Sector naval

Reto conseguido

  • Navantia-Cádiz finaliza la reparación del 'Allure of the Seas', de la compañía Royal Caribbean, el mayor buque de pasajeros del mundo.

El próximo sábado, el astillero de Reparaciones de Navantia en Cádiz podrá decir que ha superado con éxito una prueba por la que no pasan todos los diques: haber reparado incluso antes de tiempo el mayor crucero del mundo, el Allure of the Seas.

Ayer, la compañía propietaria del buque, la Royal Caribbean, invitó a los medios de comunicación a ver el coloso por dentro. Pero, de camino, ya impresiona por fuera. Baste decir que, en el dique más grande del astillero, el número 4 (donde el portaaviones Juan Carlos I realizó su varada obligatoria recientemente y no lo llenaba por completo, ni mucho menos), ayer el crucero dejaba cinco metros de su proa al borde del dique, 10 por la popa hasta la esclusa, y 11 metros en cada lado.

El capitán del barco, el noruego Tore Grimstad, bromeaba en cubierta: "La maniobra de entrada fue muy bien porque le echamos vaselina en los laterales". Más allá de este chascarrillo (se agradece viniendo de un noruego), lo cierto es que la maniobra de entrada, el pasado día 3, duró seis horas.

El Allure es tan gigantesco que, una vez en su interior, las dimensiones hacen olvidar por completo que se está dentro de un barco. Más bien da la sensación de estar paseando por un centro comercial o una barriada moderna. Más de 300 metros de largo, 86 de altura (no cabría por debajo del segundo puente), nada menos que 16 cubiertas de camarotes (más de 2.700 en total), un patio interior con camarotes cuyas terrazas dan a un jardín de flores y arbustos naturales, una sala de juego con máquinas idénticas a las de Las Vegas, una pista de hielo donde desarrollan todo tipo de juegos (incluyendo excampeones olímpicos de patinaje), salas vip o un teatro con 1.400 asientos donde, a partir del próximo mes, se disfrutará del musical Mamma Mía. Además, un espectáculo acuático en cubierta con saltadores incluidos que se empotran en una piscina de 6 metros de profundidad. Otro elemento que llama la atención es el bar móvil. Dentro del barco, en uno de sus salones, una barra ovalada de más de 20 metros de largo va subiendo y bajando plantas para ir sirviendo a los clientes que se encuentran en cada una de ellas.

Pero, más allá de lujos estéticos o comerciales (incluso reproduce en una de las cubiertas elementos típicos de Coney Island, tiovivo incluido), la importancia de la estancia del Allure of the Seas en Cádiz es la reparación a la que ha sido sometido y el éxito del trabajo desarrollado por Navantia y las industrias auxiliares.

Como suele ocurrir con casi todos los cruceros, desde que parte del puerto de origen (en este caso Miami, en EEUU) hasta que llega a Cádiz, toda una flota de trabajadores ya desarrolla en su interior todo tipo de labores. En este caso, han sido casi 1.200. A ellos ha que sumarles las más de 2.000 personas de la tripulación. En total, como explicó ayer el director de hotel del crucero, el portugués Joao Mendonça, unas 70 nacionalidades distintas.

Carlos Torres, jefe de buque de Navantia, es el responsable de la obra por parte de la empresa española en este crucero, y lo ha sido también en otras reformas de barcos de Royal Caribbean. Ayer explicó que el sábado a las dos de la tarde partirá de Cádiz, un día antes de lo previsto por el temporal de viento que se avecina el domingo.

Los trabajos, explicó Torres, "los podemos dividir en dos: revitalización de los interiores del barco, que se acometen por parte del armador con empresas que ellos traen y nosotros los auxiliamos con empresas locales; y toda la parte marítima, máquinas y casco, que sí la hacemos nosotros: propulsión, hélices de proa, tratamiento de casco de pintura o los azzipots o estabilizadores". Pero se detiene en un nuevo sistema que se ha incorporado al barco "para que ahorre combustible, inyecta aire al casco por debajo, creando una cámara de aire en el casco".

También resalta que "estamos poniendo una extensión nueva en la chimenea de estribor, para unas torres de lavado que se llaman scrubber, que hace un lavado de los humos de los motores antes de salir a la atmósfera". Igualmente llamativo es toda la pintura de color azul que se aprecia en el barco justo en la línea de agua (la parte sobre la que flota el buque). Ha sido pintada con una pintura de silicona que hará que el crucero se deslice mejor sobre el agua y, por tanto, adquiera más velocidad.

La satisfacción en la plantilla propia y de las contratas ha sido completa. Torres detalló que "hemos tenido a más de 350 empleados de industria auxiliar en los tres turnos, y el armador está muy contento por los trabajos desarrollados". El principal reto de la obra ha sido, como detalló el jefe de buque de Navantia, "trabajar con los volúmenes. El tamaño del buque es enorme y las alturas de las grúas estaban al límite para acceder a todos los lugares del barco, ha sido uno de los principales retos además de la maniobra de atraque, porque poco dique ha sobrado". A partir de ahora, admite el jefe de Navantia, "este es el barco de pasaje más grande del mundo, hemos puesto bastante alto el listón".

En lo que toca a Royal Caribbean, no tienen dudas: están encantados con el trabajo de Navantia y, cómo no, con la "vida nocturna de la ciudad de Cádiz". Para el capitán del crucero, "la obra técnica ha ido muy bien, la razón principal de venir a Cádiz fue para cambiar los azzipots (hélices de popa que son capaces de moverse para dirigir las maniobras de atraque) y para hacer el proyecto nuevo para dar más potencia y eficiencia en el consumo de combustible; también para hacer otros cambios en la parte de hotel".

Grimstad añadió que "el barco usa tres tipos distintos de combustible y cada día consume 400 toneladas de combustible; ese sistema será muy importante, además de realizar un gran avance en la protección del medio ambiente". La seguridad en el barco depende de un jefe de seguridad con ocho vigilantes, más otros que "no se ven" y un sistema con 1.300 cámaras a bordo, con centro de seguridad propio. Además, cuentan con un hospital completo con 3 médicos y un equipo de enfermeras.

El sábado, el Allure of the Seas partirá hacia Barcelona para, desde allí, comenzar sus rutas de verano por el Mediterráneo. No volverá a ser reparado, si no se producen incidentes, hasta dentro de cinco años. En mayo del próximo año será botado un nuevo crucero de la clase Oasis (igual que el Allure), el Harmony of the Seas y, para 2018, un cuarto navío de la misma clase, aún sin nombre. Mientras, Royal Caribbean sigue confiando en Cádiz para las reparaciones de sus cruceros. Hablar de construirlos es, de momento, sólo posibilidades de futuro.

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