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Provincia de Cádiz

"Oyó su llanto y pudo ver cómo se la llevaban"

  • Carmen, llegada desde Barcelona, halla en Cádiz a una niña que intentaron robar

Es muy menuda y parece asustada. Aún no se cree que lo que le pasó a ella, les ocurrió a tantas mujeres. A tantas familias. Ha venido a la reunión de Anadir desde Barcelona, donde reside desde hace años, buscando a la niña que tuvo en una clínica privada en Cádiz, capital, el 13 de abril de 1972. Se llama Carmen Cortina, y está acompañada por su hija María Jesús, quien, en un receso de la reunión, para tomar fuerzas después de tanto relato desgarrador, empieza contando a este diario el caso que su madre aún no puede verbalizar. El testimonio de ambas resulta estremecedor. Y es que, casualidades de la vida, se han alojado en una pensión de Cádiz y la dueña les ha contado que ella estuvo a punto de ser robada. En Zamacola. Su madre la acababa de tener. Cuando le dio el pecho, vio que tenía un antojo en una piernecita. Una enfermera llegó y se llevó a la niña. Después, le dijo que la pequeña estaba muy malita. Ella insistió en verla y le trajeron a otra recién nacida llena de tubos. "Ésta no es mi hija". Escuchó entonces un llanto de un bebé y como pudo, aún con la hemorragia, se levantó de la cama y salió corriendo al pasillo, donde pudo alcanzar a una mujer que iba a entrar en el ascensor con su pequeña. La cogió, le vio el antojo y se puso a gritar. Un médico apareció y logró que se la devolvieron. "Ya no volvió a ver a esa enfermera", les ha contado aquella niña, hoy dueña de la pensión en la que se alojan.

Por ello Carmen se ha desplazado hasta Chiclana con más esperanzas si cabe de encontrar a su pequeña. Tenía 22 años y estaba sola en la clínica, porque su marido, marinero, estaba en la mar. A ella le vino una enfermera y le pidió que le diera la ropa para vestir a su niña. Después, le dijeron que se había muerto. Ahora, en el certificado de defunción logrado, pone que murió de insuficiencia respiratoria. Y en el papel del cementerio, que alguien pagó 75 pesetas por el enterramiento de un feto macerado. No ha conseguido que le digan quién pagó ese dinero por enterrar a su hija en una fosa común. Y en su caso, como en el de muchos, ella tenía un nicho en propiedad de su familia.

Ahora, no pide mucho. Lo único, "no morirme con esta pena. Saber si está viva o muerta".

A su lado está sentada Dolores Ruiz, de San Fernando, la mujer que interpuso la denuncia número 22 en la Fiscalía, de la que este diario informó, y que ayer por la mañana, casualmente, recibió la mejor de las noticias. Una carta de la fiscal jefe, Ángeles Ayuso, en la que le comunica que "se han incoado diligencias de investigación penal " para esclarecer su caso, de Zamacola, donde no figura muerta la niña, sino que se la retiraron. Por "distocia social".

Muy poco antes, ante todo el auditorio, desde el micrófono, ha contado su historia Antonia. La historia de la pequeña de la que habla en presente. "Mi hija nació con los cachetes como Heidi. Pesó 3,800 kilos y era linda, muy rubia. La tuve toda la noche. Una enfermera se la llevó y me trajo a otra morena. Me la robaron". "Yo sigo diciendo que tengo cuatro hijos, no tres. El instinto de una madre es muy grande. Mi niña fue enterrada con dos primos y yo sabía que ahí no había nada. Había que abrir el nicho, porque estaba en mal estado, y metí la mano y no había nada, una gasa podrida muy fina pero nada más. Llevo para 27 años que no he pegado ojo. Compadezco a todas las que han pasado por esto. Los hijos se quieren mucho. Te dan la vida", acabó entre sollozos Antonia.

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