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Pekín asedia Tiananmen en el XX aniversario de la masacre

  • El gobierno chino blinda la plaza donde tuvo lugar la tragedia para evitar la entrada de periodistas y activistas pro derechos humanos.

El vigésimo aniversario de la matanza de Tiananmen se cumple entre fuertes medidas de seguridad en la plaza donde se produjo la tragedia, y en la que el despliegue de policías de paisano impidió a los periodistas grabar vídeos o tomar fotos.

Policías no uniformados, "armados" con paraguas, se colocaron delante de cada fotógrafo o cámara que intentaba hacer fotos o vídeos de la célebre plaza, ni siquiera era posible tomar una instantánea al popular retrato de Mao Zedong, que miles de turistas inmortalizan cada día.

La plaza, cerrada el pasado miércoles a los visitantes, era accesible para el público, pero era necesario pasar controles de escáner y análisis de cualquier botellín de bebida.

Además, los extranjeros debían mostrar el pasaporte antes de entrar a la plaza más grande del mundo.

El Gobierno chino, entretanto, mantuvo el mismo silencio oficial de los últimos años y contestó en rueda de prensa a las preguntas relativas con el aniversario repitiendo el comunicado que utiliza año tras año, sin cambiar una coma.

"Respecto al incidente político ocurrido a finales de los años ochenta en el siglo pasado, el Partido y el Gobierno han llegado ya a una conclusión. A lo largo de 30 años de reforma y apertura, China ha sido testigo de un progreso económico y social", recitó de nuevo el portavoz de turno del Ministerio de Asuntos Exteriores, Qin Gang.

Ante la retahíla de preguntas sobre el aniversario, Qin, visiblemente molesto, se limitó a asegurar que el Gobierno chino "ya ha contestado esas cuestiones en muchos ocasiones", aunque rehusó entrar en cualquier tipo de detalles.

El portavoz únicamente se explayó a la hora de criticar a la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, quien la víspera pidió, en un comunicado, que China libere a los presos que aún continúan encarcelados por haber participado en las protestas de 1989.

Clinton señalaba que "China, que ha hecho un enorme progreso económico y está surgiendo para ocupar el lugar que le corresponde en el liderazgo mundial, debe examinar abiertamente los acontecimientos más oscuros de su pasado y ofrecer una cifra pública de muertos, detenidos o desaparecidos, para aprender y para sanar las heridas".

Qin respondió expresando el "fuerte malestar" de Pekín por las palabras de Clinton, e imputando a la secretaria por lanzar "acusaciones sin fundamento" contra China.

La ausencia total de menciones en la prensa o la televisión sobre el "liu si" ("seis cuatro"), como conocen los chinos eufemísticamente a la masacre de Tiananmen, dominaron la jornada de este jueves, en la que una anunciada concentración de familiares de víctimas prevista anoche en el lugar donde murieron (cerca del Museo Militar) finalmente no se produjo.

Sí ha habido en los últimos días un aumento de la ya habitual censura en Internet, con bloqueo de páginas como el servicio de microblogging Twitter o el servidor de correo Hotmail, y un cerco a activistas y disidentes, por el temor de las autoridades a protestas o manifestaciones que no se han producido.

El aumento de la vigilancia a los disidentes ha producido la condena de grupos pro derechos humanos como Amnistía Internacional: "Cortar las comunicaciones y limitar los movimientos no evitará ni que los activistas luchen por sus derechos ni que el pueblo conmemore el vigésimo aniversario del suceso", señaló un comunicado de Amnistía Internacional desde Londres.

En Hong Kong, donde las leyes son diferentes al resto de China y sí están permitidas las menciones al suceso de 1989 y las manifestaciones de apoyo a las víctimas, si se celebraron actos de apoyo, incluyendo huelgas de hambre, manifestaciones y la tradicional vigilia.

Se calcula que entre 400 y 2.000 estudiantes y otros manifestantes que les apoyaban fallecieron en la noche del 3 al 4 de junio de 1989, cuando el Ejército de Liberación Popular (ELP), por orden del Gobierno comunista, salía a las calles de Pekín para acabar con siete semanas de protestas.

La matanza, ordenada por las facciones más conservadoras del Partido, fue el dramático final de la "primavera de Pekín", movimiento democrático y contrario a la corrupción gubernamental reinante que fue apoyado por millones de personas en toda China.

El movimiento, que comenzó en la Universidad de Pekín, en el noreste de la capital, puso en jaque al Gobierno comunista en una época en la que cayeron muchos de sus regímenes afines en Europa Occidental.

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