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ANÁLISIS

El regreso de los republicanos

  • Tras la entrada triunfal de Barack Obama en la Casa Blanca, los republicanos parecían abocados a la oposición, sin ideas, sin un líder y sin perfil. Pero ahora regresaron con un enorme éxito electoral en estos comicios.

Tras la entrada triunfal de Barack Obama  en la Casa Blanca, los republicanos parecían abocados a la oposición,  sin ideas, sin un líder y sin perfil. Pero ahora regresaron con un  enorme éxito electoral en los comicios de mitad de mandato y tienen  la mirada puesta en la Casa Blanca. 

Prácticamente el mismo día hace exactamente dos años, se  encontraban por los suelos, fuertemente golpeados en las elecciones  presidenciales por Barack Obama y sus entusiastas demócratas. 

Fue uno de los momentos más amargos de su historia, y una rápida  recuperación parecía totalmente imposible: los expertos políticos  veían ya el fin de la era conservadora en Estados Unidos e incluso  los veteranos del Grand Old Party se mostraban horrorizados por la  falta de perfil de su partido que se agravó durante los meses  posteriores a la derrota. 

Pero desde el martes, todo parece ya olvidado: con un resultado  fulminante en las elecciones al Congreso de mitad de mandato, los  republicanos vuelven: al menos 60 escaños, según las últimas  informaciones de la CNN, perdieron los demócratas en la Cámara de  Representantes. Con una confortable mayoría, los republicanos tomarán  por primera vez desde 2006 las riendas de la mayor cámara del  Congreso. Y también los demócratas quedaron fuertemente diezmados. 

Sin embargo, para consquistar las dos Cámaras del Congreso ello no  basta del todo. Desde hace semanas que los comentaristas pronostican  el triunfo republicano, pero apenas hallan motivos evidentes para un  cambio de tendencia en Estados Unidos. Se trata de un voto de  protesta contra Obama por no haber logrado hacer frente al alto  desempleo, creen unos. Otros opinan que se trata de un resultado  electoral típico en las elecciones a mitad de mandato presidencial de  cuatro años. Los estadounidenses siempre fueron al fin y al cabo un  pueblo a quien le gusta enfadar a su presidente. 

Entre todos los interrogantes, una cosa parece clara: que el  partido debe agradecer la victoria sobre todo a un movimiento de base  a su derecha: el populista Tea Party, cuyo nombre hace referencia a  la revolución contra el poder colonial británico en el siglo XVIII,  apeló a los republicanos en la campaña electoral a sus raíces  conservadoras. 

Los rebeldes exigen el fin del "gran gobierno", un gobierno  hambriento de poder que estrangula a sus ciudadanos con regulaciones  e impuestos. Y con ello llegaron exactamente al nervio del pueblo.  Mensajes simples en tiempos difíciles. Su ira se dirigió naturalmente  contra Obama, a quien les gusta calificar como marxista y  derrochador. 

Pero también se dirigieron contra su propio partido, que bajo la  dirección de George W. Bush perdió de vista sus valores. La élite del  Grand Old Partei  temblaba ante la revuelta. Y con razón, pues el  movimiento liderado por la ex candidata a la vicepresidencia Sarah  Palin arremetió duramente contra los representantes del partido  establecidos más moderados. 

 "Cometemos un gran error al creer que los resultados suponen un  honor para los republicanos; son una segunda oportunidad para los  republicanos para ser lo que una vez quisieron ser", dijo Marco  Rubio, la estrella del Tea Party desde Florida, en su discurso de  victoria. "El partido nunca será el mismo", dijo por su parte  Christine O'Donnell pese a su derrota. "Nuestras voces fueron oídas y  no dejaremos que nos callen". 

El mensaje es claro: si el partido en 2012 quiere volver a tener  éxito en las elecciones presidenciales de 2012, debe volver a la  reflexión. Y el establishment parece haberlo comprendido. "Esperamos  un nuevo comienzo con el pueblo estadounidense", dijo el líder del  martido Michael Steele el martes tras conocerse los primeros  resultados. 

Cuando el presidente de la fracción republicana en la Cámara de  Representantes, John Boehner, presentó su programa electoral en  septiembre a su partido, sonó ya a Tea Party. "El gobierno es  demasiado grande, gasta demasiado y se ha salido de control", dijo  entonces. "Es el momento de ponernos manos a la obra", dijo  claramente a sus seguidores en su discurso de victoria el martes. 

La alegría en la noche electoral mostró que el partido, pese a su  fase oscura, vuelve a mirar al futuro confiado y que quiere utilizar  sus oportunidades. "Es una oportunidad de oro para los republicanos  para volver a poner las cosas en su lugar", constataba por la noche  Eric Cantor, el "número dos" de los republicanos en la Cámara de  Representatantes. Y el partido basa su nueva autoconfianza en dos  puntos: poner al aparato estatal "a dieta" y volver a dar a los  ciudadanos la sensación de no ser ignoradas. 

 Naturalmente, todo deberá lograrse en conjunto con los demócratas,  afirman oficialmetne los republicanos. Como nuevo líder de la Cámara,  Boehner quiere volver a controlar la hostilidad que él mismo ayudó a  desatar en el Parlamento, explicó durante la campaña. Pero quien le  escuche sabe exactamente lo que quieren en realidad: dar marcha atrás  a las políticas de Obama. "Haremos todo lo posible para acabar con  ella, frenarla, pararla", dijo recientemente en referencia a la  agenda del presidente en los dos años de mandato que le quedan. 

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