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La guerra de los belgas: acto MMX

  • La segunda dimisión en dos años del Gobierno de Yves Leterme, aceptada por el rey Alberto II el lunes, deja al país en un estado de semianarquía a dos meses de asumir la Presidencia semestral de la UE

Horum omnium fortissimi sunt Belgae: "de todos los pueblos de la Galia, los belgas son los más aguerridos". Esta descripción que hacía, en el 50 a.C., el emperador romano Julio César en su Guerra de las Galias encaja como en dos piezas del mismo molde al panorama de la Bélgica actual, en plena crisis de gobierno, con los flamencos en virtual "pie de guerra" contra los valones. En aquel entonces, las legiones romanas (cerca de 6.000 soldados de infantería y 300 jinetes), divididos en cohortes y manípulos, no distinguían entre "flamencos y valones" a la hora de lanzar sus ofensivas.

Cuando tenían que atacar en formación de tortuga, apuntando sus catapultas, lanzando sus flechas incendiarias o arrojando aceite hirviendo contra sus enemigos, no distinguían entre francófonos o flamencos. En aquel entonces sólo había barbari, salvajes y sin cultura que se oponían al poder del Senatus populusque romanus (el Senado y el pueblo de Roma), la máxima que con orgullo portaban en sus estandartes los legionarios (S.P.Q.R.).

Lo cierto es que si César regresara hoy a Bélgica quizás volvería a constatar que, en efecto, los belgas son "los más aguerridos" y, sobre todo, difíciles de gobernar de todos los pueblos de la región.

Tal como ha quedado en evidencia con la dimisión del Gabinete del primer ministro, Yves Leterme (su segundo fracaso en el cargo en dos años), ambas comunidades, unidas precariamente desde que Bélgica nació como Estado-tapón, en 1830, están más enfrentadas que nunca.

La dimisión de Leterme deja al país en un estado de semianarquía. En estos momentos sólo funciona un gabinete interino que debe resolver los asuntos corrientes, más urgentes, pero el resto de temas quedan en suspenso. En suspenso, justamente, está el país, de 12 millones de habitantes. A falta de dos meses para que Bélgica asuma la Presidencia semestral de la UE de manos españolas, reina el desconcierto.

La prensa lo refleja con claridad: "Parálisis total", asegura el periódico francófono Le Soir, "Caos político", dice el flamenco Het Laatste Nieuws. El Standaard subraya las palabras "aventura" y "electoral" en tinta roja. Con eso pretende destacar el temor de la población a la celebración de comicios anticipados, seguramente para el 13 de junio.

Y es que más del 80% de la población no desea volver a las urnas, y un porcentaje similar considera que el mayor problema del país es la crisis económica y no los "juegos de poder entre los políticos". Son los políticos flamencos quienes sí desean nuevas elecciones.

La crisis empezó cuando el líder de uno de los principales socios de la ya extinta coalición, el liberal flamenco Open-VLD, Alexander de Croo, aseguraba que salía del Gobierno porque ya no podía "otorgar la confianza" al Gabinete de Leterme debido a la falta de soluciones al expediente más delicado de la legislatura: el del distrito electoral de Bruselas-Hal-Vilvorde. El epicentro del terremoto político que ejemplifica la aguda división entre flamencos (el 60% de la población) y valones (40%) es ese distrito y formado por 19 municipios que integran la Región de Bruselas.

Con 120.000 habitantes valones, Bruselas-Hal-Vilvorde quedó en 2007 anexionado a Flandes y escindido de Bruselas. El efecto más directo de esa medida de fuerza es que los valones de Bruselas-Hal- Vilvorde perderán su derecho a votar a los partidos francófonos.

Mientras tanto, la guerra de los belgas sigue abierta en su capítulo MMX (2010).

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