Clemente Ruiz salió de las dependencias de la Comisaría de la Policía Nacional hacia el furgón de la Guardia Civil en estado de shock. Lo llevaban a prisión donde irremediablemente iba a pasar una larga noche. Su abogado, Ignacio Quintana, en esos pocos instantes antes de subir a la furgoneta, le aconsejó que estuviera tranquilo, que se relajara e intentara asumir la situación. Pero los nervios se evidenciaban en un rostro semicubierto por una mochila. LLovía en el exterior, la jornada era desapacible. Clemente quedaba al fin, sólo, en un duro trayecto hacia su futuro inminente. La noche la pasó, como es habitual en estos casos, en el módulo de ingreso de la prisión, y ya en el transcurso de la mañana pudo recibir la visita de su abogado, quien le ponía al tanto de la situación, y de la intención clara de interponer un recurso al auto de ingreso. Ya en la mañana de ayer, explicaba el abogado por la tarde, el funcionario municipal se mostraba más tranquilo. Había pasado una noche difícil, pero ya estaba centrado, dentro de la impresión, claro.

Clemente no podrá ver a su familia hasta el sábado, que es cuando tiene el turno de visitas estipulado. Para ese entonces habrá pasado del módulo de ingreso al de respeto, que es en el que ingresan aquellos presos con delitos de este tipo. Será entonces cuando, junto a su pareja, pueda tener el primer momento de verdadera tranquilidad, aunque con la ansiedad lógica de un futuro incierto. Porque no se sabe siquiera cuando se abrirá el secreto de sumario, por mucho que sea inminente, y su apertura no querrá decir ni mucho menos su puesta en libertad. Pero sí, explicaba ayer Quintana, el inicio de una nueva etapa del proceso, "en la que empezaremos a actuar nosotros, en la que podremos por fin tomar decisiones". El abogado seguía ayer convencido de la inocencia de su defendido, y por tanto convencido de que éste no permanecerá en el interior de la prisión más tiempo del necesario.