EL RESURGIR DE UN SECTOR TRADICIONAL

Despliegue absoluto del potencial marino

  • No sólo de sal vive el salinero gaditano, que encuentra en sus explotaciones nuevas líneas de mercado que aúnan tradición, investigación y sostenibilidad

Imaginemos por un momento una empresa en la que la materia prima base es infinita y el motor que la transforma, gratis. Para más inri, ubiquémosla en la Bahía de Cádiz. Más de una cabeza desconfiada y malpensante dirá: "Con la que está cayendo... Eso es imposible". Pues no, no lo es. El mar y el sol han sido los recursos que desde la Antigüedad el gaditano ha sabido explotar en beneficio propio, convirtiendo al sector salinero en uno de los más punteros de la economía local. Y si bien es cierto que las salinas han vivido unos años de declive desde mediados del siglo XX, estas explotaciones entran hoy en una nueva era de esplendor gracias a la diversificación de los usos de la sal.

Podemos afirmar que el resurgir de la actividad salinera viene de la mano de la innovación y la investigación, dos factores claves que, por otra parte, no pierden de vista a la tradición y la artesanía. Así, por ejemplo, nacen productos de gran calidad reconocida, como la sal marina virgen y la flor de sal, a los que se están sumando nuevos géneros que incorporan otros valores añadidos (aromas, esencias e incluso oligoelementos).

Pero no sólo de sal vive el salinero, que tras vivir una profunda crisis -motivada por causas tales como la globalización de los mercados, la generalización de la industria del frío (y la consiguiente pérdida de la función conservera de la sal) y la competencia entre las sales atlánticas y mediterráneas, entre otras- se ha visto obligado a abrir otras líneas de negocio dirigiendo su mirada hacia nuevos horizontes que compatibilizan rendimiento económico, progreso social y mantenimiento de los valores naturales.

El ecoturismo, bien sea ornitológico, etnográfico, de ocio o gastronómico, es una de las bazas que están barajando -y con gran maestría- varias empresas en el marco del Parque Natural Bahía de Cádiz. Es el caso de Suralgae y Fitoplacton Marino, dos entidades que ofrecen a los comensales más atrevidos originales platos aderezados con salicornias y otras algas marinas que han recolectado ellos mismos. Otras salinas, por su parte, brindan la oportunidad de visitar los cristalizadores de sus instalaciones para posteriormente realizar catas de sal. A esto hay que sumar la actividad hostelera asociada a celebraciones y eventos que se desarrollan en las diferentes casas salineras y molinos de marea, como San Vicente, en San Fernando, famoso por sus despesques de estero.

Otro nicho de negocio en el que la extracción de la sal es viable con otras iniciativas se encuentra en el ámbito de la salud y la belleza. En este sentido, podemos citar la salina Santa María de Jesús, en Chiclana, donde, aprovechando la hipersalinidad de sus aguas, la empresa Alema ha creado un circuito de talasoterapia que en tan sólo un año ha conseguido captar a numeroso público, sobre todo extranjero.

En este mismo orden de cosas, la localidad de Puerto Real cuenta con otro gran filón aún por explotar: los fangos de la playa de La Cachucha. Al parecer, el proyecto empresarial que pretende construir camas de mármol para realizar masajes de barro en esta zona será una realidad a corto plazo.

Visto lo visto, no cabe la menor duda de que las salinas de la Bahía de Cádiz evidencian cómo se puede aprovechar al máximo nuestro entorno más cercano con usos compatibles muy beneficiosos tanto para el medio ambiente como para la economía de la comarca. Atrás quedó esa triste imagen de finales de los 90 en la que sólo quedaban cinco salinas en activo de las 150 que llegaron a funcionar. El Parque Natural Bahía de Cádiz vive un momento de ebullición esplendoroso que se refleja en los números. Así, actualmente hay 50 salinas productivas, 10 a pleno rendimiento, a las que hay que añadir otras cuatro que durante 2013 iniciarán su actividad, previa concesión de Dominio Público Marítimo Terrestre.

La primera de ellas, denominada Los Tres Amigos, se ubica en San Fernando y dispone de más de 150 hectáreas donde se pretende llevar a cabo una iniciativa que aúna tradición e innovación. "La idea es elaborar una sal especial enriquecida con oligoelementos mediante procesos tradicionales", explica Antonio Gómez, director-conservador del Parque Natural Bahía de Cádiz. "Además, otra zona de la salina se destinará a cultivo acuícola y se rehabilitará una casa salinera pensada para acoger actividades de turismo activo", añade.

Las otras tres explotaciones se encuentran en el término municipal de Puerto Real. Dos son pequeñas salinas artesanales de la UCA, La Esperanza Grande y la Esperanza Chica, y otra es una gran salina de nueva creación bautizada como Cetina.

"Hay más de diez sociedades interesadas en hacerse con las explotaciones de la UCA", asegura Antonio Gómez, quien desglosa el plan programado para las mismas: "Además de elaborar flor de sal, habrá una laboratorio de investigación en la zona para impulsar nuevas formas de producción. Por otra parte, se pondrán en marcha talleres de educación ambiental para acercar este entorno a la población gaditana por medio de los voluntarios; y, por último, se realizarán estudios de incidencia medioambiental para corroborar el papel que desempeñan las salinas como agentes protectores del medio y, por ende, de especies en peligro de extinción, tales como el chorlitejo patinegro o el charrancito".

Por último, la gran explotación puertorrealeña, Cetina, dispone de 700 hectáreas, de las cuales 350 estarán dedicadas exclusivamente para uso ambiental, uso público y turismo ornitológico. En este sentido, Gómez quiere recordar que la Bahía de Cádiz es famosa en el norte de Europa por su riqueza aviar: "Alemanes, franceses, británicos y noruegos se trasladan todos los años hasta nuestra comarca para observar aves imposibles de avistar en ningún otro sitio del mundo", apostilla.

Esta salina de grandes dimensiones que linda con el Parque Natural albergará también un área de producción vinculada exclusivamente a la exportación de la sal.

En conclusión, una vez que las cuatro nuevas explotaciones funcionen al cien por cien en la Bahía de Cádiz abarcando, no sólo la extracción, si no el amplio abanico de posibilidades que esparce la sal ante ellas, la superficie destinada a este sector en la comarca rozará las 2.500 hectáreas, igualando casi el 50% de la extensión salinera de la época dorada del mismo.

¿Estaremos ante una nueva edad de oro de la sal? Quizás. Pero con la diversificación no basta. Hace falta una mayor implicación de las administraciones competentes en la materia, nuevos canales de comercialización y, por supuesto, elevadas inversiones económicas que sólo se amortizan a medio y largo plazo.

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