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El declive de un dios menor

El ex primer ministro Silvio Berlusconi está viviendo sus últimas bocanadas de gloria política ahogado en el marasmo que él mismo había pergeñado para evitar ser expulsado del Senado tras haber sido condenado en firme por fraude fiscal en el caso Mediaset.

El primer ministro de Italia, el socialdemócrata Enrico Letta, ha logrado darle la estocada final con la inestimable ayuda del hasta ahora el delfín de Il Cavaliere, el viceprimer ministro y titular de Interior, Angelino Alfano.

La primera estrategia de Berlusconi para posponer la reunión de la comisión del Senado, prevista para el viernes para estudiar su expulsión, fue anunciar la dimisión de los parlamentarios de su partido, el Pueblo de la Libertad (PdL), si se decidía la salida del senador.

Un hecho que ayer Letta lamentó en su comparecencia ante el Senado para pedir el voto de confianza a su Gobierno tras los golpes bajos de Berlusconi, cuando relató que se enteró de esta amenaza mientras él se encontraba hablando de Italia ante la Asamblea General de la ONU.

Los nervios de Berlusconi, que decía no comer, no dormir desde hacía más de 50 noches por la persecución de una "magistratura de izquierdas", le traicionaron al adoptar una decisión a todas luces contraria no sólo a los intereses de Italia, sino a los suyos propios, cuando "invitó" el sábado a sus cinco ministros a dimitir.

Un fatal paso en falso. Los ministros dimitieron, pero a los pocos minutos comenzaron los dimes y diretes de los propios dimisionarios, que dijeron no estar de acuerdo con la orden de su líder, que tacharon de "irresponsable".

Alfano, su mano derecha, ha tomado las riendas del PdL y el martes decidió que se pasaba al "enemigo", pues llamó a votar a favor del primer ministro al partido.

Acorralado y desconcertado, el golpe de gracia se lo dio a sí mismo el propio Berlusconi al anunciar en su turno de palabra en el Senado que votaba a favor del Gobierno.

El triunfo de Letta significa el principio del fin de la vida política de Berlusconi, perdido en sus contradicciones y con una fractura de su hasta ahora compacto partido.

Su expulsión del Senado significaría además que no puede presentarse a unas elecciones en seis años si finalmente se termina aplicando la llamada "ley Severino".

Este 2 de octubre los italianos han asistido al declive de un dios menor para muchos y, para otros, el de un personaje que antepuso sus intereses personales al bien común de Italia y los italianos.

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