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La ira se extiende por el mundo árabe El grado de lealtad de oficiales y soldados jóvenes al alto mando es difícil de evaluar

Un Ejército en la encrucijada

  • Los militares han prometido no disparar contra los manifestantes pero tampoco rompen definitivamente con Mubarak, ya que son los garantes de un régimen que les proporciona ventajas políticas y económicas

El Ejército egipcio, pilar del régimen, se halla en una difícil posición entre una muchedumbre contra la que prometió no disparar y el presidente Hosni Mubarak, del que se ha distanciado sin llegar a abandonarlo totalmente. Si llegan a abandonar completamente al mandatario, los militares podrían poner en peligro un sistema del que son los garantes y que les otorga ventajas políticas y económicas.

Por otro lado, una represión sangrienta contra una muchedumbre que, hasta el momento, ha aplaudido a los tanques y aclamado a los soldados acabaría con la imagen positiva de una institución que goza del respeto de la población, contrariamente a la Policía. Además, en la situación actual, dicha represión tal vez tampoco lograría restablecer el orden.

Estados Unidos ha mandado un emisario a El Cairo, el ex embajador en Egipto Frank Wisner, y la organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) envió una carta al ministro de Defensa, el mariscal Mohamed Husein Tantaui, para pedirle que las fuerzas armadas actúen con "moderación". Para HRW, lograr una "transición pacífica hacia la democracia" constituye una "responsabilidad histórica" del Ejército egipcio.

Según Tewfik Aclimandos, especialista en el Collège de France, en la situación actual, "todo depende del Ejército", el cual, pese a apoyar a Mubarak, "tampoco quiere disparar contra la muchedumbre".

El Ejército ocupa un lugar de primer plano en lo que está sucediendo desde que Mubarak, quien es general de la fuerza aérea, pidió a los militares que intervinieran para secundar a la Policía, que ya no lograba mantener el orden, y dio mayores poderes a los militares, nombrando a dos generales, Omar Suleiman y Ahmed Shafiq, vicepresidente y primer ministro.

El lunes por la noche, el Ejército se dirigió al "gran pueblo de Egipto", juzgó "legítimas" sus reivindicaciones y aseguró que "no recurrirá al uso de la fuerza" contra él, distanciándose así de Mubarak, pero sin aclarar a qué reivindicaciones se refería. Tampoco cesó todo apoyo al mandatario, cuya renuncia reclaman cada vez más intensamente los manifestantes.

Para sortear estos escollos, los militares podrían apoyar "una especie de transición organizada por el régimen", como quiere Estados Unidos, para lograr conciliar la estabilidad del país con la apertura política, estima por su parte Eliyah Zarwan, del International Crisis Group (ICG). En ese caso, "parte del régimen podría perdurar y organizar la transición", de ser necesario sin Mubarak, agrega. Todos los presidentes egipcios han sido militares desde 1952, cuando los oficiales libres de Gamal Abdel Nasser derrocaron a la monarquía.

Por otra parte, las Fuerzas Armadas cuentan con numerosos soldados jóvenes cuyo grado de lealtad al poder es difícil de evaluar y a los que difícilmente se puede pedir que disparen contra los manifestantes.

"Al Ejército egipcio lo respetan. Reprimir movimientos populares no forma parte de su tradición", en un país en el que la represión ha estado a cargo de las fuerzas de seguridad, en particular de la Policía antidisturbios, considera por su parte Amr Al Shobaki, del centro de estudios políticos Al Ahram de El Cairo.

El lunes, hasta los islamistas Hermanos Musulmanes recalcaron "la gloriosa posición del gran Ejército egipcio que está junto a su pueblo".

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