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Provincia de Cádiz

Un arrepentido y una "inocente"

  • Carlos Carretero pide perdón en el turno de la última palabra · "No entiendo de leyes ni de pactos pero sí entiendo una cosa: no he cometido ninguno de los delitos que me imputan", dice Campanario

El expolicía Carlos Carretero, que ha reconocido haber montado una trama para estafar a la Seguridad Social, escenificó ayer en el Palacio de Justicia de Cádiz un brevísimo acto de contrición. Era el último día del juicio de la Operación Karlos. Eran los últimos momentos de la vista oral, los que preceden al visto para sentencia. Era, pues, el turno de la última palabra y le tocaba a Carretero usarlo o, como luego hicieron varios acusados, dejarlo pasar. Carlos Carretero, ¿quiere usted añadir algo?, le preguntó el presidente del tribunal. "Quiero pedir públicamente perdón por el daño que he causado", dijo entonces desde su asiento y en pie Carretero, que solventa el caso con una condena pactada de cuatro años de prisión. El micrófono estaba lejos y casi no se le oía. ¿Qué ha dicho, qué ha dicho? "Ha pedido perdón", aclaró una periodista con buen oído.

Eran poco más de las once y media de la mañana. La sala de prensa, casi repleta, aguardaba atenta a María José Campanario. Ya sólo había oídos y micrófonos para Campanario. Uno tras otro, cuatro o cinco procesados fueron declinando el ofrecimiento del magistrado Manuel Grosso. No, no tenían nada más que decir. ¿Y Francisco Casto Pérez Lara, el inspector médico acusado de idear con Carretero la estafa con las pensiones de incapacidad laboral fraudulentas? Tampoco.

Cuando el turno alcanzó a Campanario, el silencio era total. Todos pendientes de su respuesta al presidente del tribunal. María José Campanario, dijo Grosso, ¿algo que añadir? "Sí", contestó ella, y en la sala de prensa hubo un sonoro aplauso. Breve pero intenso. Una gran ovación agradecida de los periodistas y cámaras. Silencio, que va a hablar.

Campanario no se quedó junto a su asiento en el banquillo. Con decisión, con dominio de la escena, la procesada más famosa de la Operación Karlos se acercó al estrado y se ubicó frente al micrófono. Éstas fueron sus palabras: "Me gustaría decir que he llegado hasta aquí, que he llegado hasta el final, y que he defendido mi inocencia desde el principio, que he mantenido mi declaración desde el principio, que yo no entiendo de leyes, no entiendo de pactos, pero sí entiendo una cosa, y es: que soy inocente, que no he cometido ninguno de los delitos que me imputan y que así lo he mantenido y así lo voy a seguir defendiendo. Gracias".

A Campanario le flaqueó la voz al decir que es inocente. Se emocionó. Fue un quiebro casi imperceptible. En la sala de vistas, entre el público, como cada día que Campanario y su madre han acudido al juicio, estaba su marido, el torero Jesulín de Ubrique. Minutos después, terminado el juicio, como en otras jornadas, volvió a acompañarlas camino del automóvil que esperaba a los tres frente a la Audiencia. Con ellas atravesó de nuevo el cordón de cámaras, fotógrafos y periodistas apostados en la calle. Buscaban otra declaración pero no hubo tal.

Cuatro o cinco mujeres increparon entonces a Campanario en ese trayecto difícil. Pero sonaban sus gritos como demasiado vulgares, como muy improcedentes tras un juicio con todas las de la ley, tras un enjuiciamiento civilizado que dará lugar a una sentencia suscrita por unos magistrados que han escuchado a unos y a otros y han tomado nota. Ellos dictarán una resolución no firme, contra la que algunas defensas presentarán recursos ante el Tribunal Supremo.

La jornada de ayer fue la más corta de las quince que ha consumido el esperado juicio sobre la Operación Karlos, la investigación que hace ya cinco años destapó la estafa de las pensiones cuando Vigilancia Aduanera indagaba sobre otro chanchullo con facturas falsas. Cinco abogados defensores de procesados que no han pactado sus condenas, casi todos clientes de la trama, expusieron su alegato. Después vino ese momento en que los acusados tienen la oportunidad de decir unas palabras antes de que el tribunal se retire a dictar sentencia. Casi todos optaron por rehusar el ofrecimiento del presidente del tribunal. Además de Carretero y Campanario, sí tomó la palabra José García, a quien defiende el abogado José Blas Fernández. Si hubiese sabido que la pensión que me dieron no había sido conseguida legalmente, no hubiese querido cobrar ni un duro, vino a decir el hombre.

Cumplido el trámite de la última palabra, el tribunal dio por finalizado el juicio. Casto y su abogado, Felipe Meléndez, coincidieron en salir del edificio justo detrás de Carretero y su pareja, Elisa Calvente. Carretero iba sonriente, de la mano de Elisa. Ayer comentó que en el juicio se han dicho muchas mentiras. Es el único de los procesados que sabe que irá a prisión, que la sentencia que ahora dictará en primera instancia la Sección Tercera de la Audiencia lo enviará a la cárcel.

Campanario, su madre y Casto tendrán que esperar un tiempo a conocer la decisión del tribunal. Si son absueltos o son condenados. Y en este caso, si la pena es superior a dos años y les impide solicitar la suspensión de condena. Aunque eso sería después de que se pronuncie el Tribunal Supremo, al que llegará sin duda la Operación Karlos en busca de una resolución firme y con recursos que combatirán de nuevo la principal prueba que han manejado el fiscal y las acusaciones: las escuchas telefónicas.

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