oriente próximo El conflicto puede provocar enfrentamientos religiosos en el Líbano

Juegos de poder en torno a Siria

  • Los países árabes adoptan distintas posiciones sobre el envío de una fuerza de paz de la ONU, movidos por sus propios intereses políticos o incluso religiosos

La Liga Árabe pidió al Consejo de Seguridad de la ONU el envío de una misión de paz conjunta con los cascos azules de Naciones Unidas. La decisión debía dar una señal de firmeza y energía. Sin embargo, el régimen sirio no se dejó impresionar y continuó con sus ataques contra insurgentes.

La resolución de los ministros de Exteriores árabes no fue unánime. Argelia, que se muestra escéptica a todos los movimientos revolucionarios ante el temor de nuevos disturbios en su país, votó en contra de la propuesta de establecer una fuerza de paz en Siria. El Líbano, cuyo Gobierno está dominado por Hezbolá, aliado de Siria, rechazó por completo la resolución.

Según los observadores, detrás de estas posturas no sólo está la solidaridad del movimiento chií pro iraní con el presidente Bashar al Asad. También expresaron preocupación porque el conflicto podría provocar tensiones entre grupos religiosos en el Líbano.

El vecino Iraq votó a favor de la decisión sólo por razones oportunistas. Un representante de la facción parlamentaria de la Lista Iraquí dijo que "Iraq no quiere quedar aislado en la Liga porque entonces la próxima cumbre árabe no se realizará en Bagdad. Y eso significará que Qatar seguirá presidiendo todas las reuniones, lo que tampoco quiere Al Asad".

Para Damasco los cerebros detrás de la "conspiración contra Siria" son Arabia Saudí y el pequeño emirato de Qatar. Califica a los monarcas de hipócritas que quieren dar a otros árabes lecciones de democracia mientras ellos gobiernan con poder absoluto. Eso no es del todo equivocado. Pero el conflicto es más complejo.

El analista político sirio Salam al-Kawakibi, quien reside en París, señala en un análisis publicado en el periódico egipcio Al-Shorouk que desde el principio Al Asad basó su estrategia de lucha contra el movimiento democrático en dos pilares. Las minorías en Siria debían tener miedo a una rebelión de la mayoría árabe suní, y por lo tanto vincular su destino con el régimen de Al Asad, mientras que los árabes y la comunidad internacional debían creer que iba a estallar una guerra civil en Siria que luego podría extenderse a toda la región. Al Kawakibi concluye: "El liderazgo sirio fue, en término de estos dos escenarios, relativamente exitoso."

Las protestas en Siria tenían al principio un carácter laico. Que ahora tengan una gran influencia islámica se debe principalmente al resultado de la brutalidad del régimen y desde el punto de vista de la oposición a la vacilación de la comunidad internacional.

"Oh, Dios mío, tú eres el único que nos puede ayudar ahora", repetían los jóvenes mientras filmaban las explosiones con granadas en la sitiada ciudad de Homs. "Dios es grande", gritan los manifestantes en Daraa y Hama para darse valor. La mayoría es suní. La religión se convirtió para ellos en el ancla en un mar de impotencia y desesperanza.

Para los monarcas suníes de los Estados del Golfo no es un inconveniente. Ellos ya habían apoyado a Libia y a las fuerzas islámico-conservadoras en Egipto. Esto les permitió presentarse a sí mismos como partidarios de la revolución, pero sin permitir protestar en su propio país. Irán intervino desde un principio en el conflicto sirio. Al parecer, incluso envió asesores militares y combatientes para apoyar a Al Asad.

También la red terrorista Al Qaeda está tratando de involucrarse en la crisis en Siria, como antes en Libia. "No se fíen de la Liga Árabe, pues quien no tiene nada tampoco puede dar nada. No confíen en el Occidente o en Turquía", advirtió el líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, a los insurgentes sirios.

Los terroristas quieren presentarse como punta de lanza de la revolución. Con esta estrategia no lograron convencer a los libios. Pero eso no es garantía de que sea igual con Siria y, sobre todo, si continúan durante mucho tiempo los ataques gubernamentales en las zonas residenciales.

Hasta ahora la petición de la Liga Árabe de enviar fuerzas de paz de la ONU no avanza. Mientras Rusia y China continúan bloqueando cualquier resolución para Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU, ni un soldado pisará suelo sirio. Sin embargo, la decisión de la Liga Árabe no está exenta de efectos. Tanto a Moscú como a Pekín les resultará difícil resistir durante demasiado tiempo los deseos de los ricos estados del Golfo.

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