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erupción en canarias

Científicos de Cádiz estudian los efectos del Cumbre Vieja en aguas de La Palma

  • Investigadores del ICMAN han participado en un proyecto común junto al IEO en el buque 'Ramón Margalef'

  • El centro gaditano ha dado apoyo con una plataforma de drones para estudios medioambientales

Un dron sobrevuela el delta de lava formado en la costa de La Palma.

Científicos del ICMAN de Puerto Real y del Instituto Español de Oceanografía (ambos integrados en el CSIC) han participado, durante toda esta semana, en un proyecto común centrado en estudios de investigación sobre el alcance de la erupción del Cumbre Vieja en las aguas del litoral de La Palma. 

Así, en el buque oceanográfico Ramón Margalef y procedentes del centro de Puerto Real se encontraban los científicos Emma Huertas –biogeoquímica–, Antonio Tovar –química marina– y Gabriel Navarro –teledetección y sensores remotos–, además del técnico David Roque. Estos tres últimos, integrantes de la Unidades OPECAM y de Seadron, con titulaciones de buzos, pilotos de drones y embarcaciones, entre otras. 

“Desde el ICMAN –apunta Tovar–, lo que hemos intentado es dar apoyo con la plataforma de drones a los estudios medioambientales que se estaban realizando, dentro de la vanguardia de este tipo de investigaciones”.

Los drones permiten acceso a escenarios –como el de la actual erupción y su colada– que eran impensables hace sólo unos pocos años. De hecho, todos los barcos, incluso los científicos, tienen prohibido acercarse a menos de media milla náutica de la parte más afectada del litoral palmero. Los drones realizan mediciones sobre un terreno impracticable, dada la toxicidad de los gases: “Tomar una muestra de agua de forma convencional era inconcebible, pero los drones tienen herramientas con sensores esenciales que nos dan información inmediata –explica Antonio Tovar–. Entre los objetivos del buque del IEO, estaba analizar el impacto en el entorno marino de gases y metales”.  

Así, cuatro drones del ICMAN han estado operando durante tres días en el entorno de la erupción, “uno de ellos, un cóndor hexacóptero capaz de llevar cargas de más de cinco kilos, del mismo tipo que utiliza la Unidad Militar de Enfermería (UME) para operar en incendios –prosigue Tovar–. Se pueden tomar muestras de agua, hay una cámara con zoom potente, sensores multiespectrales, cámaras térmicas... Y todas ellas las combinamos según el objetivo del vuelo, con un software específico operado desde el instituto”. 

Además, los investigadores del Ramón Margalef han realizado estudios de batimetría (estudio de la profundidad marina) con alta resolución. El resultado de los análisis fisicoquímicos se comparará con los parámetros analizados en 2018 en la zona, además de examinar las rocas que entran en contacto con el mar. Todo ello, desarrollando investigaciones en paralelo “y otros vuelos al interior a petición del IGN”. Los distintos organismos científicos involucrados en el estudio de la erupción del Cumbre Vieja, afirma Tovar, trabajan en una línea de “colaboración de todos con todos y de poner sobre la mesa la información y la experiencia que tenemos. Lo mismo tú no ves algo que sí ven los Compañeros del Instituto Geográfico Nacional, por ejemplo”.  

Los drones han permitido acceso a zonas de otra forma impracticables

A partir de todo esto, lo que se intenta es realizar un pronóstico de cómo va a ser la evolución en el entorno del litoral de La Palma y su impacto en la calidad de sus aguas, tras el colapso inicial. Sobre todo, “teniendo en cuenta que hay parte de la población que vive de la pesca”, y que está más que pendiente de las expectativas.

En el laboratorio de Tovar darán máxima prioridad al análisis “de concentración de metales pesados" de parte de las muestras tomadas, cuyos resultados deberían llegar pronto. El propósito es medir el alcance de la destrucción para calcular, a plazo medio, la resurrección. Al fin y el cabo, la escaleta de los procesos volcánicos es la misma desde el principio de los tiempos: “Todos los gases y metales pesados destruyen el medio marino que encuentran a su paso pero, junto con todos esos elementos tóxicos, también llegan hierro y diversos nutrientes, y una vez que lo tóxico se ha disipado, lo que tenemos es un agua limpia y con multitud de nutrientes, lo que es un llamamiento a la vida”, ilustra Tovar.  

En esta época de súbita inmediatez, y como ya hemos aprendido con la pandemia, la erupción del Cumbre Vieja ha seguido demostrando que las certezas científicas serán muchas cosas, pero no instantáneas: “¿Cuánto durará? Nadie lo sabe. ¿Por dónde irá? Nadie lo sabe, los vulcanólogos tratan de averiguar la dimensión de la cámara magmática –comenta Antonio Tovar–. En contaminación, tenemos muchas oportunidades de ver cosas pero una erupción volcánica es algo que con ‘suerte’ ves una vez en la vida. ¿Erupción estromboliana? Lo sabes por los libros. De hecho, una de las veces que estábamos con el jefe del IGN tuvimos que salir corriendo porque notó que empezaban a escapar los gases, justo antes de romperse parte del cráter”. 

Coincide que Antonio Tovar –científico titular del CSIC desde 2007 y especialista en Contaminación y Cambio Global– es canario de nacimiento, “así que, si cuando nos llaman para cualquier colaboración de este tipo vamos del tirón, aquí lo sentimental tiraba más que nunca”. La llamada para colaborar en las investigaciones del Cumbre Vieja fue el jueves 30 de septiembre y al día siguiente ya estaban con todo el equipo en La Palma: “La colaboración y la cooperación han sido absolutas, incluyendo a las aerolíneas pero también, como te digo, entre todos los que estábamos trabajando allí”, comenta.

Los primeros análisis medirán la concentración de metales pesados en el mar

“Una vez desembarcamos, la comunicación con los geólogos y personal del UME ha sido total, enviando y procesando información continuamente para proporcionar datos de la colada más allá de nuestro interés concreto en el impacto marino... Porque uno conoce muy bien su especialidad pero llega un momento en el que se pone de manifiesto ese compromiso que en teoría tiene la ciencia con la sociedad y que muchas veces, metido en tu rutina de investigaciones puntuales, proyectos, papers... pues llegas a creerte desconectado, aunque no lo estés: las investigaciones sobre cambio climático en la Antártida, por ejemplo, no puedes decir que sean algo minúsculo o ajeno a la sociedad –prosigue el investigador–. Pero en este caso, tu aportación como científico es evidente e inmediata. La información que das es valiosísima para ayudar en lo que supone una catástrofe para los habitantes de la isla, así como la disposición a optimizar recursos entre todos. Es algo que reconforta mucho ver: al fin y al cabo, somos funcionarios, hacemos lo que hacemos por el esfuerzo común, y gusta ver que lo que es de todos es de utilidad, que das soluciones a la gente que está tomando decisiones para salvar vidas”. 

Antonio Tovar es, además, uno de los científicos de ámbito gaditano que se embarcan para realizar labores de campo en la Base Gabriel de Castilla, en Isla Decepción (Shetland del Sur, Antártida). O se embarcaban, porque la pandemia ha puesto también en paréntesis un proyecto que se retoma esta próxima campaña, donde volverá a estar presente para analizar la presencia de minerales en aguas del océano antártico: “También llevaremos el equipo de drones, para muestrear zonas imposibles de acceder”, indica, hablando de iniciativas que también han llevado a cabo en el Ártico, o en escenarios más tranquilos y cercanos, como los estudios que realizan desde el aire en la Bahía de Cádiz para ver cómo evolucionan las fanerógamas marinas; o en las salinas del Parque Nacional de Doñana, analizando las cianobacterias que están causando la muerte de cientos de pájaros en la zona.

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