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Una marea de refugiados se hacinan en la frontera

  • Miles de personas llegan a diario al paso fronterizo de Ras Jedir, entre Libia y Túnez, en una oleada imparable que hace temer un desastre humanitario.

En el puesto fronterizo tunecino de Ras Jedir, unos policías y militares tunecinos intentan hacer pasar con cuentagotas la avalancha de refugiados que se agolpan, con sus maletas sobre la cabeza, delante de la barrera azul que los separa de un país en paz.

Egipcios, bangladeshíes y africanos siguen llegando por miles a la frontera libio-tunecina, en una oleada imparable que hace planear la amenaza de un desastre humanitario.

Armado con un megáfono, Mohamed Aslam pide calma a sus compatriotas de Bangladesh. En sus caras se lee el agotamiento de estos hombres y mujeres que sacan fuerzas de donde sea con tal de dejar a sus espaldas el territorio libio.

"Trabajábamos para una compañía de construcción en Trípoli, pero todo el mundo se fue, nos dejaron tirados", afirma Mohamed.

"Queremos volver a Bangladesh, pero no tenemos noticias de nuestro Gobierno", se lamenta ante el muro de alambrada que lo separa de Túnez.

En el lado tunecino, decenas de egipcios que lograron pasar están rabiosos. Llevan bloqueados en ese lugar desde que huyeron de Libia. "¿Dónde está la Embajada egipcia?", se pregunta a gritos una muchedumbre exasperada bajo la mirada de miles de refugiados sentados sobre mantas en medio de una pila de detritus.

"Los tunecinos hacen lo que pueden, nos dan de comer y de beber, pero no podemos lavarnos, llevo una semana sin ducharme", se queja Tamer Mohamed, de 27 años, refugiado con sus compañeros de infortunio en un hangar convertido en un dormitorio gigantesco.

Más de 80.000 personas llegaron a Ras Jedir desde el 20 de febrero, de las cuales 31.000 son egipcias, afirma el coronel Moez Dachraui, jefe del puesto de mando de Bomberos en el lugar, y "más de 20.000 personas esperan del lado libio" de la frontera.

"Si aumenta, vamos a tener una catástrofe humanitaria, sobre todo desde el punto de vista sanitario", advierte. "El envío de los refugiados a sus países (de origen) es muy lento -apunta-, sobre todo en el caso de los egipcios".

A siete kilómetros del puesto fronterizo, en Choucha, se erigen decenas de refugios de color caqui montados por militares tunecinos para acoger a los refugiados, al lado de cientos de tiendas de campaña blancas de la ONU.

Al borde de la carretera, cientos de personas esperan autobuses. Su destino es el aeropuerto de Djerba o el puerto de Zarzis. Detrás de ellos, una decena de hombres con el torso al descubierto se lavan alrededor de un grifo.

En el campo, un representante del Ministerio egipcio de Relaciones Exteriores que pidió el anonimato asegura que su país hace cuanto puede. Según él, "unos 20.000 fueron repatriados desde hace tres días", pero admite que esperan a muchos más.

Un flujo que se anuncia insostenible, estima Samir Abdelmumen, médico tunecino. "Por el momento estamos en un equilibrio precario pero todo puede cambiar, no estamos preparados para recibir a más de 10.000 o 15.000 personas" en el campo, advierte. Además, asegura, algunos refugiados no tienen la intención de irse y esperan poder regresar pronto a Libia. En cuanto a los otros, "si se dispersan por Túnez, encontrarán un trabajo correcto, pagado con el equivalente al salario de un médico en Egipto", donde el 40% de población vive cerca del umbral de pobreza, considera el médico.

Por su parte, el Gobierno de transición de Túnez afirmó ayer  que mantenía controlada la situación en lo que se refiere al masivo flujo de refugiados, aunque reclamó una mayor presencia de las organizaciones internacionales para evitar que la situación degenere en una catástrofe humanitaria.

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