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El conflicto del cáucaso Las raíces largamente gestadas de una 'guerra relámpago'

Moscú engendró los separatismos

  • Autoridades, políticos e intelectuales promovieron en tiempos de la URSS los distintos movimientos independentistas prorrusos como una forma de detener el secesionismo en la propia Unión Soviética

Los regímenes separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, cuya independencia reconoció el martes el Kremlin, fueron engendrados por Moscú aún en tiempos soviéticos y luego criados y financiados, armados y hasta defendidos con las armas por Rusia.

Y otro de sus rasgos congénitos es su anhelo declarado de unirse a Rusia: Abjasia como república federada y Osetia del Sur integrándose a su vecina rusa Osetia del Norte.

Éstas son quizás las diferencias fundamentales de Osetia del Sur y Abjasia respecto a Kosovo, al que Moscú esgrime como precedente y también como ejemplo del "doble rasero" que aplica Occidente respecto a los separatismos y la autodeterminación.

"Reconocimiento de paternidad", tituló el diario digital Grani.ru la declaración del presidente de Rusia, Dimitri Medvedev. En medio de la euforia desatada en Rusia por la pequeña guerra victoriosa contra Georgia las voces críticas como la de Grani.ru apenas se oyen.

No es de extrañar, por tanto, que la mayoría de los rusos estén convencidos de que al entrar con sus tropas en Osetia del Sur el pasado 8 de agosto "Georgia agredió a Rusia", pues lo primero que oyeron desde aquel día fue que Rusia se vio obligada a defender a "sus ciudadanos".

Y muy pocos recuerdan cómo en los últimos años de la URSS, desgarrada por los nacionalismos de sus repúblicas federadas y ante todo de Rusia, en el Kremlin lanzaron la idea de detener el secesionismo en Rusia sembrando el separatismo en su propio seno.

Fue así como en el grupo parlamentario Soyuz (Unión), que defendía la integridad de la URSS, surgieron los ideólogos y líderes de los futuros focos separatistas en las repúblicas entonces soviéticas.

En las repúblicas bálticas surgieron los movimientos de la población ruso hablante; en Moldavia los separatismos de Cisdniester y Gagausia; en Ucrania los problemas de Crimea y las regiones rusófonas; y en Kazajstán, el movimiento de los cosacos del Ural en las regiones norteñas donde los habitantes autóctonos son minoría.

Es en ese contexto que Osetia del Sur, en tiempos soviéticos región autónoma en el seno de Georgia, se proclama república autónoma primero, luego declara su soberanía y más tarde la independencia.

Para entonces, aún en tiempos de la URSS, cuando el control de las armas por el Ejército soviético era total, fue toda una sorpresa cuando los policías enviados por las autoridades de Georgia se encontraron en Tsjinvali bajo un intenso fuego de armas automáticas. Casi igual fue la sorpresa de los georgianos en Abjasia, cuando en 1993 las milicias separatistas, armadas hasta entonces con armas de la Policía local y escopetas, utilizaron novísimos carros de combate y aviones de asalto.

El apoyo militar ruso no se limitó al suministro de armas. Del lado abjasio no sólo pelearon pilotos, artilleros y tanquistas, sino regimientos regulares y comandos de elite. Luego, Rusia asumió el papel mediador en ambos conflictos, y sus tropas el papel de "pacificadores".

En el caso de Osetia del Sur, por un acuerdo bilateral con Georgia que encomendaba a las fuerzas de paz conjuntas el "desarme de los grupos paramilitares ilegales"; en Abjasia, bajo mandato de la comunidad postsoviética que lidera Moscú.

En la práctica, su presencia sirvió para que ambos regímenes separatistas, que sólo tienen fronteras con Georgia y Rusia, crearan sus propias fuerzas armadas dotadas incluso de armamento pesado y cohetes.

Simultánemante, Rusia inició el reparto de sus pasaportes en ambas regiones separatistas, cuyos habitantes hoy en día ya son en su aplastante mayoría ciudadanos rusos, utilizan como moneda el rublo ruso y cobran pensiones de Rusia.

Entre los argumentos de Rusia a favor del reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia figura el de haber evitado el "exterminio" de esos dos pueblos, víctimas de "genocidio" por parte de Georgia.

Sin embargo, con el apoyo de las tropas rusas, Abjasia, donde la población autóctona no superaba el 17%, forzó la expulsión de su territorio de decenas de miles de georgianos, que en tiempos de la URSS constituían el 46% de sus habitantes. De igual manera, los últimos trágicos sucesos en Osetia del Sur sirvieron para expulsar de su territorio a casi todos los georgianos, que constituían cerca del 30% de la población.

Mientras, en Moscú hay quien recuerda las palabras de Vladimir Putin de que "la desintegración de la URSS fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX" para advertir que los intentos de resucitarla serían la mayor tontería del XXI.

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