Al menos 22 personas, la mayoría agentes de seguridad, murieron ayer en una serie de explosiones en la norteña ciudad siria de Idlib, uno de los bastiones de las protestas contra el régimen de Bashar al Asad, mientras los observadores de las Naciones Unidas iniciaron su misión en el país.

Dos bombas de gran potencia detonaron por la mañana en las inmediaciones del hotel Carlton, en el que se hospedan algunos de los observadores encargados de vigilar un frágil alto el fuego que entró en vigor el 12 de abril pese a que no suele ser respetado.

Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, una organización opositora con sede en Londres, las bombas estallaron casi al mismo tiempo frente a los edificios del servicio secreto de la Fuerza Aérea y de la sede del servicio de seguridad militar, dejando decenas de heridos.

Algunos activistas aseguraron que los ataques fueron realizados por el propio régimen de Al Asad, mientras que la agencia estatal Sana señaló que "un grupo de terroristas armados" atacó con granadas antitanque el edificio del banco central en Damasco.

Según la agencia de noticias, que publicó fotografías de edificios destruidos, en total se produjeron ocho muertos y unos 100 heridos.

Activistas aseguraron que por la tarde explotó otra bomba en Idlib, que provocó heridas a varias personas. También detonó un coche-bomba en las inmediaciones de Damasco, según las mismas fuentes, que aseguraron que en las provincias de Homs, Deir as Saur, Damasco y Hama se contabilizaron cinco víctimas de las tropas gubernamentales. Entre ellos hay un cristiano y un presunto opositor a Al Asad que murió como consecuencia de las torturas recibidas, indicaron.

El jefe de la misión de observadores de Naciones Unidas, el general noruego Robert Mood, inició sus tareas en Damasco reuniéndose con el viceministro de Relaciones Exteriores, Faisal Mekdad. Pese a las nuevas bombas, Mood indicó que la ONU continuará con la misión. En su reunión, Mood instó a las partes a cooperar con su misión.