquisito con uno de los hijos, José María, en una charla de whatsapp: "Amenazas a otro. Se terminó. Estoy harto de tantas películas. Se terminó". "No hagas caso, son los nervios. Nervios y angustia por falta de dinero. Te lo pido por nosotros los hermanos", suplica José María. Por entonces, ya lo han perdido casi todo.

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