tribuna libre

Esperando el Peprichye

  • Uno de los principales problemas de El Puerto es el dramático despoblamiento de su centro histórico

  • Hay que atraer a los jóvenes y a profesionales, con alquileres asequibles

Esperando el Peprichye

Esperando el Peprichye

Durante años, esperar el Peprichye -pido perdón por la palabreja- ha sido algo así como esperar a Godot. El plan para la reforma del Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Histórico de El Puerto no llegaba nunca. Y, sin embargo, algunos no perdían nunca la esperanza.

A diferencia de lo que ocurre en la célebre obra del teatro del absurdo, el Peprichye - no hay más remedio que en aras de la brevedad seguir utilizando ese palabro - está ya acabado, según nos cuentan.

El Puerto y quienes lo gobiernan deben tener claro el modelo de ciudad al que se aspira

Y más pronto que tarde, según nos dicen los responsables, se procederá a presentarlo a los directamente interesados y a a la opinión pública.

Podrán formularse las alegaciones oportunas en un período de tiempo que esperamos no se alargue demasiado porque esta ciudad lo necesita como agua de mayo para volver a levantar cabeza.

Mientras tanto, sin embargo, El Puerto y quienes lo gobiernan tienen que tener muy claro cuál es el modelo de ciudad al que se aspira.

Desaparecidas algunas de las industrias que contribuyeron un día a su riqueza, todavía visible en la proliferación de las casas palacio, no parece que ese modelo pueda ser otro que el de ciudad volcada al turismo.

Un turismo que no sería el vulgar y bullanguero de algunos lugares de nuestras deterioradas costas, objeto de la más descarada especulación inmobiliaria, sino más tranquilo y sobre todo de mayor calidad.

Siempre se ha dicho, y lo tenemos ya escrito en estas páginas, que uno de los problemas de El Puerto, seguramente el principal, es el dramático despoblamiento de su centro.

Y que de ese fenómeno se derivan otros como la ausencia de una oferta comercial atractiva, consecuencia directa de la escasa capacidad de compra de una parte importante del vecindario.

Es pues fundamental repoblar el centro, que es, junto a la proximidad de las maravillosas playas gaditanas, el principal atractivo turístico de esta ciudad.

De eso dependerá el que resulte interesante también para ciertas empresas comerciales modernas que hoy lo rehuyen ante la poca demanda existente.

Hay que atraer al centro sobre todo a gente joven, a jóvenes profesionales, con alquileres asequibles porque representan el futuro.

¿Por qué no pensar en talleres para artistas que ocuparían algunas de las bodegas hoy vacías? ¿Por qué no dedicar también algunas de esas bodegas a museos que ilustren a propios y extraños sobre el rico pasado de la ciudad?

No basta, como hemos oído de boca de algún concejal, con el actual museo. Hace falta pensar en museos interactivos dedicados, por ejemplo, a la historia de la sal o del comercio transatlántico o a otras industrias.

Hemos visto, por ejemplo, museos de la sal en otros países como Alemania (Halle, Lüneburg, Bad Sülze) o el Reino Unido (Liverpool). Y podrían tomarse como ejemplo.

Servirían esas instalaciones culturales no sólo para ilustración de todos los escolares, sino también para que cuantos nos visitantes pasasen más tiempo en la ciudad y no se limitasen a ver la plaza de toros y la iglesia.

Y lo más importante de todo, no habría que esperar siquiera al Peprichye - ¡perdón de nuevo!- para comenzar a dar facilidades en lugar de poner pegas a quienes quieren pintar una fachada o introducir pequeñas mejoras en un edificio, respetando, eso sí, su estética.

Hay fachadas que no necesitan protección, y parece absurdo que haya que soportarlas con armazones y bloques de cemento que no sólo son una agresión a la vista sino que entorpecen el paso por las aceras.

Por último está la suciedad: los excrementos caninos contra los que no parece que hayan sido demasiado eficaces los carteles que ha puesto el Ayuntamiento y esos plásticos y latas que uno ve en los solares vacíos o tras las rejas que protegen los comercios cerrados.

De nada servirá tener toda una plantilla dedicada a la limpieza si muchos ciudadanos no son conscientes de que el perfecto estado de revista de una ciudad es cosa de todos y que no vale eso de "ya lo limpiarán, que pare eso pagamos".

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