biodiversidad

El músculo del agua

  • El estuario del Guadalquivir es un ecosistema de resiliencia y diversidad extraordinarias

  • Aun así, episodios como el de la extrema turbidez de 2008 y la extinción del esturión nos recuerdan que no es imbatible

Sometido a fuertes presiones antrópicas, el estuario del Guadalquivir es un escenario de una gran resiliencia.

Sometido a fuertes presiones antrópicas, el estuario del Guadalquivir es un escenario de una gran resiliencia. / Antonio Pizarro

Soporta drenajes, soporta presas, soporta vertidos de agricultura intensiva –especialmente, en su margen izquierda–, soporta el paso por grandes ciudades (Córdoba, Sevilla). No será potente el estuario del Guadalquivir que –en general, hasta el momento– aguanta todo esto sin colapsar. Aun así, el precio de tanta presión se deja sentir: ahí tenemos, por ejemplo, la extinción de especies como el esturión.

De hecho, esa cualidad, la resiliencia, sería la que destacaría de la desembocadura del principal río andaluz el biólogo Enrique González Ortegón. “En términos generales, los estuarios tienen una alta resiliencia: aunque los alteres en un momento dado, son capaces de volver a una situación previa”, apunta. "Pero si esta alteración se prolonga en el tiempo, como el episodio de turbidez de 2008 (que persistió durante varios meses) puede llegar a afectar gravemente al espacio. Es decir, aunque una de las características sustantivas del delta del Guadalquivir es su turbidez, hay momentos en los que hasta su alta capacidad de recuperación se resiente".

Otra de las características propias del estuario es su enorme diversidad en fuentes de carbono, la base de una compleja cadena trófica que permite criar a muchas especies, como a los juveniles de boquerón: “Es un escenario, en definitiva, tremendamente singular, con una alta diversidad”, apunta. En total, más de 120 especies de peces y 35 de crustáceos están presentes en la desembocadura: “Y hay muchas que, morfológicamente, pueden parecerte iguales, sobre todo, en las fases larvaria y juvenil: los especialistas en taxonomía son fundamentales”.

Las aguas del Guadalquivir son un buen músculo pero no son indestructibles. El aumento de la temperatura superficial en los océanos provoca una progresiva tropicalización: las especies va expandiendo su hábitat desde la costa africana. Un ejemplo es el Lysmata uncicornis, el camarón limpiador: una especie “con rango de distribución entre Nigeria y Marruecos de la hay ejemplares desde el puerto gaditano hasta el Algarve”.

Pensamos en fenómenos propios de globalización y nuestra mente hace una lista con teléfonos móviles, cafés a precios abusivos y muebles de Ikea. Por decir. A nadie se le ocurre pensar, al hablar de fenómenos globales, en cosas tan pedestres como las aguas de lastre: y su efecto es, desde luego, global; enorme –anualmente, la navegación mueve de dos a tres millones de metros cúbicos de estas aguas– y, en muchas ocasiones, dañino. Las aguas de lastre están en el origen de la introducción de muchas especies exóticas.

González Ortegón forma parte de un proyecto en el que se intentan confirmar “varias hipótesis” respecto a tres especies no nativas del Golfo de Cádiz, con un notable crecimiento en sus poblaciones. La corvinata real (Cynoscion regalis), el camarón pistola (Alpheus sp.) y el cangrejo azul (Calinectes sapidus). Las tres han aparecido en distintos ecosistemas costeros de la provincia, y pueden suponer un problema para pesquerías de camarón y langostino. De todos ellos, el más famoso –por sus estragos en el Mediterráneo– es el cangrejo azul. De gran voracidad, “es un gran depredador de bivalvos, de la chirla de Doñana, de langostinos y del cangrejo verde o coñeta. Ha de criar entre marismas y desembocaduras, migrando entre ambas: no lo tiene fácil, pero lo consigue. Hace un par de años, en el Golfo de Cádiz, en playas de San Fernando, marismas, caños de Chiclana, Sanlúcar... llegó a extenderse mucho; el año pasado, un poco menos, pero parece que este año va a más”.

Las especies exóticas –apunta, sin embargo, el biólogo– no tienen por qué suponer un colapso, pueden adaptarse a las reglas. Ahí tenemos al camarón oriental, que podría competir con nuestro camarón blanco, pero se está recluyendo en zonas altas, con menor concentración de oxígeno, conviviendo con la especie nativa”.

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