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"Madiba estará vivo siempre"

  • Habitantes de Stellenbosch, ciudad cercana de la prisión de Paarl, donde Mandela fue liberado en 1990, rinden tributo al político fallecido

"Ngumandela lo abamaziyo obazange bam bona". ("Éste es Mandela, para aquéllos que lo conocen, pero que nunca lo han visto"). Es el estribillo de una canción en la lengua khosa (uno de los idiomas oficiales en Sudáfrica), un cántico, casi un himno, que un grupo de sudafricanos coreaba ayer en homenaje a Madiba, Nelson Rolihlahla Mandela, señalando una imagen suya que preside el patio de entrada del Ayuntamiento de Stellenbosch.

Esta ciudad, situada a 1.500 kilómetros de Johannesburgo, pero a tan sólo unos pocos de Ciudad del Cabo, acoge, como tantas otras, un homenaje caluroso y lleno de colorido. "Sabíamos que este momento iba a llegar. Pero aún así, estamos sobrecogidos. De todas maneras Madiba estará vivo para siempre en nosotros, en nuestro mensaje", dice Sabelo, uno de los portavoces del grupo que desde primera hora de la mañana permanece al lado de la imagen del líder sudafricano, expresando con canciones y bailes un hondo respeto a su figura.

Como la gran mayoría de los asistentes, Sabelo pertenece al partido político en el que durante años militó Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA). Junto a mensajes en camisetas como We love you Madiba (Te queremos Madiba), coexisten otros en los que se llama al ciudadano al registro para el voto. El año que viene son las elecciones nacionales y todo el país está desde hace meses inundado de carteles solicitando el registro, una de los pasos necesarios para poder ejercer este derecho.

Junto al khosa y el inglés, otro idioma, el afrikaans, también predomina en las conversaciones de los asistentes, que aguardan pacientes para continuar este tributo en el salón principal de la Casa Consistorial de la localidad. "Tenemos que seguir el deseo de Mandela. Tenemos que tener la valentía y la disciplina que él tuvo porque en sus manos estuvo la verdadera revolución de este país", dice Liso, que aguanta un altavoz en sus manos. Es él quien traduce para algunos de los no sudafricanos los cánticos en khosa dedicados "al padre de Sudáfrica".

Aunque emocionados, los participantes en este pequeño tributo, sonríen, alzan los brazos y cantan. Todos, explica Sabelo, "tenemos que celebrar lo que él consiguió, la unidad de nuestro país, por eso no podemos estar tristes hoy. Nuestro líder, nuestro padre, nos ha dejado, pero tenemos que seguir trabajando por lo que él hizo". Poco después, el centenar de personas que durante horas se ha congregado en la entrada del Ayuntamiento entra al salón de actos principal, en el que se ha instalado un pequeño altar con una foto de Mandela y algunas velas.

"Ahora nosotros vamos a rezar por él", dice Sabelo. Él será uno de los que se suba al pequeño púlpito. También será él quien inicie, con firmeza, la interpretación del himno nacional. Durante más de una hora se superponen oraciones, cánticos y bailes y serán decenas de curiosos los que entrarán a presenciar este solemne momento. Pasadas las dos de la tarde, el grupo marcha a la entrada de la última prisión en la que Madiba permaneció encarcelado, en la vecina localidad de Paarl. "Allí fue liberado y allí vamos a conmemorar hoy su liberación", apunta Liso.

Atrás dejan la ciudad de Stellenbosch que, como tantas otras en Sudáfrica, tiene aún presente la profunda huella del apartheid. Es una localidad con una poderosa universidad, en la que hasta hace pocos años no podían estudiar los negros ni la gente de cualquier otra raza que no fuera blanca. De hecho, más del 80% por ciento del alumnado sigue estando compuesto por blancos. Al pasear por sus calles comerciales, aún se aprecian establecimientos en los que hay dos puertas, accesos diferenciados según el color de la piel de quien pasaba por ellas.

Las cicatrices del apartheid siguen siendo visibles en una ciudad que ayer mostraba por todas partes el rostro de quien transformó la realidad de ese país en algo mejor, enseñaba su imagen en las televisiones de cada restaurante, con palabras en inglés, afrikaans o khosa. Y en cada establecimiento, en cada pequeña tienda, se podía escuchar música evocándolo, programas de radio hablando sobre él, estampas de su efigie en una camiseta, o de su nombre en la prisión de Robben Island: 46664. La vida continuaba ayer, casi como si nada, en cada esquina de Sudáfrica, ya sin la presencia de su padre, pero en gran parte, gracias a él.

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