Medio ambiente Recuperación de una tradición casi perdida

Un laboratorio universitario en las salinas

  • Desde hace tres años, la Universidad de Cádiz organiza un programa de voluntariado para recuperar la salina de la Esperanza, en Puerto Real · La iniciativa trata de conjugar medio ambiente y actividad económica

"Esto no deja de ser una bonita excusa para dejar un lado Internet y la vida que habitualmente tenemos para acercarnos a revivir lo que ha sido nuestra cultura". Son palabras de Alejandro Pérez, profesor de Biología de la Universidad de Cádiz (UCA), cuando habla, de forma apasionada, de un proyecto en el que ha puesto todo su empeño. Dirige desde hace años el Grupo de Conservación de Humedales Costeros de la institución universitaria, que se ha marcado entre sus objetivos la recuperación de la salina La Esperanza, en Puerto Real. Desde hace tres años organiza un programa de voluntariado ambiental que se coordina a través de la Oficina Verde de la UCA. El 29 de octubre se celebró la jornada inaugural del nuevo ciclo de esta iniciativa, que financia la Consejería de Medio Ambiente, y que se desarrollará a lo largo del curso universitario. En esta primera jornada participó una veintena de alumnos norteamericanos, que este año están realizando parte de sus estudios en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla.

Alejandro Pérez, alma mater de esta iniciativa (aunque él, que quiere evitar todo tipo de protagonismos, apunta que hay todo un equipo detrás) recibe a los voluntarios y les explica el trabajo de la jornada. Los alumnos se dividen en grupos. Unos se dedicarán a arreglar un puente de madera que sirve de acceso a uno de los esteros. Otros se centrarán en el montaje de unas compuertas de madera que servirán para regular el paso del agua a lo largo de la salina. También habrá quienes se dediquen a observar aves. Y un último grupo se encargará de mejorar el drenaje de la llamada huerta de retenida, un espacio de la salina que se pretende acondicionar lo mejor posible para que sea un lugar para la nidificación de aves.

Precisamente esta última actuación es en la que se pone más énfasis durante la mañana. El abandono que sufrió esta salina durante años provocó que se acumulara una gran cantidad de barro en los esteros. Esto provoca que no sean zonas idóneas para la nidificación ya que los huevos se hunden y se rompen. Pero gracias a una subbase de piedras que se reparte a lo largo del tajo, se consigue que los huevos no eclosionen antes de tiempo y, por tanto, no haya tanta pérdida de crías. Alejandro Pérez explica que este método se utilizó en una parte de la salina, concretamente en la zona de cristalización. En 2003 se detectó que había apenas cinco nidos de chorlitejos patinegros, una especie en peligro de extinción. Sin embargo, un año más tarde, y aplicado este nuevo drenaje, se llegaron a contabilizar más de 115 nidos.

Todo el trabajo lo supervisa un maestro salinero, Joaquín Berenguer. Actualmente jubilado, dedica su tiempo libre, junto a sus hijos, al cuidado de la Esperanza. Él es leyenda viva de la historia salinera de la Bahía, una cultura que casi se perdió décadas atrás por motivaciones económicas (apenas era rentable) y que ahora se está tratando de recuperar con iniciativas como ésta, en la que se intenta conjugar aprovechamiento económico y protección medioambiental. "Esta salina estaba abandonada y esto es como el campo, si no se cuida se pierde, pero gracias a gente como Alejandro se están recuperando", sostiene. Las aves saben acostumbrarse muy bien a su entorno y la explotación salinera de las marismas ha contribuido, sin duda, a generar un espacio idóneo para especies avícolas.

En años anteriores se han realizado también actividades como anillamiento de aves o cartografiado de nidos de limnícolas. De hecho el rector de la Universidad de Cádiz, Diego Sales, define este proyecto como un "laboratorio de puertas abiertas donde se puede desarrollar la recuperación de la cultura tradicional con el desarrollo sostenible". Y todo esto se desarrolla a un kilómetro escaso de Puerto Real, en plena Bahía de Cádiz, en una extensión cuya imagen desde fuera pueda parecer baldía y abandonada, pero que guarda la esencia de la historia y naturaleza de Cádiz.

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