Provincia de Cádiz

Batalla campal en Jerez tras el juicio por el atropello en la motorada

  • Decenas de personas llegadas desde Rociana (Huelva) intentan linchar al imputado por arrollar mortalmente a uno de sus vecinos durante el Gran Premio de 2007

El juicio, o mejor dicho, el post juicio por el accidente mortal ocurrido en la motorada de Jerez de 2007 y que provocó la muerte de un vecino de Rociana (Huelva) se convirtió en una batalla campal entre los rocianeros desplazados a Jerez (unos 150 en tres autocares y coches particulares) y las fuerzas de seguridad del estado, que tuvieron incluso que emplear la fuerza para evitar el linchamiento de la furiosa turba al imputado, G. D. O. "No va a quedar de él ni las orejas, porque cada uno nos vamos a llevar un cacho", proclamaba uno de los onubenses. Gritos, carreras para comprobar si el imputado salía por una u otra puerta, lágrimas, proclamas en contra de los jueces y la justicia española e incluso un desmayo, el de una de las hermanas del fallecido, fueron la previa a la salida del imputado en un furgón que recibió patadas, puñetazos e incluso el impacto de una piedra de grandes dimensiones y de una muleta. A raíz de eso, miembros antidisturbios tuvieron que actuar, viviéndose de nuevo escenas de gran nerviosismo.

En la madrugada del 25 de marzo de 2007, en plena motorada, Francisco Ángel Jiménez García pilotaba una moto por la avenida Fernando Portillo junto a un grupo de amigos cuando, de pronto, un vehículo que circulaba a gran velocidad y de manera temeraria se saltó la mediana que divide la avenida y chocó contra su moto. A raíz de esto, Francisco Ángel y la persona que viajaba con él de paquete, su primo S. M., salieron despedidos. El fuerte golpe provocó lesiones a ambos, si bien las de Francisco Ángel resultaron letales y falleció una hora después a pesar de los intentos de reanimación del 061 desplazados al lugar.

G. D. O., de 23 años y que en el momento del accidente contaba con 20, reconoció que aquel día tomó varias copas y que por la noche cogió su coche. "Creía que estaba bien para conducir, pero no era así", señaló para luego afirmar que no recordaba si iba rápido o no.

El acusado reconoce que llevaba encima diez papelinas, que resultaron ser de éxtasis. "Consumí bastante", sentenció. El acusado negó que hiciera actitud de huir del lugar de los hechos. "Sería incapaz de hacerlo. Eso no entra por mi cabeza", señaló. G. D. O. señala que por el estado de embriaguez en el que se encontraba y que por haber tomado droga, se dio cuenta de la gravedad de los hechos cuando ingresó en el calabozo. "Hasta entonces no sabía que había muerto alguien".

Recordaron los hechos los ocho policías que declararon. Los que presenciaron los hechos señalaron que el imputado iba a gran velocidad y realizando eses, y que al ver la actitud temeraria de G. D.O ya lo habían comunicado por radio a sus compañeros y que al llegar al lugar del accidente, a escasos 100 metros, el imputado mostró una actitud "vacilante" y de "desprecio a las víctimas" ya que "solamente se preocupaba por el bollo que tenía su coche", sin interesarse en ningún momento por ellos. Los agentes señalaron que el acusado intentó desaparecer del lugar de los hechos, pero sin correr, lo que fue recriminado por la gran multitud que se agolpaba en el lugar de los hechos. También señalan que G. D. O. presentaba evidentes síntomas de embriaguez y posibles de haber tomado drogas.

Posteriormente declararon los amigos de la víctima, testigos directos ya que circulaban a poca distancia del fallecido.

Fiscalía y acusación particular solicitan ocho años de prisión por los delitos contra la seguridad del tráfico, homicidio imprudente, lesiones y omisión del socorro. La defensa aceptará la pena que imponga el juez, si bien pide que se obvie el delito de omisión del socorro ya que considera que debido al estado en el que se encontraba el imputado, era imposible que pudiera atender con normalidad a las víctimas.

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