EL SEXTANTE DEL COMANDANTE

120 años sin el 'Reina Regente'

  • Una tragedia sin aclarar. El famoso buque de la Armada Española se hundía tal día como hoy de 1895 en las cercanías del Estrecho dejando 412 fallecidos y un perro como único superviviente

EN vista del expolio continuo al que se veían sometidos los pecios españoles en aguas propias o ajenas, sobre los que el caso del Nuestra Señora de las Mercedes sentó jurisprudencia favorable a nuestros intereses, hace ocho años las ministras de Educación y de Defensa firmaron el llamado Plan para la Protección del Patrimonio Subacuático, que contaba con la Armada como herramienta fundamental. A la vista de sus necesidades e intereses, la Armada señaló entonces una serie de objetivos, el primero de los cuales era y sigue siendo el crucero Reina Regente, desaparecido en aguas aledañas al Estrecho de Gibraltar el 10 de marzo de 1895 como consecuencia de un fortísimo temporal de poniente. El Reina Regente era un buque de combate sin otra riqueza que las pocas monedas que pudieran guardar en sus bolsillos los 412 desgraciados que perecieron en su hundimiento, la mayoría marinos gaditanos, y es que la principal razón que movió a la Armada a colocarlo en la cabeza de tan ambiciosa lista era del tipo romántico, pues donde quiera que se encuentre el buque guarda entre sus retorcidos hierros el último aliento de su dotación al completo, ya que no quedaron testigos humanos de la tragedia.

La pérdida del Reina Regente fue el resultado de un desafortunado efecto mariposa. Dos años antes de su desaparición, las kábilas rifeñas habían atacado la guarnición española de Melilla matando al comandante general de la plaza, Juan García Margallo, lo que motivó que en marzo de 1895 tuvieran lugar en Madrid unas reuniones entre el Gobierno español y Sidi Brisha, representante del sultán de Marruecos, en las que, entre otras cosas, se pactaron las indemnizaciones por la muerte de Margallo. Ocurrió que a la salida del hotel en el que se alojaba, un compañero de Margallo quiso vengar la muerte de su amigo abofeteando a Sidi Brisha, el cual pidió inmediatamente una nueva reunión aduciendo que para él tenía tanto valor la muerte de un general español como el abofeteamiento de un representante del sultán. Como consecuencia de las nuevas reuniones, las indemnizaciones se vieron sustancialmente reducidas, lo que enfureció a la reina María Cristina, la cual ordenó el despacho urgente a África de la delegación marroquí, lo que motivó la salida precipitada del crucero del muelle de Cádiz a mediodía del sábado 9 de marzo rumbo a Tánger. Quiso la mala suerte que a la dotación habitual del buque, de 372 marinos, se unieran cuarenta jóvenes aprendices de la cercana escuela de artillería para un viaje que la maldición de la que algunos han llamado la bofetada más cara de nuestra historia naval convirtió en eterno.

Construido en astilleros escoceses, el Reina Regente fue entregado a la Armada en 1888 y durante sus pocos años de vida dejó patentes una serie de defectos de construcción que se sintetizaban en balances tan desproporcionados que según algunos de sus comandantes llegaban a hacer el barco ingobernable. Lo cierto es que a proa y a popa contaba con dos parejas de cañones de 240 milímetros que una real orden había dispuesto cambiar por otros tantos de 204 con un peso bastante inferior, y por esta razón el buque esperaba el comienzo de las obras en la Carraca cuando el binomio destructivo de una bofetada y una absurda orden real obligaron a su comandante, Francisco Sanz de Andino, a salir para la que habría de ser su última misión.

El tiempo era bueno a la salida de Cádiz en una época en la que los comandantes no tenían otro oráculo meteorológico que el barómetro del puente de gobierno. Sin embargo, a la llegada a Tánger se barruntaba un empeoramiento sustancial que tomó cuerpo al amanecer del domingo, hasta el punto de que el cónsul español en la ciudad tingitana aconsejó a Sanz de Andino permanecer en puerto, pero éste, en una decisión cuestionable y que a fecha de hoy constituye uno de los misterios de la desaparición de este buque, puso finalmente proa al furioso temporal.

Un traductor del consulado francés que presenció la salida del buque desde la parte alta de Tánger aseguró que al poco de salir el Reina Regente se detuvo sobre las olas arriando por la popa lo que le pareció un buzo, lo que hace probable que alguna maroma arrebatada a la cubierta por el temporal se enredara en una de las hélices. Más tarde los capitanes de dos mercantes que buscaban refugio al temporal en el Mediterráneo describieron que lo vieron sometido a un espantoso oleaje. Los últimos ojos que lo vieron fueron probablemente los de dos hermanos que trabajaban sus campos en Barbate y que aseguraron haber distinguido una sombra entre las brumas cercanas a tierra.

La desaparición del Reina Regente fue objeto de encendidos debates en el Congreso de los Diputados mientras los buques de salvamento seguían buscándolo por el Estrecho y la mar arrojaba a las costas todo tipo de restos, escondiendo el principal y que a fecha de hoy constituye el túmulo de hierro de sus desgraciados tripulantes. La comisión encargada de la investigación obvió el mal estado del buque y consideró al mal tiempo el responsable principal del hundimiento, argumento que, por otra parte, permitió considerar al Estado responsable subsidiario y que las indemnizaciones y pensiones pudieran pagarse al poco de cumplirse el año de su desaparición, un tiempo record en la época.

He dicho al principio que no quedaron testigos humanos de la tragedia, pero sí hubo un superviviente, aunque no pudiera contarlo, ya que se trataba de un perro. Ocurrió que un crucero inglés, el Sheffield, que participaba en la búsqueda del Reina Regente tras su desaparición, encontró un pastor de Terranova sobre un enjaretado de madera, izándolo a bordo de forma que el animal pasó a formar parte de la tripulación. De regreso del Mediterráneo, el Sheffield pretendió atracar en Sevilla, por lo que fondeó en Bonanza a la espera de práctico y marea, momento en que el animal comenzó a ponerse nervioso hasta saltar al agua para ganar la costa a nado y presentarse en la casa de su dueño, un oficial del Reina Regente.

Descansen todos en paz y nosotros sigamos esperando a que Neptuno decida revelarnos este y otros de los muchos misterios que el mar sigue conservando en sus profundidades.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios