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Denuncian incumplimientos sobre actividad cinegética en La Atalaya

  • Ecologistas en Acción señala irregularidades referentes a vallado y población de especies

Un jabalí, alimentándose en uno de los comederos dispuestos en la zona.

Un jabalí, alimentándose en uno de los comederos dispuestos en la zona. / E.A.

En una comunicación sobre los vallados cinegéticos en Andalucía, Ecologistas en Acción destaca, entre otros, el caso de La Atalaya, en el Parque Natural de Los Alcornocales. Un expediente que, apuntan, lo incumple “todo”, en un todo que incluye normativa cinegética y medioambiental: “Altura de vallado, trampas para especies, introducción de especies alóctonas... –indica el activista Juan Clavero–. Las mallas cinegéticas superan los dos metros en muchos tramos de la finca; la valla corta arroyos, corta el río Majaceite, y la luz de la trama es también inferior a la permitida. Aquí no tenemos grandes depredadores, pero un tejón o un gato montés, por ejemplo, no pasan”.

Los vallados cinegéticos irregulares constituyen uno de los motivos por los que el lobo apenas consigue traspasar Sierra Morena o, en nuestra zona, que no lo haga el lince. Aunque, apunta Clavero, en la provincia sí consta que haya llegado un lince, “capturado en Las Lomas, en Benalup, en una jaula para jabalíes. El guarda llamó a la Guardia Civil”. Como el animal estaba controlado, se pudo comprobar que había llegado a Cádiz desde Córdoba.

Las vallas de La Atalaya están, además, “ancladas al suelo con cemento –continúa Juan Clavero–. Un animal pequeño no puede levantarlas. La separación entre postes tampoco es la legal y, para colmo, el alambre es de espinos: si un ciervo salta, se raja. Los pasos obligatorios de fauna, que tienen que ser rígidos, no tienen las dimensiones adecuadas y hay también alambre de espinos, por arriba y por abajo: en vez de pasos, son trampas”. Además, está la cuestión de la suelta de especies alóctonas, como gamos y jabalíes, “a los que también ponen comederos”.

Además del cierre de algunas vías pecuarias –han denunciado los ecologistas–, la cañada Real de la Higuera, que sale del mismo embalse de Los Hurones, está cerrada con una cancela en la entrada de La Atalaya: “En esta importante finca, como desgraciadamente ocurre con otras, se fomentan las poblaciones de especies alóctonas con motivos meramente crematísticos. Los escasos ejemplares de cabra montés que quedan se están expandiendo hacia el sur, recuperando sus antiguos territorios”.

Ecologistas en Acción ha levantado denuncias por incumplimientos varios en los últimos dos años. A la primera, no contestaron. En la segunda, la Delegación de Medio Ambiente apuntó que se investigarían los hechos y señaló varios expedientes abiertos, en efecto, referentes a la finca: “Entre ellos, soltar animales: pero registran únicamente diez jabalíes, nada que ver con lo que denunciamos, ni con las sueltas de gamos y muflones que se autorizaron”, cuenta Juan Clavero. Al respecto, la nota de Medio Ambiente señala que el gamo “es considerado especie autóctona (...), aunque su origen vigente esté en otras zonas”. Respeto a los muflones, “como el origen de la población es anterior a 1995”, antes de la entrada en vigor de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad, “se entiende que son especies cuyo aprovechamiento puede llevarse a cabo dentro de la gestión cinegética del coto”.

La presión de herbívoros en Los Alcornocales es una de las causas principales de la falta de regeneración del bosque: una masa arbórea envejecida que ha sido pasto fácil ante la aparición de la fitóftora (Phytophthora cinnamomi): “Ese es el gran problema de Los Alcornocales: densidades muy grandes de herbívoros a los que, además, dan de comer, porque lo que interesa es que cuando vengan cazadores (extranjeros, alemanes, sobre todo), maten muchas piezas, ya que pagan por pieza cazada. Los animales viven prácticamente en corrales en los que no tienen defensa ni escapatoria en caso de incendio, por ejemplo. Y lo que hacen no es cazar, sino acribillar animales a los que sueltan y colocan para ese propósito”.

Los herbívoros naturales de la zona, indica Clavero, eran el corzo y el ciervo aunque, este último, en poblaciones mucho más reducidas: “Al desaparecer el lobo, se multiplicó”.

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