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40 años del 'Bloody Friday'

  • Para vengarse del 'Bloody Sunday' el IRA lanzó varios atentados con bomba en Belfast que costaron la vida de nueve personas.

El 21 de julio de 1972, el  conflicto en Irlanda del Norte vivía una de sus jornadas más  violentas. Cuatro décadas después del Bloody Friday (Viernes  Sangriento), la paz es una realidad consolidada, pero el odio  permanece latente. Aquel viernes, una serie de 20 atentados con bomba acababan con la  vida de nueve personas y dejaban 130 heridos en Belfast. La guerra  civil entre los protestantes pro-británicos y los católicos  pro-irlandeses alcanzaba uno de sus picos. 

El Ejército Republicano Irlandés (IRA) se vengaba así del Bloody  Sunday (Domingo Sangriento), una manifestación ocurrida el 30 de  enero de 1972 en Londonderry (Derry para los irlandeses) que terminó con 13 católicos muertos  producto del fuego abierto por un batallón de paracaidistas del Reino  Unido. Todos ellos civiles inocentes, como admitiría luego el  gobierno británico en Londres

Pocos días antes del "Bloody Friday", fracasaba un intento de  mediación secreto entre una delegación del IRA y representantes del  gobierno del primer ministro Edward Heath, según determinó un archivo  del conflicto que conserva la Universidad de Ulster. A comienzos del 2002 el IRA se disculparía ante las víctimas, mientras  que Downing Street haría lo propio ocho años más tarde. 

Durante largo tiempo, el IRA adjudicó parte de la responsabilidad  de las muertes a los británicos. Como era habitual en sus ataques, la  organización separatista católica advirtió previamente sobre el  atentado vía telefónica. Así, el IRA pretendía que sus bombas  produjeran sólo daños materiales. Por qué motivo esto no ocurrió  durante el Bloody Friday es aún motivo de discusión. 

El ala militante del IRA sostuvo que las autoridades británicas  omitieron intencionalmente las advertencias para utilizar  políticamente los ataques. El ala más moderada consideró, en cambio,  que el Ejército británico en Irlanda del Norte simplemente no estaba  en condiciones de afrontar en poco tiempo varias amenazas de bomba  simultáneas.  El conflicto en Irlanda del Norte tiene profundas raíces  históricas. La minoría católica nunca aceptó que los británicos  conserven el territorio al norte de la isla luego de la guerra que  llevó a la independencia de la actual República de Irlanda. 

Los católicos, en general la población más pobre de Irlanda  del Norte, se sienten aún hoy en segundo plano frente a los  acaudalados británicos, en su mayoría inmigrantes provenientes de  Escocia. Tras el histórico Acuerdo de Viernes Santo de 1998, la paz reina  oficialmente en Irlanda del Norte. Sin embargo, el odio se continúa  transmitiendo de generación en generación y nunca se extinguió por  completo. 

Un muro invisible separa aún los barrios católicos de los  protestantes, mientras que pequeños grupos del IRA todavía permanecen  activos. Y algunas órdenes protestantes siguen provocando con sus  marchas anuales en zonas católicas. Estos desfiles cuestan al Estado  cada año unas 5,7 millones de libras (7,2 millones de euros),  indicaron las autoridades. De hecho, el pasado 12 de julio se produjo una serie de incidentes  en Belfast que hizo recordar viejas escenas a los norirlandeses. Al menos nueve policías resultaron heridos en la zona de Ardoyne  tras el desfile de miembros de la protestante Orden de Orange para  recordar el triunfo en la Batalla de Boyne en 1690, mientras que una  contramarcha de irlandeses pro-republicanos fue detenida para evitar  una mayor escalada de violencia. 

En cambio, la política parece haber dejado de atizar el conflicto.  Uno de los principales líderes del lado protestante, el reverendo  Ian Paisley, es un hombre mayor retirado de la actividad. Su antiguo  adversario, el ex integrante del IRA Martin McGuinness, rompió a  fines de junio con un tabú al darse un apretón de manos con la reina  Isabel II de Inglaterra durante una visita de la monarca a Belfast. McGuinness aún reivindica una Irlanda unida, pero hace tiempo optó  por dejar las armas. Pero no todos sus ex compañeros siguieron el  mismo camino. Y a falta de pocos días para el inicio de los Juegos  Olímpicos en Londres, un ataque de activistas de Irlanda del Norte es  un escenario que los servicios secretos británicos no se animan a  descartar.

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