Provincia de Cádiz

La curva de la tercera fase

  • Psicólogos y sociólogos analizan el 'síndrome del parado', que aboca a la ansiedad, la depresión o la abulia

Javier Gutiérrez, psicólogo y orientador laboral de Andalucía Orienta, traza una curva descendente entre tres líneas horizontales: la línea de arriba es la satisfacción, la media es la ansiedad y la de abajo es la depresión. La curva arranca en el despido. Durante los primeros meses de desempleo la curva del parado se mueve en los contornos de la segunda línea, la de la ansiedad,pero a partir de los seis meses, hasta llegar al año, el trazo atraviesa la ansiedad para sumergirse en la sima que toca fondo, la depresión. A partir del año, la curva sube, se estabiliza en una profundidad de nadie, en un lugar sin nombre. Esa línea no está pintada: es la tercera fase, la abulia, la desperanza, el 'da igual, esto será siempre así'.

Por las 130 mesas de las 40 unidades de orientación laboral de la provincia pasan cada día miles de parados en las distintas fases. Están desbordados. Ellos no consiguen trabajo, sólo orientan para "mejorar la empleabilidad", pero Gutiérrez reconoce que cuando en su mesa ve aparecer una y otra vez a esa persona que no encuentra nada, que hace todo lo que tiene que hacer y no sirve de nada, que de repente desaparece en una rendición sin condiciones, algo se le revuelve dentro. "Se crean vínculos, es inevitable. Asistes a su sufrimiento. El estrés que sufre el desempleado es muy parecido al estrés del trabajador. En ambos casos estás en una carrera en la que te parece que nunca llegas al final". Los psicólogos llaman a ese síndrome Burnout. Inventaron el nombre para el empleado quemado. Ahora sirve para el desempleado quemado.

"Los jóvenes que apenas han trabajado ya saben a lo que se exponen. Es duro, pero están preparados, no les sorprende. Hay otros que no muestran interés en encontrar empleo, quizá porque se mueven bien en el 'negro', la economía sumergida. Pero está el tercer grupo, gente entre 35 y 50 años que siempre ha trabajado y, de repente, nada. Se desmorona su mundo". Gutiérrez es muy gráfico al explicar que todos llevamos una etiqueta en la frente: 'yo soy esto o aquello'. En los primeros meses de paro, cuando hay esperanzas de recolocarte, mantienes esa etiqueta, que, poco a poco se va despegando hasta cambiarse por otra que pone 'yo era esto o aquello' . El trabajo de Gutiérrez es alentar al desempleado para que lleve una etiqueta en la que se lea 'soy un buscador de empleo que puede ofrecer esto y lo de más allá. Estoy preparado y puedo ayudar a su empresa' . Desgraciadamente, en muchos casos, el desmpleado se pega en la frente no una pegatina, sino un cartel en el que se lee 'Soy un parado' y cuando acude a una entrevista responde a qué puede hacer usted por mí con un inconcreto 'yo hago lo que sea'. "Y dice yo hago lo que sea porque a su mala situación económica se añaden los reproches en casa. Los padres que te dicen que no quieres trabajar, tu mujer o tu marido te miran como diciendo qué esperas para traer dinero a casa.

Cada cierto tiempo, Andalucía Orienta organiza encuentros de parados de larga duración. En las reuniones se intercambian experiencias, pero Gutiérrez admite que, en cierto modo, funcionan como terapias de grupo. "Tras un año sin trabajo, el parado ha perdido la conexión con su antiguo mundo, apenas ve a sus ex compañeros, necesita socialización, intercambios con personas que estén en su situación, que no se sienta como un caso aislado".

Alberto Matilla preside ARCA, una asociación dedicada a la rehabilitación de alcohólicos. La crisis les está dando mucho trabajo. El alcohol es un refugio. Equivocado, pero refugio. "La pérdida del empleo genera sentimientos de frustración y desgarro. El parado se va difuminando, se va haciendo invisible. Al principio la gente te para por la calle y te pregunta qué tal, cómo va, pero cada vez se detienen menos tiempo contigo. El teléfono ya no suena nunca. Tratas de retrasar la llegada a casa porque no quieres mirar a la cara a tus hijos. Abandonas el círculo de amigos, no soportas sus conversaciones sobre sus trabajos. Cambias de bar, buscas otros más baratos, las tascas. El bar es un buen lugar para estar en tantas horas libres. Si te ha sucedido todo esto, estás entrando en la espiral".

Y cuando el desempleo afecta a miles y miles de personas, ¿cómo una sociedad como la gaditana no lleva su ebullición al estallido? Sebastián Castro, responsable de la empresa de Investigación Social de El Puerto Insoga, apunta cuatro factores: "La inexistencia de una sociedad civil fuerte y una escasa implicación en las organizaciones sindicales; cierto carácter chovinista, ese carpe diem, de mejor subsistir aquí que emprender una nueva vida en otro lugar; redes nucleares de solidaridad muy fuertes en la familia donde ni los empleados ni los desempleados renuncian al tupperware de las madres hasta bien avanzados los 30, que es algo que no sucede en Europa; y, por supuesto, la economía sumergida, el chapú, pero eso ha existido siempre".

La catedrática de Sociología de la UCA Gema González apunta igualmente al colchón familiar como red de protección social. Y en esta crisis el papel de los medios, que es el de ese personaje que en las películas de catástrofes grita 'oh Dios, vamos a morir todos', da una sensación "reconfortante. El parado piensa que no es culpa suya, que le sucede a todo el mundo, que él es una víctima de mecanismos que no puede controlar".

Es lo que nos conduce a una situación global de tercera fase, ese lugar de la curva en la que Cádiz, como sociedad, muy lejos de la satisfacción, no está en la ansiedad ni en la depresión, sino en una prolongada desperanza, la desidia, el 'esto siempre será así'.

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